Toda una eminencia en el conocimiento del pasado visita Lugares con historia. Sin temor a equivocarme, a quien tengo el gusto de presentar ocupa un lugar preeminente en el panorama de las letras españolas. Gracias a su brillante prosa, los españoles conocemos la historia de nuestro país a través de unos cuantos enfoques. Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942) es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y director de las fundaciones Dos de Mayo y Nación y Libertad. Galardonado con el Premio Nacional de Historia en 2008, ha escrito más de 60 libros entre los que podemos destacar Los perdedores de la Historia de España, Atlas de Historia de España, Historia de España desde el arte
o Los mitos de la Historia de España. Acaba de publicar la novela Alguien heló tus labios
. Todo un lujo poder charlar con él sobre lo que nos apasiona: la historia y los viajes.
¿Qué ha querido transmitir con Alguien heló tus labios?
Alguien heló tus labios comienza en 1814. Napoleón ha sido derrotado, y entre los restos de un Madrid harapiento, dos viejos amantes, el marqués de Armillas y la condesa viuda de Montemayor, desgranan sus recuerdos y recorren, tras la memoria de sus antepasados, algunas de las páginas más decisivas de nuestra historia. La soledad del poder, las revueltas territoriales, el miedo que inspira la Inquisición, el amor con su doble faz de salvación y condena, la lealtad y la traición, el aliento corruptor de las clases gobernantes y los sinceros anhelos de reforma, se dan cita en una novela con la que he querido evocar tres siglos de la historia de España, desde el momento en que Madrid es elegida capital del imperio hasta la invasión napoleónica y el triunfo del absolutismo fernandino.
¿Por qué la ha subtitulado como la novela del ‘sentimiento de España’?
Dice Lope de Vega en La Dragontea: “Oh patria, cuántos hechos, cuántos nombres, cuántos sucesos y victorias grandes…” Y a continuación se pregunta: “¿por qué teniendo quién los haga no tienes quien los cante?”. Se ha descuidado el sentimiento. España no ha tenido quien cantase sus baladas, sobre todo en sus últimos tiempos. ¿Por qué se relaciona la idea de la nación española con la extrema derecha? Esto es tristísimo y además falso. Con Alguien heló tus labios vuelvo a la ficción literaria para adentrarme en el corazón humano, pero también para transmitir, una vez más, a mis lectores la razón y el sentimiento de España. Se trata, por tanto, de un libro patriota, pero no patriotero, y nada complaciente. Por el contrario, no me recato en señalar las lacras nacionales, los rasgos más penosos de debilidad u obstinación maniática de nuestros gobernantes, los vicios del pueblo español, a veces tan heroico y arriscado, a veces tan fácilmente manipulable.
¿Dónde se siente más cómodo como divulgador: en la novela histórica o en el ensayo?
La verdad, me siento cómodo en ambos géneros literarios. Ahora bien, la ficción permite llegar a terrenos vedados al historiador: ofrece la posibilidad de entrar en el interior de los personajes, en sus pasiones, en sus sentimientos. La ficción es una maravillosa herramienta para atravesar la dura epidermis de los hechos y explorar el alma de los personajes históricos.
¿Solo con un relato ameno es posible que le lector se aficione por la historia?
Un relato ameno, ayuda a ese fin, sin duda. Pero no todo relato vale, por supuesto. El juego de la ficción, o al menos el juego que a mí me interesa, tiene unas reglas cuando se trata de personajes históricos: aprenderlo todo, leerlo todo, informarse de todo. Y simultáneamente, atender a lo más duradero, a lo más esencial que hay en nosotros, las emociones, como puntos de contacto con esos hombres o mujeres, para no caer en el exotismo o en el cartón piedra.

¿Es entonces partidario de acercar la historia a todos los públicos de una manera sencilla?
Sí, sí. Yo siempre he creído que la historia debe buscar al público. La historia es una necesidad social. Y es justamente por esa razón por la que los historiadores no solo debemos saber qué cosas ocurrieron en el pasado sino que también tenemos la obligación de saber contarlas, escribir con amenidad y utilizar todos los recursos literarios a nuestro alcance. Y más en un país como el nuestro, donde los esfuerzos por consensuar unos contenidos mínimos del pasado tropiezan con quienes conciben la historia de España como una invención, donde cada territorio, cada Comunidad Autónoma, se ha dedicado a inventar un ayer separado y enfrentado al de su vecino y donde políticos de todos los colores ponen el énfasis en una visión extremadamente dramática y pesimista, haciendo buena la tesis de la excepcionalidad, como si países como Francia, Gran Bretaña o Alemania no hubieran conocido crisis de violencia y dramatismo extraordinarios.
¿Se ha tergiversado la historia por intereses políticos a lo largo de nuestra existencia?
La historia nace del deseo de preservar el pasado, de constreñir su espontaneidad en una cárcel de papel de la que resulte imposible fugarse, de hacer los hechos pretéritos inteligibles, y por ello mismo, recuperables. Los otros fines que impulsan al historiador son, por supuesto, muy diversos, y entre ellos no cabe ignorar el de obtener la protección o la recompensa del poderoso.
