Conoce el destino al que hoy viajamos en Lugares con historia como nadie. No en vano, es su cronista oficial. De la mano de Miguel Zorita, escritor, investigador y pintor, todo en uno, nos desplazamos hasta la Comunidad de Madrid para descubrir el pasado de Brea de Tajo, un pequeño pueblo de apenas medio millar de habitantes. Nuestro autor invitado, que ya nos condujo por una ruta de las reliquias a través de la España mágica, ha escrito obras como Las Reliquias o Breve historia del Siglo de Oro. Su trabajo más reciente es Cervantes, Madrid y el Quijote
, cuya lectura recomiendo.
La cultura no son solo los libros, el arte, la música o el teatro. También la tradición oral y multitud de aspectos de la forma de vida son parte de nuestro patrimonio. En este sentido, la gastronomía adquiere otra dimensión prácticamente mágica.
Hoy día vemos como el papel de la alta cocina es reconocido con galardones y premios que valoran el papel de los fogones en nuestra sociedad, pero ¿qué pasa en la gastronomía popular? ¿Es cultura lo que podríamos denominar como la cocina rural? Indudablemente sí, y el ejemplo más evidente lo encontramos en el pueblo madrileño de Brea de Tajo, donde la gastronomía tiene una sorprendente vinculación incluso con las creencias.
Este vínculo no es nuevo. En Hispania, allá por la época tardo antigua se quejaba San Martín de Dumio que en su obispado de Braga los rustici, es decir, la gente de las aldeas, seguían ofreciendo panes a las fuentes como una pervivencia de cultos paganos. Posiblemente esas costumbres alejadas del cristianismo viniesen del mundo greco-romano donde alimentos como el panis martius (pan de marzo) tenían un simbolismo más allá de lo puramente nutritivo.
En Brea de Tajo el repertorio de alimentos con ese componente especial es especialmente amplísimo y, lo que es más interesante, sigue vivo entre sus habitantes después de siglos de historia. Diecisiete días después de empezar el año nos encontramos los caballitos de San Antón, unos bollos con forma de caballo que las madres realizan a los niños el día 17 de enero, en conmemoración del patrón de los animales.

El relleno de dichos caballitos puede variar desde el membrillo, si se quiere dulce, o por el contrario de chorizo si se desea salado. El origen de estos caballitos se desconoce, pero está claro que se trata de panes votivos presentes en España desde al menos tiempos medievales, como es el caso del bodigo del que se nos habla en La Celestina y que se refiere a un pan ofrecido por el alma de un difunto.
Una tradición hoy perdida era la de llevar a la iglesia un pan cuando nacía un bebé; de esta manera el pan adquiría un valor simbólico como ofrenda y el de Brea de Tajo fue catalogado como el mejor de la comarca ya desde el siglo XVIII. Como ofrenda encontramos otro pan que según una vecina del pueblo, Emilia Muñoz, se le entregaba a la tía Martina, con el cual afirmaba trasladar las ánimas del infierno al purgatorio.
Siguiendo el año y antes de salir del invierno, uno de los platos más apetecibles para combatir el frío son las gachas, una especie de papilla hecha con harina de almorta que también tiene su componente mágico. Pues existe la costumbre y casi me atrevería a decir que el tabú, de no comer este plato si al hacerlas se tiene noticia del fallecimiento de algún vecino del pueblo.
La mala noticia obliga a deshacerse de las gachas tal y como estén, pues dice la tradición que de no hacerlo se corre el riesgo de que el espíritu del muerto acuda a remover la masa con el dedo.
Otro plato muy parecido a las gachas son los puches, una especie de gachas dulces elaboradas con anises y harina de trigo que se sirven como postre para los niños. También tiene su componente mágico. Pues pese a poderse realizar en cualquier época del año se tiene como tradición elaborar el día de Todos los Santos. Una fecha en la que por cierto los vecinos Brea de Tajo ya tallaban y siguen tallando calabazas en forma de calavera desde tiempo inmemorial mucho antes de la llegada de Halloween a España.
Durante el Viernes Santo nos encontramos otra tradición en la que los alimentos tienen mucho que decir, pues en este caso el rico aceite de oliva con el que cuenta el pueblo forma parte de un ritual que solo se enseña en esa fecha y bajo un enorme secretismo. Otra muestra más de cómo los alimentos conectan con cuestiones tan singulares de nuestra cultura como el curanderismo.

Pero es que además, con la llegada de la Semana Santa, en Brea de Tajo se disfruta del hornazo (un bollo dulce con un huevo duro en su interior) elaborado el Domingo de Resurrección, cuya forma recuerda ya no solo a los muchos otros hornazos extendidos por toda España si no también a los cuddura cull’ova de Italia cuyo simbolismo, dada la fecha, va más allá del puramente gastronómico, ya que diversas tradiciones apócrifas asocian el huevo como la figura de Cristo Resucitado.
Otro dulce cargado de significado son las Caridades, directamente relacionados con la festividad de Santa Catalina (25 de noviembre) En ella era completamente necesario compartir con los más pobres su pan, un pan de anís semejante a un trébol llamado Caridades de Santa Catalina. Por ello los cofrades regalaban estas caridades a las familias más necesitadas; de ahí el nombre.
Brea cuenta con otro alimento singular importado del municipio de Arbarcón (Guadalajara): el licor de nueces. Para su elaboración se requieren 40 nueces verdes, que se han de coger la mañana de San Juan antes de que salga el sol. Luego hay que dejarlas en vino 40 días para así a principios de agosto, retirar los posos y añadir una botella de anís y un kilo de azúcar.

Dónde dormir: Casa Rural El Zumaque; C/ Ebro, 1; Brea de Tajo (Madrid); teléfono: 918721013.
Dónde comer: Casanova Restaurante; Autovia A-3, Km. 62.5; 28597 Fuentidueña de Tajo (Madrid); teléfono: 918728005.