La Villa de Materno Cinegio, uno de los mayores represores de los templos paganos durante el gobierno en Roma del emperador hispano Teodosio el Grande (378-395), forma parte de un importante yacimiento arqueológico de España, el de Carranque, próximo al límite provincial entre Toledo y Madrid.
El parque arqueológico permite al visitante conocer aspectos de la vida cotidiana de estos parajes manchegos en época tardorromana con maquetas, medios audiovisuales y piezas originales halladas en la excavación y otros elementos interpretativos. Todo ello se expone en el notable centro de interpretación.

La didáctica exposición explica cómo eran el aseo personal, los juegos, los adornos, la cocina, el campo, las creencias religiosas y el mundo de ultratumba, todo ello introducido por un recorrido por la Hispania del siglo IV. Un viaje al pasado que sin duda embarga a quien lo visita en una atmósfera embriagadora por la historia.
Tres son las construcciones reconocibles en el sitio: los restos de una basílica paleocristiana, un supuesto ninfeo y la Villa de Materno. Ésta ocupa 1.200 metros cuadrados y cuenta con numerosas habitaciones y salas decoradas con hermosos mosaicos, como el del Océano.

Tal complejo forma parte de la denominada pars urbana, esto es, la parte construida y dedicada a la vivienda, alrededor de la cual se encontraban las bodegas, almacenes y cuadras. Se accedía al pórtico de la villa por dos torreones laterales; sus salas principales eran el triclinium (comedor), el oecus (sala de recepciones) y el cubículum de Materno, todas pavimentadas con bellos mosaicos.
Entre ésos, destaca el que representa, en el oecus, una escena de caza protagonizada por Adonis y un jabalí, además de por Venus, que muestra a Marte el combate. De todas formas, el mosaico de la fuente de Océano es el que concita más admiraciones.

Entre la casa de Materno y la basílica se halla el mausoleo, en donde debieron ser enterrados el dueño de la villa y su familia. Se trataba de un pequeño edificio sobre podio, con un zócalo de granito y cubierto por una bóveda. Su interior estaba pavimentado con mosaico del que sólo se conserva un pequeño fragmento.

En el pueblo propiamente dicho, merece la pena visitar la iglesia de la Magdalena. En la ribera del río Guadarrama, a su paso por Carranque, se encuentran todavía los vestigios de algunos molinos. Su entorno rodeado de pinos, chopos y bosques de ribera, brindan, asimismo, la posibilidad de disfrutar de un rato en la naturaleza.
La zona perteneció a la Orden del Temple para pasar después a la Orden de San Juan. En 1509 se formó una concordia sobre dehesas y pastos entre los concejos de El Viso, Carranque y Palomeque y el comendador Iñigo López de Ayala. En la segunda mitad del XVI la población dependía administrativamente de El Viso.