¿Se sigue haciendo en la actualidad?
El pasado es inflamable y puede manipularse para alimentar el narcisismo colectivo, para justificar una matanza o una guerra, o como temía Orwell después de su paso por la Guerra Civil Española, para abrir paso a un mundo de pesadilla en el que cualquier dictador puede controlar el presente y también el futuro. El riesgo de la manipulación siempre está ahí, y a evitarlo no ayudan precisamente los nacionalismos, maestros en el arte de tergiversar el pasado. Véase, por ejemplo, lo que el nacionalismo catalán ha hecho de la Guerra de Sucesión, imponiendo un relato mítico en clave de resistencia del pueblo catalán contra el pueblo castellano cuando en realidad, como bien expresa uno de los personajes de Alguien heló tus labios, fue una guerra internacional que terminó enconándose en las entrañas de España, guerra de aventureros y soldados venidos de media Europa, guerra civil, guerra de partidarios borbónicos contra aliados austracistas, guerra de gentes que esperan perplejas a que los ejércitos extranjeros dejen de remover sus hogares.
¿Considera que es suficiente y adecuado el conocimiento de historia que se imparte en las escuelas?
No, claro que no. La historia, como la filosofía, corre el riesgo de desaparecer de los planes de estudio. Hablo de la historia seria, no de las tergiversaciones nacionalistas. Y esto entraña un enorme peligro. “Abolid el estudio de la historia”, advertía Voltaire a sus contemporáneos, “y veréis probablemente un nuevo San Bartolomé en Francia y un nuevo Cromwell en Inglaterra”. Y es que la historia es necesaria para desbaratar las mentiras que los políticos cuentan sobre ella y para arraigar en las gentes de a pie el sentido de las responsabilidades políticas, morales y civiles, mostrando que nada de lo ocurrido tuvo que ocurrir inevitablemente, que lo que aconteció ayer y acontece hoy no responde a un destino ciego e inexorable, sino a la virtud, inteligencia y sabiduría de los hombres; y, por supuesto, a la perversidad, estupidez e ignorancia de esos mismos hombres.
¿Valoramos lo suficiente nuestra rica historia?
Rotundamente no. Vea, por ejemplo, el siglo XVI. Piense en la imagen siniestra que aún perdura entre nosotros de este siglo lleno de sombras y luces, por supuesto, pero aún con todo, excepcional. Y es que quien conozca esta centuria no puede sino quedar fascinado. Fíjese, por citar dos grandes acontecimientos, en el Concilio de Trento y el descubrimiento de América. En Trento hay una nueva fundamentación de nuestra relación con Dios, y los teólogos españoles, frente a la omnipotencia divina, defienden la autonomía del hombre, que no es simplemente una criatura sumisa. Esa idea del hombre es la que cuajará después en las ideas de la Ilustración. En cuanto a América, su descubrimiento provoca una verdadera convulsión, y se presenta la pregunta: los habitantes de este territorio, ¿tienen los mismos derechos que nosotros? Es impresionante la respuesta que da la Escuela de Salamanca. Francisco Vitoria, en cualquier otro país, sería venerado como un genio, porque es quien pone las bases del derecho internacional.
¿Por qué pesa sobre España una ‘leyenda negra’? ¿Es un mito?
La sombra de la leyenda negra es alargada, en efecto. Aún hoy, después de una transición modélica, pervive la idea de que los españoles somos en el fondo particularmente crueles, sanguinarios y fanáticos. Y lo cierto es que buena parte de la culpa de que esto sea así la tenemos los mismos españoles, pues históricamente nos hacemos más fuertes en el dolor que en la alegría, en la pena que en la gloria. Así, si leemos, por ejemplo, el maravilloso soneto de Quevedo (“miré los muros de la patria mía…”), lo que nos embarga es un enorme sentimiento de desolación. Sin embargo, en el momento en que el genial poeta escribe esos versos España sigue siendo una potencia hegemónica. Por otra parte, nos hemos creído a pies juntillas todos los horrores que nuestros enemigos dijeron sobre nuestro papel en América, pero la realidad es que España trasvasa inmediatamente sus universidades al Nuevo Mundo, cosa que no hizo ningún otro país. Y esa imagen de que los conquistadores españoles impusieron la religión y la lengua a golpe de sable tampoco es cierta. Y es que el mapa lingüístico americano no se completa hasta finales del siglo XIX, precisamente porque la Iglesia fomenta la evangelización en las lenguas vernáculas.
¿Qué momento histórico del pasado de España considera más importante?
En un país del que han surgido emperadores romanos, que asombra al mundo con tesoros como la Mezquita de Córdoba, la Catedral de León o la Sagrada Familia, que cuenta con pintores como Velázquez y Goya, poetas como Góngora o García Lorca, juristas y teólogos como Francisco Vitoria, músicos como Falla o filósofos como Ortega y Gasset, es difícil decantarse por un momento histórico concreto. Pero puesto que Alguien heló tus labios se desarrolla fundamentalmente en los siglos XVI y XVII diré que el Siglo de Oro.

