Más visitadas y conocidas, incluso, que la zona continental de Grecia, sus islas ofrecen un ingente abanico de posibilidades para todo aquel que, sin perder de vista los mitos, busque el descanso o la diversión. También la historia y los dioses ancestrales, por supuesto.
De vez en cuando, al borde del mar emerge una capilla bizantina. Luego un templo dórico o unas ruinas micénicas recogiendo los últimos rayos del sol. En lo alto, un juego de dados cubistas y encalados, entre los que se eleva una torre medieval. Más allá, unas mujeres volviendo de vendimiar a lomos de las mulas, entre viñedos y matas de romero que llenan el aire con los olores olvidados de la infancia… Es la imagen que algunos operadores especialistas en viajes a Grecia permiten disfrutar de su esencia mediterránea.
El viajero, con la mirada fija en la proa del barco, se abandona a la contemplación del paisaje inesperado que se abre ante él: las Cícladas, islas de paz que jamás emprendieron guerra alguna y que han dado refugio a las ideas y a los hombres. Islas abruptas, resecas y elementales como sus pastores en los que uno reconoce a esos personajes trágicos de la Antigüedad.
En Naxos, la mayor de ellas, Teseo abandonó a Ariadna tras haber logrado su ayuda para escapar del laberinto. Más al sur, Tera, o Santorini, es la matriz geográfica y el contrapunto frívolo del archipiélago. La mayoría de sus visitantes llega con la idea de divertirse. Pero cuando se acercan a sus costas descubren uno de los paisajes más sobrecogedores del archipiélago: gigantescos acantilados coronados por lo que parece nieve: las blanquísimas Firá e Ia. Esta es la isla de los muleros y la piedra pómez, el escaparate de los veleros flamantes. Pero también la isla de los vampiros, las apariciones y las brujas, la que brilla bajo su luz.

Kea, Kythnos, la árida e inhóspita Folegandros… En su aparente modestia conservan lazos invisibles y profundos con los dioses. Son islas legendarias, masculinas y completas, apegadas al orden familiar. Aquí, en el luminoso corazón del Egeo, leyendas y mitología s enredan entre amaneceres épicos y paseos solitarios por los restos de alguna ciudad micénica.
Al sur del Egeo, Creta, recalentada por vientos saharianos, abruma con su tamaño y su historia de reinos míticos, sus leyendas de laberintos esotéricos, sus toros elevados a divinidad y el aire que emana de sus ruinas. Es casi un pequeño continente, cuyo carácter estratégico le ha permitido se punto de encuentro de culturas antagónicas. En las ciudades norteñas como Heraklio (la capital), Chania o Rethimno, el viajero se olvida del cordero en los espetones y del bronco dialecto del interior, para calmarse con la suavidad del acento francés en los cafés turísticos. Turcos y venecianos poblaron la isla, y las iglesias convertidas en mezquitas, los arsenales y las fachadas neoclásicas invitan al viajero a salir al encuentro con el pasado.

En Micenas uno descubre las rúbricas de turistas y los pintarrajos de amor sobre las indefensas ruinas, y se sorprende de lo inofensivo de estos lugares que inspiraron tragedias clásicas. Creta y el laberinto. Más cerca del cielo que del mar, pues este rincón del mundo, con sus abrasadores mediodías y sus noches claras, sigue hostigando la imaginación.
Del Egeo, al Dodecaneso: Rodas, de no ser por las tiendas de recuerdos y las terrazas turísticas, seguiría siendo el mismo lugar romántico que mostraban las postales decimonónicas. Toda ella juega a emborrachar de sensaciones al viajero para llevarle al encuentro de sus secretos, colores y sabores que se agazapan en los caminos del interior, en un vaso de vino, o en un plato de olivas amargas como la historia de la isla.
Antigua plaza romana, ciudad bizantina, meca de cruzados, turcos e italianos, Rodas tiene suficientes ingredientes para sentirse anclada fuera del tiempo. Ls ruinas de Kámeirós, en tiempos una próspera ciudad doria, los castillos cruzados, los monasterios cuajados de iconos bizantinos, las serenas acrópolis de Lindos y Yáliso, el trajín de turistas de Faliráki y en Mandraki, o los artesanos de Archángelos, llenan Rodas de secretos sugestivos y de color a escamas, resina y a incienso.
Siguiente escala, las Jónicas, mitad griegas, mitad italianas, ideales para visitar en cruceros por todas las islas griegas. Y en ellas Corfú. Mucho antes de que la emperatriz Sissi y los escritores ingleses Lawrence y Gerard Durrell sucumbieran a sus encantos, Corcira, amante de Poseidón, ya había elegido esta mancha verde para dar a luz. En la capital, las piazzetas y las ruinas homéricas, las hermosas iglesias ortodoxas, las capillas católicas y la ciudadela veneciana se alían para formar un conjunto alegre y equilibrado y el viajero tiene la impresión de hallarse en un decorado de opereta.
Algo más al sur, la blanca Leucade era para los antiguos griegos el lugar donde empezaba el mundo occidental, el país de los muertos. En su extremo meridional la poetisa Safo dio su malhadado salto a la eternidad. Varias millas más allá está Ítaca. Pocos lugares tiene tanta carga simbólica de hogar como esta abrupta isla, símbolo del eterno retorno (el de Ulises) Aún quedan lugares encantadores como el pueblecito de Kioni o el pueblo de montaña Stavros, con un paisaje salido del tiempo.
En Cefalonia el soleado brillo del pasado griego es algo así como un manotazo que sacude con un delirio mágico toda la isla, pues sus antiguos habitantes tomaron parte, bajo la dirección de Ulises, en la Guerra de Troya y desarrollaron una importante civilización en tiempos micénicos. Zante es una isla hechicera que ha inspirado a artistas y poetas.
En la segunda mitad del siglo XX, dos islas helénicas se convirtieron en ideal de transgresión y refugios de la libertad sexual: Lesbos y Miconos. La primera está íntimamente ligada a la poetisa Safo, que iniciaba en las bellas artes a sus nobles discípulas, al tiempo que enamoraba a algunas de ellas. En cuanto a Miconos, y pese a que el tiempo no sea siempre benévolo con lugares que estuvieron en la cresta de la ola, mantiene esa pátina de libertad. Un caldo de cultivo perfecto para el arte y la creatividad.

Dónde dormir: Grecotel Corfu Imperial; Tzavros – Kommeno, Kerkira 490 83 (Grecia); teléfono: +30 2661 088400.
Dónde comer: Corinna Star Restaurant; PEO Kissamou Chanion, Chania 731 00 (Grecia); teléfono: +30 2821 023927.