Es uno de los enclaves más antiguos de Andalucía. Un lugar privilegiado, sobre un alcor, desde el que se ve la vega que baña el río Corbones. A los pies del alcázar en el que tiene acomodo el Parador, se extiende la ciudad de Carmona, con monumentos, casas nobles, iglesias y una alegría desbordante que recorre sus calles estrechas, que configuran meandros por los que se diseminan palacios con altas ventanas y visillos de encaje.
Situada tan solo a 30 kilómetros de la capital andaluza, Carmona cuenta con un importante pasado histórico debido a su estratégica ubicación, que hizo que tartesios, cartagineses, romanos y árabes fijaran sus ojos en ella. El punto de partida del viajero puede ser el impresionante conjunto urbano de la plaza de San Fernando, rodeada de bellas edificaciones del siglo XVI, algunos palacios barrocos y otras casas señoriales del siglo XIX, un sabio cóctel de azulejos, columnas y galerías porticadas.
La ciudad acoge uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la España antigua, formado por una necrópolis, con más de 250 tumbas (entre las que sobresalen las de Servilia, del Elefante y Attis) y un anfiteatro romano, ambos datados en el siglo I antes de Cristo, que se levantan, poderosos, al final de la calle Jorge Bonsor (el descubridor de Tartessos)
La necrópolis de Carmona fue descubierta entre 1868 y 1869 de manera accidental cuando se iban a realizar unas obras de un camino. Los estudios realizados a las piezas encontradas coinciden con los rituales funerarios que se hacían en la época romana del emperador Claudio.
La puerta de Córdoba tuvo tres arcos de entrada, lo que hace de ella la única puerta romana defensiva con tres arcos en España. El Alcázar de Arriba, hoy parador, es una construcción de base romana, aunque reformada por los almohades.
Herencia de Roma es la plaza de San Fernando, la plaza principal del foro romano. Allí hay interesantes edificios, como el mudéjar decorado con azulejos de Cuenca, la Antigua Audiencia o el convento de la Madre de Dios.
En ruta a pie desde aquí en dirección hacia el otro extremo de la urbe por el paseo del Estatuto, el viajero podrá alcanzar otros puntos de interés para visitar como son la Iglesia de San Pedro, con una torre que recuerda a la famosa Giralda, la puerta de Sevilla y el Alcázar de Abajo, que daba paso, en sus tiempos, a la primitiva ciudad.
Pero también existe un Alcázar de Arriba, donde en la actualidad se ubica el Parador, una construcción almohade que sirvió de residencia a gobernadores y taifas hasta que, en el siglo XIV, el rey Pedro I lo utilizó como palacio.
Aunque sus orígenes son almohades, lo cierto es que su aspecto actual se debe a este monarca, conocido como El Cruel. Un baluarte decorado por los mismos alarifes musulmanes que dejaron su particular impronta en el Alcázar de Sevilla.

Frente a la puerta de Córdoba se alzan solemnes, la casa de las Aguas y la Iglesia de Santiago, del siglo XVI. La Iglesia de San Felipe, uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura mudéjar, el convento de Santa Clara, la iglesia gótica de Santa María y el Convento de las Descalzas, puro barroco andaluz, completan el patrimonio artístico de la ciudad de Carmona, con algunas casas señoriales, como la del barón de Gracia Real, que proporcionan aún mucho más encanto a este mágico lugar.
Los añadidos de cartagineses, romanos, musulmanes y cristianos dieron como resultado un extraordinario conjunto en el que destacan las torres del Oro y del Homenaje o el Salón de Presos. La combinación de elementos de distintas épocas vuelve a darse en otros monumentos de Carmona, como en la iglesia de Santa María la Mayor, construida sobre una mezquita, de la que se conserva el patio de las abluciones.

Del barroco, el viajero también puede visitar la iglesia mudéjar de San Bartolomé. La de San Blas se levantó sobre una sinagoga. Su retablo barroco es precioso. El convento de Santa Clara tiene preciosos claustros mudéjares y guarda pinturas de Valdés Leal. Cabe destacar el artesonado de la iglesia del convento de la Concepción.
En el también barroco convento de San José, convertido en cárcel en el siglo XIX, murió prisionero el último presidente de la República española, Julián Besteiro.
