Es uno de los mayores expertos en Historia Antigua de nuestro país. Investigador prolífico donde los haya, Gonzalo Bravo Castañeda (Salamanca, 1951) domina como pocos el poso del pasado que la civilización romana dejó en tierras de Hispania. Sus líneas de investigación son más amplias: la transición de la antigüedad a la Edad Media, el bajo Imperio romano, los movimientos bagaudicos, los pueblos prerromanos,…
Quién es Gonzalo Bravo
Doctorado en Historia y profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid ha participado, tanto como ponente como asistente, en numerosos congresos, simposios y coloquios tanto en territorio nacional como fuera de nuestras fronteras. Es autor de más de 200 trabajos sobre aspectos del mundo romano y una decena de libros, la mayoría de obligada lectura para el viajero aficionado por la Historia Antigua: Poder político y desarrollo social en la Roma antigua, Revueltas internas y penetraciones bárbaras en el Imperio, Historia del mundo antiguo, Historia de la Roma antigua
, Hispania
y el Imperio o Teodosio.
¿Por qué apasiona tanto la historia de la Antigua Roma?
El mundo romano está siempre de moda, afortunadamente para quienes hemos hecho de este periodo de la historia nuestro principal objeto de investigación. Sin embargo, el interés generalizado por la antigua Roma con frecuencia tiene que ver más con la imagen cinematográfica y novelesca de los romanos que con un conocimiento preciso y profundo de aquella compleja realidad histórica. Cualquier persona (salvo excepción) conoce con precisión sus raíces: de dónde procede, quiénes son o han sido sus ancestros, cómo vivían, qué recursos tenían. En cualquier caso, los romanos, querámoslo o no, son nuestras raíces históricas, donde encontramos algunas claves sobre el origen de nuestras lenguas, costumbres, comportamientos, formas de vida, de nuestra idiosincrasia, en definitiva. Y eso es algo que siempre interesa conocer.
¿Cuál fue la causa de su decadencia?
Primero, convendría relativizar los conceptos. Quizás no hubo ‘decadencia’ ni ‘caída propiamente dichas, sino más bien transformación, con todos los matices o apelativos que se le quieran añadir. Lo que ocurre es que esta transformación fue, en algunos momentos, acelerada por la inflación, las penetraciones bárbaras o acontecimientos súbitos, y en otros momentos, más profunda afectando a la estructura social como efecto, por ejemplo, del proceso de cristianización de la sociedad romana en los últimos siglos del Imperio. En ambos casos, sin embargo, la imagen que se ha transmitido es de cierto ‘declive’, desintegración o descomposición del sistema sociopolítico vigente.
Pero no hay una causa única, ni siquiera una causa causarum que explique adecuadamente este complejo proceso histórico. Tampoco el problema se resuelve ‘a la alemana’ inventariando hasta 210 causas distintas sobre la caída de Roma, después de revisar más de 400 autores y extraer de ellos unas 500 teorías diferentes. Pero en esta cuestión conviene, primero, tipologizar las causas y, después, seleccionar las más relevantes históricamente hablando, es decir las que ayudan a comprender (si no explicar) este complejo y apasionante proceso histórico.
¿Por qué los romanos escogieron la Península Ibérica para ampliar su naciente imperio?
Cuando los romanos desembarcaron en Ampurias (Girona) en la primavera del 218 a.C. para enfrentarse a los cartagineses en la Península Ibérica desconocían en gran medida los recursos y pueblos del interior. No lo hicieron, por tanto, para ampliar un imperio todavía inexistente, sino porque, siguiendo los usos políticos de la época, pretendían frenar el avance hacia el norte y, en última instancia, hacia Italia del poder púnico ya consolidado en el sur y Levante ibéricos. Fue durante este enfrentamiento, conocido como Segunda Guerra Púnica, o mejor ‘La guerra de Aníbal’, cuando los romanos conocieron realmente el potencial humano y económico de los pueblos hispánicos. Por eso el interés romano por el control de la Península ibérica no puede ser muy anterior al 197 a.C., fecha en la que el Senado decidió la creación de dos provincias en Hispania: la Citerior (o más próxima) en el norte y centro y la Ulterior (o más lejana) en el sur, denominaciones que prevalecieron durante toda la época republicana.
Sin embargo, les costó más de la cuenta. ¿Resultó tan enconada la resistencia de astures, cántabros y vascones?
