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A 70 kilómetros al noroeste de Madrid aparece un pequeño trozo geográfico de apenas 12 kilómetros cuadrados rodeado completamente por tierras castellanas. Se trata de la Dehesa de la Cepeda, un pequeño espacio despoblado perteneciente al municipio madrileño de Santa María de la Alameda, que tiene su particular historia.

Se trata del único enclave de Madrid, un territorio incluido en otro geográficamente, entre las provincias de Segovia y Ávila. Es una zona de difícil acceso dedicada a la ganadería que el municipio segoviano de El Espinar reclama, infructuosamente, desde hace tiempo.

Su situación peculiar se remonta al siglo XII, cuando comenzaron más de seis siglos de litigios entre El Espinar (donde se custodian documentos firmados por el rey Alfonso IX que le otorgan la propiedad del terreno) y Santa María de la Alameda.

El origen de La Dehesa de la Cepeda

El origen de la villa procede de la época de la Reconquista, que fue cuando por el lugar se fueron esparciendo asentamientos de hombres libres y milicias concejiles, formadas por campesinos y artesanos que años atrás habían cogido las armas para defender su territorio.

Hasta el año 1833, la Dehesa pertenecía a Segovia, pero a partir de ahí, a tenor de la división territorial elaborada por Javier de Burgos, pasó a formar parte de Madrid. No está documentado cómo el terreno madrileño acabó por separarse de la región y se quedó aislado.

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Se cree que las tierras de la Dehesa de la Cepeda fueron subastadas y adquiridas por los Sainz de Baranda, familia de quien fue el primer alcalde de Madrid, que prefirieron ligar el futuro de la finca que ocupa el lugar al de la provincia madrileña. A finales del siglo pasado los terrenos todavía seguían en disputa.

Santa María de la Alameda se convirtió en un fortín de los militares republicanos durante la Guerra Civil. Por el monte se cavaron trincheras y refugios que aún permanecen intactos. La contienda destruyó buena parte del pueblo, aunque los muros sagrados de la iglesia y la cantina se mantuvieron en pie. Y ahí siguen, erguidas, las dos parroquias.

El encanto de la localidad permanece sellado: sólo puede ser recorrida a pie o en todoterreno. Se sabe que alberga un puente romano sobre un arroyo y la peana de la cruz de Pedro Álamo, que data 1616. La curiosidad del viajero le llevará a descubrir este rincón con encanto e historia.

Si seguimos hablando de otros enclaves con historia en nuestro país, no podemos olvidar el caso de Petilla de Aragón, municipio que administrativamente pertenece a Navarra pero que está situado en tierras de Aragón.

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Dónde dormir en El Espinar: Hostal Siete Picos; Calle del Doctor Martí Estevez, 10; 40400 El Espinar (Segovia); teléfono: 921181084.

Dónde comer en El Espinar: Hostería Ca’Techu; Calle Pilar, 20; 40400 El Espinar (Segovia); teléfono: 921181662.


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