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Pocos santuarios, no ya de España, sino de la cristiandad toda, han alcanzado el rango de Caravaca de la Cruz (Murcia), que es, por concesión pontificia, Quinto Lugar o Ciudad Santa, con privilegio de celebrar año jubilar perpetuamente. En Caravaca quizás no es el objeto el que condiciona un comportamiento y un determinado acto de fe, sino el lugar, el enclave donde ese acto de fe se produce, la circunstancia que propicia que sea allí y no en otro lugar donde el prodigio se hace posible.

El milagro del Lignum Crucis

El Santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca posee una reliquia del Lignum Crucis, que según la tradición llegó de forma milagrosa en 1232. Por entonces, era rey de Castilla Fernando III el Santo (quien quiso que la cruz tuviera ministros que la sirviesen y una nutrida guarnición militar para que la guardase y la defendiese) y de Aragón Jaime I.

La astilla se custodia en un relicario con forma de cruz de doble brazo horizontal (uno de 7 centímetros y otro de 10 centímetros), y uno vertical (17 centímetros) Es decir, una cruz patriarcal que, si damos crédito a la tradición, perteneció al patriarca de Jerusalén Roberto.

En el siglo XIV, cuando Caravaca fue entregada a la Orden de Santiago, el santuario se convirtió en uno de los principales estandartes de la propaganda ideológica de la Orden, y hasta él llegaban numerosos peregrinos desde lugares muy lejanos para ganar las indulgencias concedidas por los pontífices.

La historia de la cruz de Caravaca

Según la tradición, en tiempo de la presencia musulmana en la Península, el señor almohade de Caravaca, Abu Zeyt (primo del Miramolín vencido en las Navas de Tolosa), pidió a un sacerdote cristiano al que mantenía cautivo (de nombre Ginés Pérez Chirinos) que celebrara una eucaristía en su presencia. Tenía el árabe la curiosidad insana de presenciar de cerca cómo, tras las palabras latinas del sacerdote, la Sagrada Forma se transubstanciaba en carne y sangre de Jesús.

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Accedió el sacerdote, pero cuando se disponía a oficiar advirtió que le faltaba la preceptiva cruz que preside el altar. Entonces ocurrió el milagro: se abrieron los cielos y descendieron dos ángeles portando una cruz de doble travesaño que contenía un Lignum Crucis. El almohade se convirtió al cristianismo al instante y, cayendo de rodillas, renegó del Corán.

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El santuario de la Vera Cruz de Caravaca.

Todo aquel suceso fue el origen de la adoración a la reliquia, que siguió en Caravaca por los siglos de los siglos, repartiendo milagrosos dones, defendiendo a sus fieles y convirtiéndose en el centro de todo un comportamiento mágico que aún hoy sigue conformando la vida de la ciudad y de la comarca.

Caravaca y los templarios

No obstante, algunos eruditos se resisten a creer que la cruz de Caravaca proceda del cielo y opinan que pudieron traerla los templarios de la iglesia de la Vera Cruz, en Segovia, hacia 1232, cuando se les encomendó la defensa de la comarca. Es cierto que esta Orden recibió de Alfonso X el Sabio la bailía de Caravaca, y permaneció durante algunas décadas en el noroeste murciano. Por otra parte, es conocida la presencia templaria en el Camino de Santiago, por lo que siguiendo con dicha hipótesis, se podría relacionar la ruta jacobea, a través de los enclaves del Temple, con Caravaca de la Cruz.

Once años después de la aparición de la Cruz, esta sirvió de bandera y talismán contra ulteriores ataques musulmanes, en especial los llevados a cabo por Muhamad ibn Nasr, rey de Arjona y Granada. Con ello, Caravaca se consolidaría como bastión de la frontera hispano-árabe.

Tras su incorporación a Castilla, Caravaca fue durante dos siglos y medio tierra de frontera con el reino nazarita de Granada. Primero fue una bailía de la Orden del Temple; después de la disolución de la misma pasaría a la monarquía, que la entregaría en señorío a Pedro López de Ayala (1327-1344); y, finalmente, en 1344 Alfonso XI la entregaría a la Orden de Santiago.

