En Ibiza pesa mucho la herencia africana, de púnicos y musulmanes, de ahí que su historia, el paisaje e incluso el carácter de sus gentes son distintos a los de las otras Baleares. Su intensa luz invita al viajero aficionado al pasado a conocerla a fondo.
De las dos Pitiusas, solo Ibiza tiene puerto para cruceristas. Hasta aquí llega la ciudadanía de mundo más variopinta, que incluye top models, neohippies y artistas de retiro, entre lugareños. De Mike Olfield a los Chemichal Brothers, muchos son los músicos que en Ibiza recalan por temporadas.
La llegada a la isla
La llegada en barco ofrece una de las visiones más hermosas de la isla, cuando, al doblar el espigón del puerto, se contempla toda la ciudad antigua, casi igual que hace siglos. Como aconsejó el escritor Josep Pla, hay que visitar la parte antigua de la ciudad o Dalt Vila.
Antes de su llegada a la isla, uno de los aspectos que el viajero debe tener en cuenta es dónde tiene pensado descansar. La oferta de alojamiento en la isla es amplia y variada. ¿Una recomendación? El Hotel Es canar Ibiza cuenta con unas instalaciones ideales para pasar la mejor estancia. Un resort de playa en un lugar embriagador que reabre ahora en primavera.
No está de más que el viajero sepa, si se ha informado previamente, que la capital de la isla, la ciudad de Ibiza o Eivissa como dicen aquí, posee no solo puerto deportivo con las calles de Sa Penya arracimadas en su espolón, sino también las murallas medievales mejor conservadas de España.
Las murallas más bonitas del Mediterráneo
Se trata de un conjunto urbano único, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aquí se mezcla la severidad de la muralla renacentista, coronada por la adusta torre-campanario de la catedral, con las múltiples viviendas que escalan las alturas mezclándose unas con otras.
Es más, una vez aquí no conviene pasar por alto el secreto a voces de su pintoresca Dalt Vila (con su espectáculo nocturno en el puerto en temporada turística), a la que complementa la necrópolis púnica y romana de Es Puig des Molins y su correspondiente museo arqueológico.

Un paseo por la ciudad
Desde la avenida Vara de Rey se toma la calle Comte de Rosselló en dirección a la muralla, con lo que se alcanza en poco tiempo la plaza de la Constitució y el Mercat Vell. Con los claroscuros de un grabado antiguo, se abre el espectáculo portal de les Taules, bajo las líneas casi puras de la muralla coronadas por la silueta de la catedral.
Cerca se halla la plaza de la Vila, antiguo mercado, con numerosos comercios de ‘mercancías ibicencas’ (cuero, ropa, cerámica, joyas, pañuelos, objetos orientales…) y unas cuantas terrazas de bares y restaurantes. En un nivel superior, sobre el baluarte de Sant Joan, se asoma el Museu d’Art Contemporani.
Luego en la misma Eivissa, frecuente a horas diferentes, surge el secular Café Montesol, para observar cómo su clientela de paisanos pasa a ser de los más cool.
La metamorfosis tiene lugar los domingos por la mañana, cuando los bailones salen de las discotecas para desayunar, antes de dormir su siesta matutina en la playa de Ses Salines.
Las mejores playas de Ibiza
Dos playas principales, abiertas y ricas en vegetación tiene a mano Ibiza, en dirección a Sant Josep. Por un parte, la de Es Cavallet, donde tampoco faltan noctámbulos al salir el sol, aparte de cuerpos esculturales, zumos de mil frutas en su chiringuito principal y clientela gay en su barra más apartada.
El litoral de Ses Salines, por su parte, permite que veraneantes en familia compartan arena con la clientela del último after-hour en cerrar.
En Ibiza pasa uno de la cyber-fiesta a la cyber-siesta soñadora, cuando se adentra en sus secretos. No conviene olvidar que los reclamos ibicencos van más allá de Sant Antoni y Santa Eulalia, sus principales núcleos de diversión.
El bienestar fue en Ibiza un estado de gracia anterior a cualquier psicodelia o neón de discoteca. Asociada como está a reacciones anímicas frente a sus atardeceres, sus bosques aromáticos de coníferas y salidas al mar de sotavento a través de calas escondidas.