En el límite entre Zaragoza y la comunidad autónoma de Navarra, junto a las estribaciones de los Pirineos, aparecen los restos de un pueblo fantasma. Un lugar prácticamente abandonado debido a su expropiación por la construcción del pantano de Yesa en los años sesenta del pasado siglo, que anegó sus mejores tierras. Se trata de Escó (o Esco), cuya silueta aparece varada en medio del páramo dejada de la mano de Dios.
Pese a su estado de abandono actual, la historia de este escondido lugar seguro que resulta de interés para el viajero. Escó estuvo habitado desde la Edad del Bronce, y se han hallado por la zona restos de época celta y romana. En el primer milenio antes de Cristo tanto los jacetanos como los vascones se habrían sucedido como pobladores de estas tierras. Según los historiadores, a partir del siglo VI a.c. habría habido una oleada de celtas belgas que se asentaron en la zona, los suessetanos.
La localidad zaragozana se convirtió también un importante enclave estratégico con castillo durante la Edad Media. El rey Pedro II de Aragón empeñó el castillo de Escó, junto con las fortalezas de Trasmoz, Gallur, Petilla y Peña, a Sancho VII el Fuerte de Navarra. Ya en el año 1414, Fernando I de Aragón incorporó el castillo y lugar de Escó a la Corona de aquel poderoso territorio.

Madoz, autor del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, visitó Escó a mediados del siglo XIX y es el más pequeño de los tres pueblos que despobló el pantano de Yesa en el año 1959 (los otros son Tiermes y Ruesta), cuando tenía alrededor de unos 250 habitantes. A partir de ahí el pueblo inició su declive y llegó lo que no se esperaba.
La tranquilidad del viajero al pasear por sus calles deshabitadas no la encontrará en otro sitio. Apenas formado por un par de barrios, los habitantes que residen en Escó, unos pocos pastores dedicados al ganado lanar, se pueden contar con los dedos de la mano.
Destacan para ver los restos de la iglesia románica de San Miguel y la ermita (reconstruida) de Nuestra Señora de las Viñas. Su abandono ha configurado un escenario casi apocalíptico, con los restos de viviendas y otros edificios que se van cayendo por el paso del tiempo. Las ventanas parecen vigilar como ojos vacíos al viajero que se asoma por estos lares, los huecos donde antes habían puertas parecen bocas desdentadas, los muros hundidos se suceden unos tras otros…

La Asociación Pro Reconstrucción de Escó trabaja a conciencia para que el pueblo vuelva a estar habitado. La localidad es propiedad de la Confederación Hidrográfica del Ebro que, según este colectivo, ha denegado las solicitudes de reversión realizadas. La asociación lamenta que, a pesar de estar declarado Conjunto Histórico Artístico por estar atravesado por el Camino de Santiago Francés, “la destrucción de Escó es total y la administración nada hace para remediarlo”.
Si al viajero ávido de nuevas aventuras con historia desea prolongar su estancia por tierras zaragozanas tiene bastantes opciones para disfrutar con creces. Uno de los pueblos con más encanto y pasado de la provincia es Sos del Rey Católico, cuyo entramado de la época del Medievo transporta al visitante a viajar en una particular máquina del tiempo. O puede ir a la misma capital para ver in situ los restos romanos que permanecen de la antigua Caesaraugusta. De obligada visita.

Cómo llegar: Se llega a Escó por la carretera N-240, hasta que el pueblo fantasma aparece asomado en la sierra de Leyre. El desvío de la carretera es de tierra. No hay problemas para aparcar en medio del campo.
Dónde dormir: Albergue de Ruesta; 50685 Ruesta (Zaragoza); teléfono: 948398082.
Dónde comer: La Cocina del Principal; Calle Fernando el Católico, 13, 50680 Sos del Rey Católico (Zaragoza); teléfono: 948888348.