Itálica, la urbe natal de los emperadores romanos Trajano y Adriano, se encuentra a las afueras de Santiponce, a nueve kilómetros de Sevilla. Escipión el Africano fundó la urbe en el año 206 antes de Cristo para retiro de sus veteranos tras la batalla de Ilipa. Así, Itálica fue la primera ciudad romana de Hispania y también fuera de territorio italiano.
La ciudad se levantó junto al antiguo cauce del río Guadalquivir, y se convirtió en uno de los más importantes puertos fluviales de toda Hispania.
Los restos de Itálica
Itálica sigue excavándose. Ya han salido a la luz el anfiteatro, con sus evocadores pasadizos y sótanos, el foro y la calle principal, pavimentada con losas, dotada de anchas aceras y de una capaz cloaca central.
También permanecen ruinas de las casas patricias, con sus patios porticados dotados de fuente central y sus estancias decoradas con bellos mosaicos, entre los que sobresalen los denominados El Laberinto, el de Los Pájaros y el de Los días de la semana.
El anfiteatro es uno de los más grandes del mundo romano, ya que era capaz de albergar a más de 25.000 personas, aunque la ciudad nunca pasó de los 8.000 habitantes. En la arena (su óvalo mide 71 por y 48 metros) se celebraban luchas de gladiadores, simulacros de caza y peleas de animales.
Con unas medidas totales de 156 metros de largo por 134 metros de ancho, el anfiteatro fue construido bajo el mandato del emperador Adriano, nacido en esta localidad. Entre los refinamientos de su arquitectura, son dignos de notar los discretos pasillos, casi privados, que permitían a los decuriones alcanzar sus espaciosas plazas en el podio.
Detrás del Coliseo
Es por su tamaño el mayor de los conocidos, con la única excepción del Coliseo de Roma, y, como es lógico, todo responde en él a estas proporciones: su altísimo muro del podio (3,50 metros), perfectamente acabado y recubierto (como en Augusta Emerita y Tarraco) con placas de mármol.
Disponía de tres niveles de gradas y bajo el nivel del antiguo suelo de madera existía un foso de servicio para los diferentes espectáculos de gladiadores, denominados munus gladiatorum y luchas contra fieras, llamadas venationes.
El Teatro, comenzado en tiempos del emperador Augusto, tenía un aforo para 3.000 espectadores. Su cavea es casi semicircular de 77,70 metros de diámetro y delimita la orchestra de 26 metros de diámetro. Otro teatro de origen romano que merece la pena visitar es el de Medellín (Badajoz).
Ubicado fuera del recinto principal, en la vetus urbs, el teatro tiene un diámetro de 75 metros, y fue construido en época augusta, aunque la cronología de la escena sigue sin resolverse por completo, que se sitúa en la segunda mitad del siglo I y sustituyó a otra primitiva.
Otras grandes contrucciones de la ciudad romana de Itálica son las Domus de la Casa de los Pájaros, la Casa de Hilas, la Casa de la Exedra (de 4.000 metros cuadrados y dispone en su fachada, además de la entrada principal, de varias tiendas o tabernae), la Casa de Neptuno (ocupa toda una manzana, con más de 6.000 metros cuadrados), la Casa del Patio Rodio o la Casa del Planetario.
El recorrido puede proseguir por las murallas de la ciudad, realmente desde donde debe partir la visita a Itálica. Se construyeron en época augustea con un perímetro de 1.520 metros con el fin más de delimitar el espacio ciudadano que para defenderlo. En época del emperador Adriano se amplió la extensión de la ciudad y se construyó una nueva muralla de 2.460 metros.
Cuna de Trajano
El Templo de Trajano estaba consagrado al hijo más ilustre de la ciudad, el primer emperador de origen hispano que tuvo el Imperio Romano, cuya máxima extensión fue alcanzada bajo su mandato, en el siglo II de nuestra era. Se encuentra en una plaza de la nova urbs, rodeada por una plaza porticada.
Itálica también contaba con dos complejos termales de carácter público, uno en la ciudad vieja y otro en la ciudad nueva, ambos con piscinas de agua caliente (caldarium), templada (tepidarium) y fría (frigidarium), sudatorio (laconicum) y palaestrae de ejercicio.
Las ruinas han sido objeto de visita, admiración y desolación, de numerosos viajeros españoles y extranjeros, que dejaron por escrito, y a veces dibujadas, sus impresiones; como las del anticuario y poeta Rodrigo Caro, que le dedicó la famosa canción Oda a Itálica.
Itálica fue la urbe de mayor esplendor de la Betica romana. Como escribió el poeta, viajar a esta urbe romana es una gran fábula en el tiempo. Sus ruinas representan cuánta fue la grandeza de Roma en la Península y cuánta su posterior decadencia.
En el siglo VII fue eclipsada en importancia política, social y económica por la vecina Sevilla (Hispalis), pero mantuvo un obispado.
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De geografía