El proceso de conquista no fue fácil ni rápido: duró aproximadamente dos siglos. Pero este proceso debe entenderse en términos históricos y no como una cronología lineal. En efecto, en las guerras antiguas a diferencia de las modernas, el proceso bélico (en este caso, entre el 218 y el 19 a.C.) no era ininterrumpido sino, al contrario, interrumpido en numerosas ocasiones y con largos intervalos de paz entre los contendientes.
No obstante, la presencia e intervención romana en los asuntos hispánicos no fue aceptada por algunos pueblos peninsulares que veían en los romanos al enemigo, en particular por los llamados por Julio Caro Baroja ‘los pueblos del norte’, de oeste a este: galaicos, astures, cántabros y vascones. Estos pueblos, amparándose quizá en la protección natural que les proporcionaba la orografía de su territorio ofrecieron mayor resistencia que otros a los romanos hasta el comienzo del Imperio, cuando las llamadas Guerras Cántabras” (26-19 a.C.), que contaron con la participación accidental del propio emperador Augusto y la decisiva intervención de Agripa, dieron por concluido el proceso de conquista. Pero las interrogantes permanecen: ¿contaban ya los romanos con esta resistencia o fue una sorpresa para ellos? Las investigaciones recientes demuestran que el plan romano contra astures y cántabros fue meticulosamente diseñado por etapas, áreas y objetivos, por lo que poco o nada quedó al margen de la calculadora y pragmática mente de los dirigentes romanos de la época.
¿Qué les atraía especialmente de Hispania?
No hay duda de que el gran atractivo para los romanos en la Península fue los recursos de los que Roma era deficitaria en este momento: minas, aceite, trigo, vino, metales, pescado; productos ensalzados por autores antiguos como el hispano Pomponio Mela, el romano Plinio el Viejo o el griego Estrabón en sus obras. Pero más allá de la economía, el control de las Hispanias aportaba a los romanos dos elementos esenciales para la pervivencia del sistema de dominio: de un lado, un potencial humano (de unos 5 o 6 millones en época de Augusto) que a la larga podría ser integrado en los cuadros de la ciudadanía romana; de otro lado, el valor estratégico que el dominio peninsular tenía para el control de las relaciones con el extremo Occidente mediterráneo y aún atlántico.
¿Les mereció la pena conquistar este territorio?
A pesar de la consabida tendencia imperialista, hay pruebas históricas de que los romanos no anexionaron territorios de forma indiscriminada sino que sopesaron siempre el costo de su mantenimiento y, desde luego, evacuaron territorios no rentables cuando las circunstancias cambiaron: a finales del siglo III se evacuaron las tierras denominadas agri decumates en torno al Rin, Main y Danubio, y la Dacia transdanubiana. Pero los territorios hispánicos fueron mantenidos bajo control romano durante casi cinco siglos. Ello fue posible gracias a una temprana y profunda romanización o aculturación de casi todas las regiones peninsulares, que precedió al proceso de provincialización: dos provincias durante la República; tres durante el Alto Imperio; seis durante la época tardorromana (incluyendo la Mauretania Tingitana en la diocesis Hispaniarum) y aun siete con la creación de la nueva provincia de Insuale Balearum desde el año 370.
¿Qué nos han legado los romanos?
¿El legado romano en Hispania? Yo suelo resumirlo en una frase: “en realidad, los españoles de hoy somos tan romanos como hispanos”. Hace algunos años (2006) dirigí un curso de verano en El Escorial bajo el título Roma y Nosotros, que resultó esclarecedor en muchos aspectos, sobre todo al mostrar la pervivencia que ‘lo romano’ tiene aún en nuestras vidas: el derecho, la lengua, la fiscalidad, la homosexualidad, la religión, la milicia, el arte y hasta la filosofía. Todo ello arroja un inmenso legado, difícil de inventariar.
¿Se entendería la sociedad y cultura actual de Occidente sin el influjo de Roma?
