A 32 kilómetros de Aranda del Duero se localizan las ruinas de la ciudad romana de Clunia, el antiguo asentamiento arévaco en el que el rebelde Sertorio se enfrentó a Pompeyo en el 75 a.C. Es uno de los dos reclamos más destacados de la localidad cercana de Coruña del Conde. El otro, ser el lugar de origen de Diego Martín Aguilera, inventor español y uno de los precursores de la aeronáutica en España que a finales del siglo XVIII se lanzó desde el castillo de su pueblo con un avión confeccionado de plumas para volar más de 300 metros.
Sería la primera vez que el hombre fue capaz de volar a voluntad siguiendo rumbos determinados y aterrizar a bordo de una máquina más pesada que el aire. El 15 de mayo de 1793 Diego Marín Aguilera consiguió alzar el vuelo por primera vez conocida en la historia de la humanidad. Este lugareño, precoz inventor y de profesión pastor, pasó años estudiando el vuelo de las aves que abundaban en su pueblo para idear una máquina voladora que se asemejaba a una especie de pájaro mecánico.

El armazón era de madera, aligerada de peso, las alas, a escala de las de las águilas, median dos varas y media cada una (poco más de dos metros) y estaban construidas por finas varillas de hierro, entrecruzadas de alambre y recubiertas por plumas de águila con la misma disposición que en la anatomía de estas aves.
Ante el estupor de sus vecinos, el artefacto salió volando con el rumbo que había determinado su creador (llegar hasta Soria haciendo escala en una colina del Burgo de Osma y después regresar al pueblo), se elevó unos seis metros y continuó volando, hasta perderlo de vista, hasta una distancia de medio kilómetro.
Diego Marín, tras este primer resultado, estaba seguro de poder seguir volando y llegar a Soria. Recogió el aparato para repararlo e intentarlo en otra ocasión. Sin embargo, parientes suyos y otros vecinos del pueblo lo tildaron de loco y extravagante y destruyeron su avión, lo que le causó una profunda depresión y falleció con apenas 44 años de edad.

La historia de este pionero de la aviación se detiene con la llegada a la siguiente parada. Los restos de la Clunia romana, una ciudad populosa de unos 20.000 habitantes, son visitables para el viajero amante de la historia. El graderío de su teatro, prácticamente intacto, puede acomodar a 9.000 espectadores, uno de los mayores de la Hispania romana.
También resultan de interés dos termas. En el foro o plaza pública el viajero distinguirá basílica, templo, tabernae (tiendas) y viviendas datadas entre los siglos I al V. Clunia fue el centro jurídico y religioso de la Celtiberia.
De la época visigoda han permanecido en la zona restos como una necrópolis en el vecino Hinojar del Rey y las trazas de la ermita del Santo Cristo de San Sebastián. La ciudad de Clunia no fue ajena al afán de la invasión árabe con las tropas de Tarik que arrasaron la villa. Finalmente, a mediados del siglo VIII Alfonso I de Asturias reconquistó la ciudad, cuya nueva fortaleza se fundó en un alto al sur de la ciudad primitiva cuando el rey García I de León encomendó al conde de Castilla Gonzalo Fernández de Burgos su repoblación.
Linde de frontera, Coruña del Conde pasó a manos musulmanas en varias ocasiones durante el siglo X y vio el paso de los ejércitos califales al menos en dos ocasiones: en 920 (Abderramán III) y 994 (Almanzor). Al final quedó bajo dominio cristiano en el año 1011.
Coruña del Conde se engalana ante el viajero que la visita, entre otros monumentos de postín, con las consabidas ruinas de la ciudad romana de Clunia, la ermita románica del Santo Cristo y un castillo legendario. Esta fortaleza, de los siglos XIV-XV aunque su origen se remonta al siglo X, fue disputada por Almanzor y los castellanos durante las incesantes guerras que mantuvieron en el siglo X. En lo alto del cerro que domina la villa se yerguen las ruinas del castillo, del que se conservan maltrechos algunos tramos de paredes y cubos cilíndricos y prismáticos almenados.

Desde su atalaya el viajero podrá disfrutar de una extensa panorámica del valle del río Arandilla, cruzado por dos sugestivos puentes romanos de tres ojos que anuncian la proximidad de Clunia, pues eran paso obligado para llegar a la calzada que conducía a la ciudad romana. La ermita del Santo Cristo resulta de obligada visita para el viajero aficionado por el arte románico. Cuenta con ingenuos canecillos románicos y algunos relieves de época romana.
Burgos da mucho de sí para prolongar la estancia del viajero aficionado al pasado. Sin ir más lejos, la cuna del primer europeo se halla en la misma provincia. El yacimiento de Atapuerca, que no depara de dar nuevas sorpresas, es el foco que concentra los restos fósiles de los seres humanos más antiguos del Viejo Continente. Peña Amaya o Caleruega son otros dos destinos de interés que seguro agradarán la estancias por estas tierras de histórico pasado.

Dónde dormir: Casa Rural El Castillo; Plaza Conde Gonzalo Fernández, 1; Coruña del Conde (Burgos); teléfono: 947527382.
Dónde comer: La Posada Ducal; Plaza Mayor, 1; 09410 Peñaranda de Duero (Burgos); teléfono: 947552347.