A finales de la década de 1970, Jeromo Bueno, un labrador de Zalamea de la Serena, en Badajoz, empezó a construir una alberca de riego en una pequeña elevación que se erguía en medio de su propiedad, la finca Cancho Roano. Sin embargo, al ponerse a cavar empezaron a aparecer grandes construcciones de piedra, junto a enormes cantidades de ceniza y objetos antiguos. Pronto se supo que Jeromo Bueno había realizado por casualidad uno de los descubrimientos más espectaculares de la arqueología española de los últimos tiempos: un edificio de la Edad del Hierro quemado y abandonado con todo su contenido.
El yacimiento de Cancho Roano
El arqueólogo Joan Maluquer de Motes, una de las máximas autoridades en arqueología tartésica, exhumó un gran edificio en forma de U, en un excelente estado. Los muros de adobe todavía conservaban una altura de más de dos metros y en su interior se hallaron cenizas y otros materiales como joyas de oro y plata, abalorios de vidrio, adornos de hueso y marfil, herramientas de hierro y una nutrida colección de cerámicas varias. Entre estas últimas destacaban unas copas de origen griego porque permitieron fechar el abandono del lugar a finales del siglo V antes de Cristo.
Trabajos posteriores documentaron unas serie de habitaciones que rodeaban el edificio, así como construcciones más antiguas, de finales del siglo VI a.C. y un gran foso que rodeaba el recinto. Cancho Roano era un verdadero complejo monumental. El hallazgo de un yacimiento tan excepcional, en un entorno tan desconocido para la arqueología que era entonces Extremadura, produjo gran sorpresa y suscitó numerosas teorías sobre su función y significado, con debates y discusiones que se han prolongado hasta nuestros días.
El yacimiento contiene restos de tres edificios sucesivos. El primero data de principios del siglo VI a.C., el segundo se construyó 50 años después y el tercero se erigió a finales del siglo V a.C., no mucho antes de ser incendiado y abandonado. El edificio estaba rodeado por un foso lleno de agua, un cinturón de pequeñas habitaciones y un muro aterrazado. El patio, de 100 metros cuadrados de superficie, tiene en su centro un pozo de cinco metros de profundidad. Se hallaron aquí ánforas, joyas, armas y útiles como una gran sierra de hierro. En el santuario o área sagrada no se hallaron objetos.
Maluquer creyó que el edificio tuvo en un principio un uso residencial y más tarde habría sido usado como ustrinum o crematorio de cadáveres. Ideó el concepto de palacio-santuario, pues, según él, el edificio habría aunado el papel de residencia de un reyezuelo local con el de santuario funerario, además de ser un lugar de intercambio comercial. Maluquer acabaría decantándose más por la función de santuario, aunque sin descartar que el sitio cumpliera diversas funciones.

Los equipos que excavaron después de Maluquer se decantaron más por la hipótesis de Cancho Roano como centro religioso, a la luz, sobre todo, de la aparición de una serie de altares en los niveles más antiguos del yacimiento. Otros investigadores han sostenido teorías distintas. Por ejemplo, Antonio Blanco Freijeiro identificó el yacimiento como un altar de sacrificios donde se realizarían grandes hecatombes (sacrificios de animales) relacionadas con los lusitanos, teoría que quedó descartada.
Cancho Roano y la Atlántida
También se ha discutido si los constructores de Cancho Roano fueron fenicios, griegos o tartésicos. Incluso se ha querido vincular Cancho Roano con el mito griego de la Atlántida, teoría que ha tenido poca acogida entre los investigadores. Ya no se le identifica como un lugar de cremación o hecatombes, y sus altos niveles de ceniza se atribuyen a un gran incendio, quizá ritual, que a finales del siglo V a.C. propició su abandono.
Cobra fuerza la idea de que Cancho Roano fue un centro de las poblaciones locales de Extremadura en época post-orientalizante. Y como, desde siglos atrás, tales poblaciones recibían los influjos de las tres culturas citadas antes, no es de extrañar que Cancho Roano muestre rasgos de todas ellas.

Dónde dormir: Hotel Trajano; carretera Herrera del Duque-Santa Amalia, km 100.60; 06430 Zalamea Serena (Badajoz); teléfonos: 924780282 y 677388976.
Dónde comer: Casa Julio; calle Trajano; Zalamea de la Serena (Badajoz); teléfono: 630532975.