El ron fue la bebida de la Revolución norteamericana en el siglo XVIII, pero muchos de los ciudadanos de la joven nación pronto comenzaron a darle la espalda en beneficio de otra bebida destilada. El whisky se obtenía de la destilación de granos de cereal fermentados, y en 1791 ya había más de cinco mil alambiques solo en el oeste de Pensilvania.
Dónde nació el whisky
El propio George Washington fundó una destilería. Sus actividades como productor suponían un serio contraste con las actitudes de otro de los padres fundadores de Estados Unidos, Thomas Jefferson, que denunció “el veneno del whisky”.
Pero debemos remontarnos mucho tiempo atrás en el tiempo para conocer sus orígenes. Hay quien lo atribuye la invención de una bebida similar al whisky a los egipcios. Otros hablan de las alquitaras griegas. Y, de Ramon Llull a Arnau de Vilanova, sabios y alquimistas medievales tal vez lo importaran del mundo árabe. No obstante, el primer registro del destilado de cebada y centeno se remonta a los celtas. Este brebaje era considerado como un regalo de los dioses, ya que “revivía” a los muertos.

La bebida nacional de Escocia nació en las abadías en el siglo XV y se convirtió en el licor predilecto de los británicos. La primera mención que se conserva del whisky aparece en un documento de 1494 de la Hacienda escocesa. En él, el rey Jacobo IV de Escocia concede a fray John Cor, monje de la abadía de Lindores, «ocho boles de malta para elaborar aqua vita para el rey».
Ya en siglo XII, cuando Enrique II invadió Irlanda, sus soldados quedaron sumamente impresionados por como aumentaba el espíritu bélico de sus enemigos tras ingerir una bebida hasta ese momento desconocida por ellos, pero rápidamente adoptada. Al no hablar irlandés decidieron anglicanizar las palabras celtas y poco a poco fueron cambiando de Uisce Beatha a Uisce a finalmente Whisky.
Este nuevo elixir no tardó mucho en alcanzar furor. Aunque la primera referencia al whisky tal y como lo conocemos en nuestros días proviene de una revista irlandesa de mediados del siglo XVIII. Inicialmente se distribuyó a la población como una medicina. De ahí su apelación como ‘agua de la vida’. Se consumía mayoritariamente en funerales, o por personas que habían perdido a un familiar o ser querido.
Su importancia económica fue siempre de peso. Con el tiempo, sin embargo, la producción se iba a ver severamente controlada: en tiempos de hambre, emplear el grano para destilar y no para comer fue un lujo que llevó la crianza del whisky a manos de los nobles.

Su éxito de comercialización despertó el interés de la Hacienda escocesa. En 1644, la producción y crianza del ‘agua de la vida’ se vio gravada con impuestos. En 1781 se prohibió la destilación privada.
El whisky se benefició del apoyo de la Corona inglesa. El Imperio británico llevaría esta bebida alcohólica a los cinco continentes con sus barcos de la Armada naval. Ya en el siglo XX, el whisky ya se había convertido en la bebida elegante para el gentleman.
El scotch sobrevivió a las guerras mundiales y supo ir ganando nuevos espacios, con las distintas cremas de whisky, por ejemplo, o con la introducción del malta frente al dominio del blended a partir de las décadas de 1970 y 1980. Fue a mediados del siglo XIX cuando los escoceses comenzaron a mezclar whisky de malta con whisky de grano, más liviano y barato.
