Corría el año 1839 cuando un restaurador francés, Émile Huguenin Lhardy, abrió una pastelería en la madrileña Carrera de San Jerónimo, y poco después la convirtió en restaurante. Lo bautizó con su propio apellido, Lhardy, y el establecimiento no tardó en convertirse en punto de encuentro de las clases pudendas de la corte.
La Casa Lhardy y la reina Isabel II
Sobre todo a raíz de que lo frecuentara la reina Isabel II de incógnito, y es más, aprovechaba la candidez de sus salones para mantener sus frecuentes idilios amorosos. La tradición la continuaron su hijo, Alfonso XII, y su nieto, Alfonso XIII. ¿Y qué se dice hoy por Lhardy?”, preguntaba Alfonso XII a sus consejeros.
Aristócratas y burgueses también hicieron suyo el restaurante desde que, en 1841, el marqués de Salamanca, el financiero artífice del ensanche urbano de Madrid, celebró allí el bautizo de su primogénito. De esta forma, Lhardy se convirtió en pocos años en el restaurante más chic de la corte.
Hasta Benito Pérez Galdós cita a Lhardy en sus Episodios Nacionales. En la planta baja del restaurante se han cerrado negocios, se han firmado pactos políticos, se han escrito novelas e incluso se han derrocado gobiernos. Gran parte de la historia de España se ha tramado entre la elegancia de estas paredes, bajo sus lámparas que evocan la etiqueta y solemnidad del romanticismo, y en torno a sus manteles que continúan subrayando los más delicados refinamientos gastronómicos.

El escritor Ramón de Campoamor celebró en Lhardy su elección como gobernador de Castelllón en 1853. El Ayuntamiento de Madrid hizo lo propio en el segundo centenario de Calderón de la Barca. No todas las opiniones apuntan a la excelencia en los comienzos como restaurante. El escritor Alejandro Dumas, en una de sus visitas a España, visita el lugar, al que denomina Casa Lardi, y su opinión al respecto es completamente neutra.
El discreto Salón Japonés del local recibió en más de una ocasión al general Primo de Rivera, que mantuvo en él diversas y secretas reuniones políticas durante la Dictadura (1923-1929) También en Lhardy, paradojas del destino, se decidió el nombramiento de Niceto Alcalá Zamora como presidente de la Segunda República.
Algunos de los platos que hicieron famoso a Lhardy han sido los callos a la madrileña, las truchas escabechadas, el faisán, las perdices encebolladas…, y sobre todo su célebre cocido, que chiflaba a la propia Isabel II. Su receta de lenguado al vino blanco recibe en algunos restaurantes franceses la denominación de ‘lenguado Lhardy’.
Sus grandes escaparates abiertos en la Carrera de San Jerónimo eran un auténtico reclamo para el paladar. Aunque los precios eran bastante elevados para los ciudadanos de a pie. La vida de Lhardy como restaurante solo se interrumpió durante la Guerra Civil, cuando solo permaneció abierta la tienda en la que se expendía las escasas viandas disponibles en aquellos días.
Entre los servicios de catering más famosos de finales del siglo XIX que realizó Casa Lhardy figuran algunos como la inauguración del Palacio del Marqués de Salamanca, en el paseo de Recoletos (1858); la inauguración del tramo ferroviario de Aranjuez-Alicante (1871), o el almuerzo ofrecido el 6 de junio de 1880 a los reyes Alfonso XII y su esposa María Cristina en el Salón de Concilios del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares.
Casa Lhardy no fue el único establecimiento de la capital de tintes políticos a la par que gastronómicos. La historia política de España se ha gestado asimismo en otros locales de Madrid. Como el Van Gogh Café, donde se gestó un intento de Golpe de Estado previo al 23-F; Casa Labra, en la calle Tetuán, donde se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879; o el Embassy, refugio para agentes y cooperantes secretos británicos durante la II Guerra Mundial.
Dónde dormir: La Posada del Peine; Calle Postas, 17; 28012 Madrid; teléfono: 915238151.
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