Decididamente, no. Contra quienes argumentan que Roma es un pasado remoto, yo suelo replicar que “Roma es nuestras raíces”, nuestro pasado inmediato, por muchas razones. En primer lugar, porque hasta el dominio romano los territorios ibéricos carecían de cohesión y aun menos de unidad, sino que prevalecía la diversidad de pueblos, culturas, lenguas, costumbres y formas de vida. Fueron los romanos los primeros en forjar una idea de España. En segundo lugar, porque los estados y sociedades occidentales se constituyeron precisamente durante época romana, como lo demuestran muchos de los nombres que aún conservan: España (por Hispania), Alemania, Britania, Italia, Francia. Todas estas denominaciones recuerdan el pasado romano de estos países, con un importante patrimonio arqueológico de origen romano.
¿Resulta atractiva la historia de nuestro país?
Sin ninguna duda. Pero a cualquier ciudadano europeo le resulta atractiva la del suyo. La larga historia europea enriquece culturalmente a los países de nuestro entorno. Pedro hay sensibles diferencias. En España sorprende la gran diversidad de pueblos, lenguas y culturas, lo que debería entenderse en términos de riqueza identitaria (economía, lenguas, costumbres) más que de conflicto (superioridad versus inferioridad, primacía versus subsidiariedad).

¿Qué momento histórico del pasado de España considera más importante?
La pregunta es, a mi juicio, difícil de responder y, en cierto modo, capciosa, porque obliga a decidirse por uno de los muchos momentos relevantes de la historia de España. Pero si nuestra historia no empieza con los visigodos, como hace años pretendían los textos fundamentales editados por M. Artola, yo elegiría un momento romano, obviamente. Y, aun así, resultaría difícil seleccionarlo, porque figuras históricas como Viriato, Trajano o Teodosio serían sin duda relevantes aun perteneciendo a épocas tan diversas como la republicana, altoimperial y tardorromana, respectivamente, en un intervalo de más de cinco siglos. Pero quizá elegiría por lo trascendental el momento en que Augusto viajó a Hispania por tercera vez en el año 15 a.C. (Bronce de Bembibre, descubierto en 1999) para supervisar la reorganización del territorio y la nueva situación administrativa de los pueblos que habitaban el norte de la Península recién conquistado por las tropas romanas apenas cuatro años antes.
Si tuviera que destacar un lugar con historia de nuestro territorio, ¿cuál sería?
Hay muchos; resulta difícil elegir uno solo. Pero me impresiona el conjunto monumental del Palacio y Jardines de Aranjuez, como residencia de verano de algunos reyes Austrias, primero, y Borbones, después. Allí debieron gestarse no pocas decisiones políticas del reino de España.
Y de los que ha visitado, ¿con cuál se queda?
Tendría que elegir varios enclaves y por razones diferentes: por su ubicación ideal con vistas al mar, Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz); por su monumentalidad, el acueducto de Segovia; por su ostentación, la villa de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia); por su excelente estado de conservación, los puentes romanos de Salamanca y Córdoba.
¿Y para escribir un nuevo libro?
Quizá versaría sobre el encumbramiento de la familia teodosiana hasta el poder imperial a fines del siglo IV, lo que sin duda remite a un largo proceso de transformación de las aristocracias hispánicas, desconocido en gran medida hasta el momento.
¿Existió Tartessos?
El problema fundamental que plantea Tartessos es que se trata de un enigma histórico y, como todos los enigmas, de difícil solución. La primera interrogante sigue siendo a qué alude este término: ¿a un río, a una ciudad, a una región, a un estado, a un reino? En segundo lugar, las fuentes que mencionan Tartessos refieren situaciones todavía poco fiables desde la perspectiva histórica, como la supuesta longevidad del rey Argantonio y sus fabulosas riquezas en oro y plata, la existencia de una supuesta dinastía más mítica que histórica y problemas más propios del mundo de la leyenda que de la historia. No obstante, Tartessos pudo existir, por qué no, pero quizá sin tanta relevancia histórica como se le suele atribuir pretendiendo incluso que su influencia desbordó con creces el ámbito del mediodía peninsular alcanzando zonas de Extremadura por el norte y la costa levantina por el este.
¿Fueron los iberos los ‘primeros españoles’?
Yo diría que quizás los ancestros de los primeros españoles, pero sólo ancestros, porque no tenían nada de españoles todavía, si por ello se entiende un grupo de población relativamente unificado, que comparte un mismo territorio, formas de vida similares, costumbres comunes, una cultura propia, etc. Pero la antítesis iberos versus celtas/celtíberos cuestiona seriamente la posibilidad de esta interpretación.