Parece indudable que desde el primer momento de la cristianización de la villa, esta se identificó profundamente con la Vera Cruz, tanto en lo oficial como en lo popular. De hecho, ya en 1285 se cita la presencia de la Cruz en el escudo del concejo de Caravaca, con lo que parece haber calado hondo la tradición, amén de muchos prodigios que alrededor de ella decían que ocurrieron, casa de batallas ganadas al infiel bajo su paraguas.

Robada en la Guerra Civil

En la madrugada el 14 de febrero de 1934, en los años previos de la Guerra Civil, se produjo el robo de la Cruz de Caravaca y su relicario en una noche infausta. La investigación policial e instrucción judicial no lograron resolver la cuestión y nunca más se ha sabido del paradero de la Vera Cruz de Caravaca. Se apeló a Roma y el papa Pío XII envió en 1942 dos fragmentos del Lignum crucis, que llegaron a Caravaca en la víspera de las fiestas de mayo; pronto serían guardados en un nuevo relicario que prácticamente reproducía al sustraído.

El papa Juan Pablo II, en reconocimiento de los valores, la historia y el culto ofrecido a la Cruz de Caravaca, a petición del obispo de Cartagena, concedió un año Jubilar a la ciudad el 2 de enero de 1981. Ya sería en 1998 cuando el pontífice, a solicitud del prelado de Cartagena y de la Real e Ilustre Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, concediese la celebración de un Año Jubilar cada siete años perpetuamente en el santuario de la Cruz de Caravaca, comenzando el primero en 2003, y otorgando indulgencia plenaria bajo las condiciones habituales, durante los días 3 de mayo y 14 de septiembre, o peregrinando en grupo.

Se le atribuyen milagros

Muchos han sido los milagros atribuidos a esta santa cruz. Tantos, que en alguna época se tuvieron que abrir hospederías y hospitales junto al santuario para atender a los fieles que deseaban agradecer a Dios su liberación del cautiverio, a los numerosos peregrinos que acudían de toda España para pedir la curación de alguna enfermedad…

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La Cruz de Caravaca.

Visitar el castillo-santuario que acoge la reliquia es absolutamente imprescindible si se visita esta localidad murciana. Como conjunto histórico-artístico y como museo y centro espiritual, es uno de los enclaves más importantes del sureste español. Domina la ciudad y los valles que la circundan desde lo alto de una colina.

El castillo, originalmente islámico (siglos X-XI), ha ido evolucionando y variando su fisonomía a lo largo de la historia. Un total de 14 torreones se reparten a lo largo de las murallas (que tienen su parte árabe visible en la parte norte) que protegen la fortaleza, que pasó a ser de la Orden del Temple una vez reconquistada a los musulmanes la villa.

La antigua alcazaba musulmana fue derribada en el siglo XVII para construir la actual iglesia santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca. La fachada, realizada en mármol, es de estilo barroco. En el interior de la iglesia, que guarda una estrecha relación con el estilo herreriano, se hallan el órgano y los retablos, todos de estilo barroco.

La cruz de Caravaca forma parte del recorrido histórico por la España Mágica que alberga reliquias diseminadas por toda la península Ibérica. Mi nuevo libro, La España Sagrada. Historia y viajes por las reliquias cristianasLa cruz de Caravaca: una reliquia milagrosa 1, propone un viaje por un territorio amante de los restos de santos y aquellos objetos relacionados con la vida de Cristo a los que se sigue venerando dos mil años después.


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1 COMENTARIO

  1. Precioso reportaje, y además muy adecuado para entender el significado de una cruz que mucha gente lleva colgada del cuello sin apenas conocer su historia. Creo que fue en el año 2018 durante unas vacaciones en Santiago de Compostela, que habían instalado en un parque muy céntrico una exposición sobre la Cruz de Caravaca, en un acto conjunto con la Comunidad de Murcia y era algo espectacular.

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