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El complejo defensivo de Castillitos, a las puertas del estratégico Puerto de Cartagena, se alza imponente sobre la cresta de Cabo Tiñoso, atalaya natural desde la que un grupo de baterías, con gran alcance de disparo, conjuraron cualquier peligro de agresión naval durante la Guerra Civil. Hoy declarado de Interés Cultural, es un lugar sobrecogedor y lleno de sorpresas, un espacio donde entender un poco mejor nuestra historia reciente.

Baterías costeras como las desplegadas en la zona de Castillitos son en cierto modo herederas de las atalayas defensivas o torres de vigilancia que se desplegaron a lo largo del litoral a partir del siglo XVI para defender nuestro territorio de las persistentes incursiones de los piratas berberiscos y, pese a que este rosario de torres fue creado por orden de Carlos V y en mayor medida de su hijo Felipe II, en muchos casos se mantuvieron en pleno funcionamiento hasta bien entrado el siglo XIX.

Su función consistía en crear un campo visual que favoreciera el avistamiento temprano de cualquier embarcación para, de este modo, emitir señales a núcleos próximos, así como buscar protección y refugio contra los intrusos. Pero las torres defensivas del siglo XVI en realidad tuvieron un efecto disuasorio, lo mismo que infraestructuras modernas como la de Castillitos, cuya mera presencia evitó cualquier intento de penetración de naves enemigas en Cartagena durante el periodo de la contienda civil.

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Batería de Castillitos de Cartagena./cartagena.es

A partir del siglo XVIII, bajo el reinado del monarca Carlos III, una serie de acuartelamientos e instalaciones irán ocupando su espacio en la ciudad de Cartagena. Entre ellos, emblemáticas infraestructuras militares como las del Arsenal, el Parque de Artillería, el Hospital Militar o la Capitanía General, a los que se unirán importantes recintos como la imponente muralla de la ciudad.

Castillitos podría definirse como la culminación técnica y arquitectónica de las atalayas costeras, un alarde de ingeniería dotado, a su vez, con una capacidad de maniobra y un alcance de disparo inéditos hasta entonces y revolucionarios para su época. La puesta en marcha de Castillitos comienza en el primer tercio del siglo XX. La idea de su construcción se inscribe como parte del Plan de Defensa de las Bases Navales que Primo de Rivera impulsó a partir de 1926, en el que Cartagena, junto a otros puertos emblemáticos, tenía una importancia capital.

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Su ejecución debió suponer para sus artífices una empresa inconmensurable. Geográficamente, el lugar elegido era óptimo: un escarpado saliente costero, a poniente de Cartagena y encaramado sobre un vertiginoso acantilado cuya altura rondaba los 257 metros sobre el nivel del mar. Desde tal posición, en un día claro la vista alcanzaba dede el Cabo de Gata al sur, hasta más allá del Cabo de Palos al norte.

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Uno de los cañones que se utilizaron en tiempos pasados./cartagena.es

Es en 1929 cuando tienen lugar los primeros trabajos de explanación. Será entre 1933 y 1936 cuando, bajo la dirección del capitán Nicanor Martínez Ruiz, el proyecto de construcción se ejecute. Castillitos estaba flanqueado por otras dos instalaciones, dotadas con sus correspondientes baterías. A levante y una cota inferior, en concreto a 218 metros bajo el nivel del mar, se encuentra la batería de El Jorel, que vigilaba la entrada a Cartagena.

A poniente y en una cota superior de Castillitos, a 345 metros sobre el nivel del mar, se ubica El Atalayón, cuyo arco de visión cubría hasta el Puerto de Mazarrón. Junto a ola batería de Castillitos, en El Jorel se disponía de cuatro piezas de menor calibre apuntando a la bocana del Puerto de Cartagena, mientras El Atalayón estaba dotado con cañones antiaéreos. Las tres infraestructuras completaban un complejo inexpugnable para la época.

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La Batería de Castillitos jugó un papel importante contra las incursiones de los piratas berberiscos.

El sistema defensivo que exhibía Castillitos era resultado de una nueva forma de hacer la guerra que surgirá durante y tras ll Primera Guerra Mundial. Casualmente, la Guerra Civil española estallará coincidiendo con la finalización del complejo Castillitos. Sin embargo, las baterías no estaban operativas, pues aún quedaban por hacerse las pruebas de explanada, que no era otra cosa que comprobar el correcto anclaje e las baterías a al superficie del terreno, así como el montaje en la dirección del tiro y del telémetro.

Pero Castillitos jugó un papel importante en algunos episodios de la contienda, como el acaecido el 25 de abril de 1937, cuando los Cruceros Canarias, Cervera y Baleares se aproximaron a Cartagena, retirándose sin presentar batalla al constatar la superioridad estratégica y de armamento presente en Cabo Tiñoso. Terminada la Guerra Civil las instalaciones de Castillitos permanecieron operativas algunos años. En 1977 tuvo lugar la última última maniobra con fuego real.

La provincia de Murcia da más de sí para el interés histórico del viajero. El Valle del Ricote se presume una buena opción, pues se trata de una zona considerada el último reducto morisco del Levante español tras la expulsión decretada en 1610 por el rey Felipe III. La Bastida o Caravaca de la Cruz son otros dos grandes complementos para concluir un viaje al pasado de lo más granado de la Península Ibérica.

Dónde dormir en Cartagena: Los Habaneros; San Diego, 60; 30202 Cartagena (Murcia); teléfono: 968505250; direccion@hotelhabaneros.com.

Dónde comer en Cartagena: La Marquesita; Plaza Alcolea, 6; Cartagena (Murcia); teléfono: 968507747.


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