¿Qué importancia tuvieron culturas como las del Argar o Los Millares?
Estas culturas protohistóricas del sureste andaluz corresponden a mediados del III milenio (Los Millares) y a mediados del II milenio (El Argar): la primera pertenece al periodo Calcolítico; la segunda es ya del Bronce. Se trata, por tanto, de dos culturas tempranas, pero en las que empiezan a observarse usos metalúrgicos nuevos. Fueron culturas importantes, sobre todo porque significan un avance notorio de los pueblos asentados en estas áreas respecto a sus vecinos del interior peninsular, aunque no parece que su ubicación cerca de la costa fuera determinante para recibir influencias, sino que los nuevos materiales utilizados en sus ajuares funerarios pueden también haber sido producto de su propia evolución como ‘grupos autóctonos’ y que, en consecuencia, la influencia de otros grupos alóctonos sería posterior.
¿Y núcleos poblacionales como La Bastida?
La Bastida es otro caso similar, aunque más temprano incluso de comienzos del III milenio, en la región de Murcia. Pero el problema de estos primeros grupos poblacionales es que, por razones que se nos escapan, abandonaron sus tradicionales lugares de asentamiento a partir de un momento determinado y presumiblemente se ubicaron en otro lugar que reunía mejores condiciones de habitabilidad, por lo que este yacimiento funerario no presenta continuidad. Los especialistas en distintas épocas se han preguntado dónde se enterraron los restos después, a dónde se trasladó el núcleo poblacional originario. Las respuestas siguen siendo poco satisfactorias.
¿Siempre hay que estar replanteándose la Historia por los continuos y novedosos descubrimientos que se realizan?
No siempre, porque la historia no se construye cada día, sino que generalmente es producto del trabajo de varias generaciones. No obstante, los historiadores haríamos mal si escribiéramos al margen de los nuevos hallazgos, sobre todo si éstos cuestionan interpretaciones tradicionales. Hay que tener en cuenta que hoy la ciencia histórica, la historiografía, es ante todo un conocimiento multidisciplinar, que se consolida al incorporar al discurso histórico de forma coherente los resultados y aportaciones de otros científicos (arqueólogos, filólogos, economistas, sociólogos, antropólogos) que pueden aportar luz para una nueva interpretación de los hechos históricos o proponer nuevas formas de análisis a los historiadores. Pero generalmente entre la fecha de un gran descubrimiento y el cambio de paradigma suelen transcurrir décadas de discusiones y debates, porque las teorías historiográficas suelen estar bien documentadas y resulta difícil reemplazarlas por otras realmente nuevas.
¿Viajar es un placer?
Sí, pero no solo, porque se aprende mucho aunque hoy, con los medios de información que hay a nuestro alcance, no viajamos generalmente a ciegas sino con un conocimiento previo de los lugares y monumentos que queremos visitar. Eso le quita quizá encanto al viaje, pero suele ser más provechoso.

De todos los lugares en los que ha estado, ¿cuál ha sido el que más le ha marcado?
Quizás el conjunto monumental romano de Mérida; quizás las Médulas y sus inmensas galerías excavadas en las rocas; tal vez la ciudad romana de Numancia (Garray, Soria), el plateresco de Salamanca, el románico de Santiago, la mezquita de Córdoba…
¿Qué lugar le queda por visitar?
¿Por visitar? ¿En España? Sin duda muchos rincones, pero ninguna región, provincia o ciudad-capital. Pero revisitar es interesante también: siempre se descubre algo nuevo.
¿Qué lugares recomendaría para visitar sobre todo por su historia?
Lugares con historia hay muchos en España, tantos que sería prolijo enumerarlos siquiera aquí. Pero yo recomendaría al potencial visitante que se llevara una buena guía arqueológica de España y se organizara rutas personales por jornadas, con tranquilidad y sin prisas para disfrutar de cada lugar en particular, porque generalmente cada lugar tiene una historia propia interesante, ya sea por su relevancia, ya por su ubicación en un entorno característico. Pero por razones históricas recomendaría visitar Villanueva de los infantes (Ciudad Real), una importante localidad manchega que alberga en su heráldica uno de los conjuntos iconográficos más ricos de España.
De los vestigios romanos que permanecen diseminados por todo el territorio español, ¿cuál considera el más destacado o importante?
