En una España caracterizada por su dispersión geográfica, Almansa domina uno de los 17 pasos naturales de la Península Ibérica, el corredor de Almansa, que conecta la Meseta y la zona de Levante. Esta estratégica posición explica que se dirimiera en la localidad albaceteña, en 1707, una de las batallas decisivas de la Guerra de Sucesión, el traspaso del trono español de los Austrias a los Borbones. Se enfrentaron el ejército de Felipe V de Borbón y las tropas del archiduque Carlos.
La batalla de Almansa
Por ello, uno de los lugares más recomendables para ser visitados por el viajero es el centro de interpretación de dicha contienda militar, que se localiza en la ermita de San Blas, en la avenida de Carlos III. La propia Almansa es una ciudad medieval de estrechas calles enroscada en torno a un peñasco de difícil acceso, el cerro del Águila.
Almansa tiene orígenes inciertos. Durante la dominación árabe conoció cierto auge. Sucesivamente perteneció a la Corona de Castilla y Aragón y, por voluntad del rey don Jaime, quedó incluida en Murcia al trazarse, en 1238, las demarcaciones correspondientes entre este reino y el de Valencia. Durante algún tiempo perteneció a los caballeros del Temple y en 1310 quedó en manos de la Corona.
En lo más alto de este macizo calcáreo se corona el conocido castillo que atalaya extensos territorios. La fortaleza, sin duda una de las mas bellas y mejor conservadas del país, es el resultado de la remodelación cristiana (siglo XIV) de un antiguo castillo almohade (siglo XII) La combinación de la roca natural, los muros que lo sustentan y la espigada torre del homenaje le confieren un espectacular aspecto.

El núcleo monumental de Almansa se configura en torno a la plaza de San Agustín. Desde aquí se llega hasta la iglesia gótica de la Asunción (siglos XVI-XIX), con una amalgama de estilos fruto de su largo proceso de construcción. Su interior, neoclásico, muestra columnas corintias y capillas laterales cubiertas con bóvedas de crucería gótica. Luego están el convento de las agustinas del siglo XVII y el convento de San Francisco (barroco)
Resulta asimismo de interés la visita de la calle Aragón para contemplar las mansiones de los Marqueses de Montortal, la de los Enríquez de Navarra y la Casa Grande o palacio de los Condes de Cirat (fachada barroca), donde se emplaza el Ayuntamiento.
En el Consistorio, neoclásico, se guarda el llamado Cristo de las batallas que, según la tradición, se encontró en 1707 durante la batalla de Almansa. La torre del Reloj es otro de los elementos arquitectónicos del Ayuntamiento que llamarán la atención del viajero.

Los alrededores de Almansa merecen una obligada visita para admirar, por un lado, el santuario barroco de la Virgen de Belén, a 12 kilómetros, pinturas rupestres levantinas en el barranco de Cabezo Moro y Olula, así como uno de los pantanos más antiguos de la Península, edificado en el siglo XVI. Está a ocho kilómetros.
También se localiza en el extrarradio de Almansa la ermita de San Blas (siglo XVIII), de rica decoración interior, y la ermita de Nuestra Señora de Belén (siglo XVII), patrona de Almansa, donde se guarda un retablo del siglo XVIII.

Los aficionados a la caminería deben visitar la venta del Puerto de Almansa de casi 700 metros de altura (siglo XVI), donde paraban los viajeros del camino de Valencia. Desde aquí parte un camino forestal que conduce al núcleo troglodita de Los Escribanos.

Unas fotos muy bonitas. Maravilloso pueblo y maravilloso castillo.
Gracias por tu comentario. Me apasionan los castillos y la verdad es que en Castilla la Mancha hay unos cuantos de incuestionable belleza.