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Caspe solía estar a orillas del río Guadalope, pero le hicieron el pantano de Mequinenza aguas arriba y dejaron seco el cauce. Sin río y todo, Caspe requiere una visita histórica porque es una ciudad bella y contiene monumentos dignos de apego.

Cuenta la leyenda que Caspe fue fundada por Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé, en la expedición que realizó remontando las aguas del Ebro hasta Logroño. Si dejamos a un lado la leyenda y nos remitimos a la más fidedigna arqueología y las huellas reales que el pasado ha dejado, la localidad aragonesa es tierra rica en yacimientos prerromanos.

En su casco urbano se encuentran las ruinas del castillo donde se celebró un hecho histórico de notable relieve: el Compromiso de Caspe, por el que, en la Edad Media, nueve compromisarios eligieron un sucesor para el rey de Aragón Martín I, que había fallecido en 1410 sin dejar descendencia y sin nombrar sucesor.

El pacto, tras dos meses de deliberación, tuvo lugar en 1412 por representantes de los reinos de Aragón y Valencia y del principado de Cataluña para entronizar a Fernando de Antequera, miembro que pertenecía a la dinastía Trastámara de Castilla.

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Panorámica de Caspe (Zaragoza)/Fran Ara

La ciudad fue reconquistada en 1169 por Alfonso II, ayudado por caballeros sanjuanistas y de la Orden de Calatrava. Por ello, el rey entregó a los primeros la villas y castillos de Cetina y Caspe. La desamortización de Mendizábal en el siglo XIX terminó con siete siglos de dominio de la Orden Hospitalaria de San Juan, de Rodas y de Malta.

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Caspe sufrió los rigores de la Guerra de la Independencia: en 1814 los franceses volaron el convento, y en la primera de las Guerras Carlistas se profanó la iglesia y en el convento se construyeron viviendas.

Como consecuencia de estas batallas, se desplomó parte del castillo y fue habilitado el resto para cárcel. En Caspe se creó la Confederación Hidrográfica del Ebro; el municipio fue también sede del Consejo de Aragón y se aprobó inicialmente aquí el Estatuto de Autonomía de Aragón, interrumpido por el estallido de la Guerra Civil.

Caspe, con sus más de 8.000 habitantes, es una población próspera en la margen derecha del Mar de Aragón. El itinerario del viajero en su deseo e intención de recorrer esta localidad debe incluir la plaza Mayor, la magnífica colegiata de mezcla gótico-barroca, joya del gótico aragonés, el castillo medieval donde se firmó el célebre Compromiso, el Ayuntamiento y la torre de Salamanca en el conjunto del cabezo de Monteagudo, fuerte fusilero de la guerra carlista que alberga el Museo de Heráldica del Reino de Aragón.

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Lienzo que rememora el Compromiso de Caspe.

Tras pasar también por la casa-palacio Piazuelo-Barberán del siglo XVII (en la Plaza de España), el viajero puede acceder, inmediatamente, al distrito de La Muela, el barrio más típico de Caspe. La colegiata de Santa María la Mayor está asentada en parte de lo que fue la acrópolis construida por la orden militar de San Juan (hoy plaza de Santa María).

De tres naves, en su interior se pueden admirar reliquias como el Cáliz del Compromiso, capillas góticas o barrocas como la de Veracruz. Precisamente, una obra de orfebrería importante es el relicario de la Veracruz. Se conservan también dos sepulcros: uno del siglo XIV y otro del XVI. La portada estuvo decorada con esculturas que desaparecieron durante la Guerra Civil.

La mayor joya de la colegiata, tanto por su valor histórico como de reliquia, es el cáliz del Compromiso, pieza gótica de orfebrería. En el atrio se proclamó rey de Aragón al infante Don Fernando. Paseando por las calles de Caspe nos podemos topar con varias ermitas repartidas por todo el pueblo.

Es el caso de la de Santa Quiteria de 1648, la ermita de Montserrat, destruida durante la Guerra de la Independencia pero reconstruida en el siglo XIX; o las cercanas ermita de la Magdalena de 1790 y la ermita de Balma de 1843.

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Torre de Salamanca./Fran Ara

El Convento de Santo Domingo, situado frente a la estación de ferrocarril, en la actualidad la iglesia está completamente en ruinas. No por ello no puede formar parte de nuestra ruta histórica por el municipio aragonés. A los más arqueólogos les gustará además el mausoleo romano de Miralpeix y a los más devotos la ermita de Santa María de la Horta, dos monumentos salvados del pantano.

Caspe no es el único lugar con historia que podemos visitar a lo largo y ancho de la provincia de Zaragoza. Si ampliamos nuestra agenda viajera, encontramos unos cuantos destinos propicios para seguir embadurnándonos de rico pasado.

Por ejemplo, desplazarnos hasta la cuna de Fernando de Aragón, marido de Isabel de Castilla: Sos del Rey Católico, un pueblo medieval de porte. O bien recorrer Tarazona, una joya del arte mudéjar con una rica historia que atrae al viajero. La lista no acaba aquí. Más ejemplos: Trasmoz, Daroca,…

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Dónde dormir: Visit Hotel; Avenida Chiprana nº 9, 50700; Caspe (Zaragoza); teléfono: 976630055.

Dónde comer: Restaurante Quijote; Avenida Joaquín Costa, 25; 50700 Caspe (Zaragoza); teléfono: 976633162.


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