Sin duda, el Acueducto de Segovia, por su monumentalidad y buen estado de conservación. Pero también las ciudades romanas (hasta 30 relevantes) y, en particular Emerita Augusta (Mérida), Hispalis (Sevilla), Italica, (Santiponce, Sevilla), Corduba (Cordoba), Caesaraugusta (Zaragoza), Tarraco (Tarragona), Asturica Augusta (Astorga), Lucus (Lugo), Complutum (Alcalá de Henares), Cauca (Coca, Segovia), entre otras.
¿Y cuál es el que más le gusta?
De los restos romanos, me gustan especialmente las excavaciones de villae rústicas, extendidas por toda la Península, pero particularmente frecuentes en la Meseta, donde se encuentran hasta dos tercios de las principales conocidas hasta el momento. En este sentido, considero de especial interés la visita al MVR ( Museo de las Villas Romanas) de Almenara de Adaja-Puras, cerca de Olmedo (Valladolid), con un amplio repertorio de reconstrucciones in situ y medios visuales. El Acueducto de Segovia, por su monumentalidad; también el teatro de Mérida, el anfiteatro de Segóbriga, las villae tardorromanas de la Meseta. Todos ellos son auténticas joyas de la civilización romana.
¿Qué época de España encuentra más atractiva si tuviera que escoger un destino para visitar?
Yo, naturalmente, me inclinaría por la romana y con numerosos destinos posibles: ciudades romanas, vías, calzadas, puentes acueductos, minas, casas romanas, villae rústicas. Aparte de la romana, me impresionan los palacios de la época de los Austrias.

Cuando viaja, ¿es la historia y el patrimonio del destino que escoge uno de los principales motivos de su desplazamiento?
Si no es por razones académicas, sí. Generalmente elegimos lugares con un importante patrimonio histórico, cultural, arqueológico o artístico y, casi siempre, hago un dossier de fotos, que me ayudan a recordarlos en el futuro.
¿Con qué reclamos cuenta nuestro país para ser visitado?
No creo equivocarme al afirmar que España es uno de los países más ricos en cultura e historia de Occidente (sin olvidar Atapuerca), de tal manera que muchas ciudades y pueblos destilan historia, que cobra mayor interés cuando se conoce in situ, de forma directa o ayudado por un guía especializado.
¿Es la historia y su patrimonio uno de ellos?
En efecto, no sólo es uno de ellos sino quizás el principal, porque podemos competir con cualquier país europeo de nuestro entorno y, sin duda, superar a la mayoría.
¿Considera que España es uno de los destinos más recomendables para conocer por su pasado histórico?
Sin duda. España es uno de los países más ricos en historia del mundo y donde el patrimonio ha sido mejor conservado. Esto ha hecho que, por ejemplo, el año pasado (2014) el número de turistas en nuestro país superara los 60 millones de visitantes: todo un récord.
¿Por qué se prima más en nuestro país el turismo de sol y playa que el cultural con el patrimonio que disfrutamos?
Supongo que se trata de una tradición. No obstante, quizás no se ha difundido suficientemente en España (y sí en otros países como Francia o Italia) una red efectiva de divulgación cultural con estrategias de marketing atractivas para el turismo de calidad, un turismo itinerante, menos estable quizás, pero más comprometido con el conocimiento del patrimonio y su valor en la sociedad actual.
Sus admiradores estamos impacientes…, ¿nos podría adelantar algún proyecto en el que esté trabajando?
Muchas cosas todavía, pero inmediatas, pocas. Después de la publicación de varios libros estos últimos años (el último en 2011), me planteo ahora dos proyectos ambiciosos. Uno es una nueva revisión sistemática de la historia de la España antigua, dirigida a quienes se interesen por ella, con independencia de su grado de conocimiento sobre el tema o su vinculación al mundo académico; se trata de un formato de alta divulgación, que en Inglaterra ha tenido un enorme éxito editorial y no entiendo por qué aquí no es así. Otro proyecto, también ambicioso, es la terminación de un libro que llevo elaborando durante varios años sobre los bagaudas, basado en una veintena de trabajos que he publicado sobre el asunto. Eso y la presidencia de la AIER/Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos ocupan buena parte del tiempo libre que me dejan las clases, los congresos habituales, artículos, direcciones de Tesis, TFG, TFM y mis diarias lecturas de varios periódicos.