La villa oscense de Ansó custodia el Pirineo español. Esta ubicación le acarreó no pocas lides, de ahí que en el siglo XIV se elevara la torre defensiva de planta cuadrangular parta proteger la aldea de las incursiones llegadas de tierras navarras. En Ansó se habla una variedad dialectal de la fabla aragonesa, quizá la más pura.
Ansó se encuentra en el extremo noroccidental de Aragón. Su término, muy amplio, limita con Francia por la Mesa de los Tres Reyes. El río Veral riega el valle, que en su parte alta recibe el nimbe de Zuriza. En el entorno de la pela Ezcaurre, a más de 2.000 metros, viven los últimos osos pirenaicos.
No están muy claros los orígenes de la villa. Posiblemente su población fue facilitada por el hecho de estar en una vía secundaria de comunicación con el otro lado de los Pirineos; pues existe una calzada romana que entra en el valle de Ansó por Guarrinza y La Foyas llegando hasta el Puerto del Palo. Sí queda atestiguada su vinculación con el nacimiento del Reino de Aragón cuando su primer monarca, Ramiro I la desvinculó de la diócesis de Pamplona para ligarla a la de Jaca.
En 1272, para reforzar las fronteras del reino, Jaime I el Conquistador le otorgó privilegios, que fueron constantemente refrendados por los sucesivos reyes, que supieron reconocer las inconveniencias de su carácter fronterizo; aunque a villa nunca llegó a ser amurallada, pues sus casas exteriores, colgadas sobre el barranco y el barranco Arrigo, ejercían dicho papel defensivo.
Esa falta de murallas facilitó que en 1275 los navarros invadieran el valle destruyendo la iglesia parroquial (la anterior a la actual); como compensación, el rey Pedro III perdonó los tributos de los ansotanos. Finalmente, en 1318 el rey Jaime II decidió la construcción de una muralla, pero esta nunca llegó a edificarse. para compensarles les eximió a los ansotanos de tributos de peaje cuando circularan por el reino.

En el año 1375 en Ansó (en concreto en el atrio de la iglesia de San Pedro) se selló la paz entre ganaderos navarros y baretoneses (de la zona francesa) por el uso de pastos faceros del valle del Roncal. A este acuerdo se le conoce como el Tratado de las Tres Vacas, una sentencia que dicta que, con carácter de perpetuidad, los habitantes del valle de Baretous deberán pagar tres vacas sin mácula y de “mismo astaje, pelaje y dentaje” a los roncaleses por el uso de los pastos comunales navarros. Todos los años en el mes de julio, autoridades roncalesas y baretonesas se reúnen en el collado de Ernaz (Navarra) para conmemorar el tratado internacional en vigor más antiguo de toda Europa.
La historia deja paso al viaje por la localidad oscense. En el siglo XVI se alzó la iglesia de San Pedro, con crucería estrellada, que tan bien define la arquitectura de la zona. En su interior se puede visitar el Museo de Arte Sacro. Aunque su principal atractivo patrimonial es su casco urbano, declarado Bien de Interés Cultural, un precioso entramado de calles estrechas formadas por casas tradicionales pirenaicas, con sus fachadas de piedra y sus grandes chimeneas.
Del siglo XVIII es la ermita de Santa Bárbara, que hace las veces del Museo del Traje Típico Ansotano y alberga una colección con prendas tradicionales de las más antiguas de Europa. La localidad aragonesa celebra desde 1971 una fiesta en honor a su traje típico, cuyo origen parece estar en la Edad Media.

Los barrancos y las sendas de montaña son uno de los grandes atractivos locales. Lo mejor es que el viajero se deje guiar por profesionales como los que coordinan las actividades Val D’Echo Activa. Si se viaja en familia una opción es divertirse con los juegos de equilibrio y tirolinas del Bosque de Oza, que cuenta con un circuito sin límite de tiempo y adaptados a todas las edades. Las sendas del valle ofrecen rutas para todos los niveles y tipo de caminantes. Empieza en el centro de interpretación del Parque Natural de Valles Occidentales para hacerse una idea de lo que le espera al viajero en el Pirineo aragonés.
Aventurarse por la geografía oscense depara al viajero lugares de indudable interés histórico. En Jaca se puede visitar su Ciudadela, ejemplo notable de las fortificaciones abaluartadas de la Península. Y por ejemplo, en Canfranc se puede visitar su estación de tren, que fue antaño, durante la Segunda Guerra Mundial, un nido de espías cuyo pasado da para escribir unas cuantas novelas.

Cómo llegar: Partir de Huesca por la A-23 hasta la localidad de Jaca. Conducir por la N-240, en dirección hacia Pamplona, y desviarse por la A.1602.
Dónde dormir: Casa Bretón; Pascual Altemi, 16; Ansó (Huesca); teléfono: 974370138.
Dónde comer: Boda Chiquín; Carretera de Zuriza, km.8; Ansó (Huesca); teléfono: 974370240.