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Parece un pueblo fantasma porque está deshabitado y apenas perduran en pie 40 casas y una parroquia. A escasos kilómetros de Villa Del Prado (Madrid) el viajero localiza El Alamín, una pequeña villa mandada construir por el marqués de Comillas en el año 1957 para alojar a los empleados de su finca, dedicada a explotaciones agrícolas como el tabaco o el algodón.

Su trazado fue diseñado de forma similar a los pueblos de colonización que el franquismo levantó hacia la mitad del pasado siglo XX en diferentes zonas de España, como El Realengo, Esquivel, San Isidro de Albatera… De forma cuadriculada, tenía tres calles paralelas, dos perpendiculares y una gran plaza con una fuente octogonal en medio.

Las casas allí construidas fueron de tipo serrana en piedra y teja solariega. Podían ser de una planta con porche de entrada, o de dos plantas con desván para familias numerosas. Constaban todas de un pequeño patio trasero donde cultivar o poder tener pequeños animales como gallinas o cerdos.

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El Alamín es hoy una antigua colonia de trabajadores abandonada.

Sus moradores eran agricultores que se dedicaban a trabajar las tierras y a hacer de ganaderos. El poblado fue construido en un terreno baldío, junto a la antigua carretera que unía Escalona con Villa del Prado. A modo de comunidad, El Alamín llegó a disponer de iglesia, convento, escuela, peluquería, oficina de correos y unas cuarenta viviendas. Los habitantes no pagaban nada por vivir allí, solo el recibo de la luz.

En los buenos tiempos, más de 150 personas vivieron en la zona de El Alamín. Una vez se jubilaban debían abandonar el pueblo y dejar su casa para la siguiente familia de jornaleros. La pérdida de rentabilidad motivó su despoblación hasta que a principios de siglo se vendió el pueblo y quedó vacío. La mayoría de los lugareños emigró a Villa Del Prado y Madrid.

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La zona en la que se ubica El Alamín tiene unos orígenes históricos que ponemos a disposición del viajero para que se empape de cultura. En la época de la Reconquista, El Alamín era la frontera de los reinos cristianos y  musulmanes. Llegó a contar hasta con cinco mezquitas. Se trataba de una población próspera, una ciudad amurallada con un castillo.

Los terrenos de Alamín se situaban a ambas partes del río Alberche. En concreto, esta población pertenecía al Califato de Córdoba. El pueblo era una de las ciudades protectoras de la ciudad de Toledo.

Con la conquista cristiana, en el año 1180 Alfonso VIII donó las tierras de Alamín al Arzobispado de Toledo. Para en 1436 pasar a ser propiedad de Álvaro de Luna.

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Vista aérea de El Alamín.

El lugar, por su estado de abandono y misterio, está asociado a diversas leyendas, como aquella que dice que un pastor amaneció muerto junto a su rebaño al pasar allí la noche; o que el fantasma del cura deambula por la iglesia. También se dice que los teléfonos móviles pierden la cobertura en el pueblo.

En la actualidad, El Alamín sirve de escenario para los aficionados del paintball. Por lo que queda de sus calles amanecen muros y paredes llenos de impactos de pintura. Es uno de esos lugares abandonados cuyo esqueleto aún resiste al paso del tiempo. Como la localidad de Rodén, considerado el otro Belchite de la Guerra Civil, o la Colonia Santa Eulialia, un proyecto de sociedad utópica que se desarrolló en Alicante.

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Dónde dormir: Club Hípico Los Rosales; Av. los Parrales, 51; 28630 Villa del Prado (Madrid); teléfono: 619962224.

Dónde comer: El Extremeño; Av. del Generalísimo, 78; 28630 Villa del Prado (Madrid); teléfono: 918622404.


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