Si tuviera que destacar un lugar con historia de nuestro territorio, ¿cuál sería?
Toledo, depositaria de la memoria de los pueblos y civilizaciones que han escrito la historia de nuestro país. La Toletum romana, la capital goda, la Toledo musulmana y cristiana, la ciudad imperial, en la que trascurre un capítulo de Alguien heló tus labios… conviven todavía en sus palacios y monasterios, en sus sinagogas bautizadas, en las oníricas vistas pictóricas de aquel toledano de adopción que se llamó Doménicos Theotokópoulos, en las páginas del rey sabio Alfonso o en las meditaciones de Gregorio Marañón. Toledo ciudad y Toledo mito.
Y de las que ha visitado, ¿con cuál se queda?
Conozco todas y cada una de las ciudades españolas porque tuve la inmensa fortuna de que mis padres vinculasen la conciencia nacional de sus hijos al conocimiento palmo a palmo de nuestra hermosa y áspera España. Como me gusta mucho Galicia y he pasado memorables veranos en La Guardia, en la solemne desembocadura del Miño en el Atlántico, elegiría Santiago de Compostela.
Y para escribir un nuevo libro, ¿qué periodo o lugar escogería?
Sevilla en el siglo XVI, que tiene su crónica picaresca en las Novelas Ejemplares de Cervantes.
¿Siempre hay que estar replanteándose la Historia por los continuos y novedosos descubrimientos que se realizan?
La historia es fundamentalmente revisionismo crítico, vacuna contra la incredulidad y la ignorancia, un antídoto contra las distorsiones de la ideología y de la propaganda que sólo aspiran a falsear las cosas. De ahí que el historiador no pueda ni deba vivir de espaldas a los descubrimientos que se realizan.
¿Viajar es un placer?
Es un placer y un ejercicio de búsqueda de la emoción y la belleza. Viajamos siempre con nuestra imaginación y recuerdos y lo que vamos creando son memorias y nostalgias. El viaje, como la escritura, oculta siempre una melancolía por vidas no vividas.
De todos los lugares en los que ha estado, ¿cuál ha sido el que más le ha marcado?
Salamanca, plaza mayor de España, la ciudad plateresca que guarda el oro del humanismo y hermana a Fray Luis de León y Miguel de Unamuno. Allí tuve el privilegio de estudiar, allí me llegó España en su belleza, y allí comprendí que la defensa de su existencia se encuentra también en la creación de los teólogos y poetas, en la laboriosa exactitud de las palabras, en la exquisita brillantez de sus imágenes, en lo adelantado de su pensamiento, en la conmovedora humanidad de su esplendor. En cierta manera como se lee en el que podríamos llamar capítulo de agradecimientos de Alguien heló tus labios, la novela está dedicada a esta hermosísima ciudad y a lo que ha significado en el fomento del patriotismo cultural de los españoles.
¿Qué lugar le gustaría visitar?
Me gusta visitar una y otra vez Segovia y Ávila y lo hago continuamente desde Madrid. Como todos los vascos de la generación del 98, como mi paisano Unamuno, yo también pienso que el alma de España late en las tierras de Castilla.

¿Qué lugares recomendaría para visitar sobre todo por su historia?
De Europa, sin dudar Roma.
¿Qué época de España encuentra más atractiva si tuviera que escoger un destino para visitar?
Madrid en los siglos XVI y XVII. Allí me encontraría, entre otros muchos personajes, con los tres antepasados de la condesa viuda de Montemayor sobre los que giran las distintas tramas de Alguien heló tus labios.
¿Con qué reclamos cuenta nuestro país para ser visitado?
España no es solo sol y playa, esto es algo evidente. Nuestro país cuenta con un patrimonio histórico, artístico y cultural increíble, del cual no podemos dejar de enorgullecernos. Vuelvo a Alguien heló tus labios, donde en el apéndice final recuerdo cómo a través de las manifestaciones literarias y artísticas, los españoles confirmarán la existencia de una personalidad nacional, más allá de cualquier esfuerzo político por impugnarla.
¿Considera que España es uno de los destinos más recomendables para conocer por su pasado histórico?
Por supuesto, pocos países atesoran como España tantas huellas del pasado. El hechizo de la piedra, el realismo justiciero de sus pintores, el dramatismo de sus esculturas. Mientras el alma hispana encuentra el consuelo en los arrebatos poéticos de la mística, la religiosidad popular convierte el mapa de España en la exaltación de los sentidos de las Semanas Santas de la imaginería policromada y el barroco. Sevilla de la bulla y el azahar, del incienso, el cirio y el olor a calentito, los campanilleros, las saetas, el himno nacional y las marchas no fúnebres y la Macarena de recogida por la calle Feria en la madrugá de todas las madrugadas. De esta emoción se han nutrido también las páginas de mi novela. La novela del sentimiento de España.
Sus admiradores estamos impacientes… ¿nos podría adelantar algún proyecto en el que esté trabajando?
Actualmente trabajo en una novela ambientada en el siglo XVIII, con el telón de fondo del motín de Esquilache y la expulsión de los jesuitas.