La villa de La Guardia, famosa por sus langostas, hace bien en guardarse, como alude su topónimo, porque sus habitantes han estado al paso de la historia con la barba al hombro, siempre vigilando si llegaban vándalos por tierra o piratas por mar. Colina sagrada de la civilización precristiana, a media subida del Monte Santa Tecla, el viajero hallará el castro más importante y completo de Galicia, uno de los poblados celtas mejor conservados, restaurados y estudiados de toda la comunidad autónoma.
Este castro, que vivió su mejor momento entre los siglos I a.C. y I, domina la desembocadura del río Miño y se asoma al mar. La estratégica posición está, además, defendida por buenos escarpes naturales y una sencilla muralla. En su interior el viajero podrá encontrar las características viviendas circulares con patio, aquí agrupadas en núcleos de ocho casas. Predominan las construcciones circulares, aunque también las hay ovales y cuadradas, éstas de influencia romana.

Las calles están pavimentadas y hasta disponen de un sistema de canalización. Una casa reconstruida y amueblada nos permite entender cómo vivían los castreños y convencernos de que cualquier tiempo pasado fue peor. A partir del estudio de los castros los arqueólogos deducen que estas aldeas fortificadas estuvieron habitadas por galaicos de estructura social bastante igualitaria, más pacíficos que belicosos, que vivían de sus cultivos de cereal y de sus animales, aunque también practicaban el comercio y la pesca.
El Castro de Santa Tecla, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional y también Bien de Interés Cultural, comenzó un lento proceso de abandono a partir del siglo I de nuestra era, que bien pudo haber sido interrumpido con reocupaciones esporádicas temporales en época tardorromana.

En el monte de Santa Tecla está también la ermita de la santa patrona de La Guardia y un notable Vía Crucis. Asimismo sobresale el petroglifo Laxe do Mapa, considerado la representación cartográfica más antigua de Occidente. Antes de iniciar el descenso, el viajero puede aprovechar para disfrutar de nuevo de tan maravillosa panorámica, como despedida de esta ruta tan apasionante.
Tiene la villa pontevedresa de A Guarda un buen callejeo en busca de arquitectura popular o patricia, con monumentos como el monasterio de las benedictinas (del año 1558) o las casas solariegas de los Correa y los Somoza. Un triple paisaje marítimo fluvial y montañoso alberga uno de los más típicos pueblos marineros de Galicia, limítrofe con Portugal. Por su situación, A Guarda fue conquistada por vándalos, piratas normandos y sarracenos, portugueses y franceses.
Dónde dormir en A Guarda: Hotel Bruselas; Orense, 7; 36780 A Guarda (Pontevedra); teléfono: 986611121; contacto@hotelbruselas.com.
Dónde comer en A Guarda: Alborada, Rúa do Porto, 34; 36780 A Guarda (Pontevedra); teléfono: 986610321.