A finales de los años cincuenta del pasado siglo aterrizó en el aeropuerto de Barajas el símbolo de la revolución mundial. Ernesto Che Guevara arribó a un país gobernado con mano dictatorial por el régimen franquista, recién salido de la postguerra. El 13 de junio de 1959, el guerrillero argentino descendió por la escalinata de su avión para pisar suelo madrileño. No hubo ningún recibimiento oficial, salvo el del personal de la embajada cubana y la vigilancia de los servicios secretos españoles. Franco permitió la escala en Madrid con la única condición de que no intentase contactar con sectores de la oposición al régimen.
El viaje del Che se enmarcó dentro de la política expansionista del nuevo Gobierno cubano comandado por Fidel Castro que quería conocer de primera mano las economías de los países en vías de desarrollo, con la idea idea de aplicar en su país las medidas de progreso. Las escalas principales de la gira eran Egipto, India, Indonesia, Yugoslavia y Ceilán, países que en la esfera internacional habían expresado su posicionamiento como no alineados.

La visita a España se había previsto como una escala técnica en su viaje camino de El Cairo. Como era de suponer, el Che no debía tiene ningún interés en estrechar las relaciones con la España de Franco. Pertrechado de su característico uniforme militar verde oliva, tocado de boina y su inconfundible puro, la presencia del Che pasó prácticamente desapercibida para la mayoría de españoles. El argentino quiso visitar Madrid para ver, entre otras cosas, cómo era la vida en los suburbios de la periferia.
Tras visitar el barrio de Carabanchel, el Che pasó después por la desaparecida plaza de toros de Vistalegre, recorriendo un coso vacío de público, la Ciudad Universitaria, la Plaza de Oriente y el Palacio Real, para acudir con posterioridad a los almacenes de Galerías Preciados en la Plaza de Callao, que abrieron para él pese a que era domingo. Compró material de fotografía, una máquina de escribir portátil, cosas de aseo y dos libros. Después el líder cubano repuso fuerzas tomando un refrigerio en la cafetería California de la Gran Vía. Tras una jornada maratoniano, el Che descansó en una habitación del Hotel Plaza. La escala del Che apenas duró 16 horas.

Después de varios meses de gira internacional, en septiembre de 1959 el Che emprendió el largo viaje de regreso a La Habana. Cuando el avión que lo llevaba de vuelta a Cuba hizo escala de nuevo en Madrid tampoco hubo recibimiento oficial, salvo el ofrecido por los agentes de los servicios secretos españoles. La embajada cubana se encargó de que pudiera ver cumplido su deseo de acudir a una corrida de toros. El Che fue fotografiado en una barrera de la Plaza de las Ventas.
Durante su segunda breve estancia en Madrid el Che también tuvo tiempo para conceder una corta rueda de prensa con algunos periodistas españoles en su habitación del Hotel Suecia. Pasaron seis años hasta que el cubano volviera a pasar fugazmente por la capital de España. Lo hizo de camino la República Democrática del Congo, donde pretendía exportar su ideario revolucionario. Hizo escala en Madrid, pero en esta ocasión pasó completamente desapercibido bajo la falsa identidad de Ramón Benítez.

Dónde dormir: Hotel Praga; Calle de Antonio López, 65; Madrid; teléfono: 914690600.
Dónde comer: La Bola Taberna; Calle Bola, 5; Madrid; teléfono: 915476930.