Su nombre constituye una referencia para todos los estudiosos del mundo antiguo. Jaime Alvar (Granada, 1955) es catedrático de Historia Antigua por la Universidad Carlos III de Madrid y todo un experto sobre colonización fenicia y griega en el Mediterráneo.
Jaime Alvar y su bibliografía
Editor de numerosas monografías científicas y autor, entre otras obras, de Entre fenicios y visigodos, Fenicios y cartagineses en el Mediterráneo
o Religiones orientales en el Imperio Romano
, Alvar reúne tantos conocimientos y experiencias sobre colonizaciones, religiones y sociedades mediterráneas que se atreve hasta a escribir ficción histórica con la convicción de que nadie pondrá en duda el sustrato documental de la obra: Tartesos, un reino soñado
.
¿Qué importancia tuvieron los fenicios en el desarrollo cultural y económico del Mediterráneo?
Todos sabemos que su importancia ha sido extraordinaria. Su capacidad político-militar en la franja costera era muy reducida frente a las grandes potencias circundantes. Supieron adaptarse a esas circunstancias y sus principados desarrollaron técnicas y artesanías muy cualificadas que exportaban a sus vecinos. El incremento de la demanda les obligó a buscar materias primas en el Mediterráneo, lo que los puso en contacto con los griegos y con los restantes pueblos que vivían en las orillas del mar. Poseían el alfabeto y lo dieron a conocer como vehículo de expresión y comunicación.
Generaron impactos desiguales en las comunidades con las que entraban en contacto en virtud de sus propias condiciones de organización social y política. Por ello potenciaron el desarrollo de formas políticas más complejas en las sociedades que aún no se habían dotado de estructuras estatales. Al mismo tiempo imponían indirectamente una intensificación en el trabajo de extracción de metales y otras materias primas en los lugares en los que se asentaban, de modo que fomentaron formas de explotación esclavista que va a ser fundamental en la organización del trabajo en época clásica.
¿Cuándo llegaron los fenicios a la Península Ibérica?
Bueno, el asunto se ha debatido hasta la saciedad, porque las fuentes literarias habían permitido hacer cálculos basados en los datos cronológicos que proporcionaban y se había establecido la fecha del año 1100 a.C. para la fundación de Cádiz. La arqueología descubre a los fenicios en la Península a finales de los sesenta del siglo pasado. Inmediatamente se multiplican las excavaciones y los hallazgos, pero los materiales no corroboraban las fechas proporcionadas por las fuentes clásicas; el límite se había establecido en torno a 775 a.C. Se negoció entonces una suerte de compromiso por medio del cual se pensó que la arqueología solo los detectaba en su fase colonial, pero que antes tendría que haber habido una fase ‘precolonial’ de exploración y tanteos. De ese modo se pretendían salvar el hiato de tres siglos que separaban las dos series informativas. A partir de los ochenta se empezó a criticar lo de la precolonización, con razón, pues no tenía sentido un sistema comercial basado en un procedimiento experimental que durara tres siglos.
Sin embargo, al mismo tiempo, la arqueología, que parecía muy segura en sus métodos de datación, empezó a sufrir reajustes, de modo que ahora se admite que los fenicios están arqueológicamente presentes en la Península a partir del siglo IX a.C.. En mi opinión, el problema es que no debemos hablar de fases, sino de modo de explotación y comercio. La implantación de enclaves permanentes supone una modalidad diferente a la que se desarrolla sin establecimientos perpetuos, es decir, de contactos no sistemáticos. Pero ambas modalidades pueden coexistir en virtud de las realidades con las que los fenicios entran en contacto.
¿Dónde se establecieron en nuestro territorio?
No sé cuál es ‘nuestro’ territorio. Si se refiere a la Península Ibérica, los materiales más antiguos proceden de la costa malagueña, de la zona de Huelva y del Estrecho. Posteriormente se establecen en el Levante, en la desembocadura del Segura y en Ibiza, en el ámbito mediterráneo, mientras que en el Atlántico alcanzan el estuario del Tajo y probablemente llegan hasta el Mondego, mientras que por el litoral africano se establecen en Lixus. Se trata de una amplísima red de captación de recursos locales que se canaliza a través de sus medios de transporte por todo el Mediterráneo.
¿Existió Tartessos?
Sí. Cuando los fenicios llegaron a la Península entraron en contacto con una población que les proporcionaba materias primas, esencialmente plata. No sabemos nada de esa población, ni cómo se denominaban a sí mismos, ni cómo los llamaron los fenicios, ni cómo estaban organizados, ni nada de nada. Pero allí estaban, porque hay testimonios arqueológicos de su existencia antes de que llegaran los fenicios y porque hay tenues testimonios de sus procesos de cambio tras la presencia fenicia. Dos siglos más tarde llegaron los griegos y dijeron que los que allí vivían se llamaban tartesios, porque sus territorios los bañaba el río Tartessos, tenían una ciudad que se llamaba Tartessos. Nunca dijeron que los fenicios de occidente hubieran pasado a llamarse tartesios. Los distinguen como dos realidades coexistentes. Luego, los griegos, fueron localizando sus propios mitos en este nuevo extremo de su orbe conocido y fueron entremezclando en sus propias narraciones episodios que atribuían a los tartesios, pero en realidad no sabemos si lo que cuentan corresponde de verdad a los tartesios o es una especie de historia ‘prestada’.
El proceso de aculturación con los fenicios parece muy intenso en el momento en el que aparecen los griegos y por eso la arqueología tiene dificultades para diferenciar un estrato supuestamente ‘indígena que haría cerámica a mano y construiría cabañas, frente a un estrato colonial fenicio con cerámicas a torno y una vajilla compleja con construcciones cuadrangulares, murallas y todos los aditamentos propios de la ciudad ‘oriental’. Lo cierto es que el mestizaje es demasiado profundo para mantener esas percepciones anticuadas.
A su juicio, ¿qué fue Tartessos? Pudo ser una ciudad, un río, un reino…?
Tartessos fue una denominación genérica que otorgaron unos forasteros a una población asentada en el área de Huelva-Sevilla-Cádiz que convivía desde siglos atrás con los fenicios asentados en la región, incluso en el interior de su territorio. La vida de esas gentes se desarrollaban ya en formas urbanas y, por tanto, es imaginable que tenían jerarquías en forma de principados y que podrían establecer alianzas políticas entre ellos. Las analogías con procesos similares en otros ámbitos mediterráneos nos permite imaginar cómo eran sus estructuras sociales, económicas, su organización,… También percibimos las diferencias, pues la cultura material de los etruscos, que a veces sirven como referente, es infinitamente más rica y ello obliga a ser muy cautos con las comparaciones.
¿Por qué nos fascina tanto esta cultura?
No me atrevería a hablar de fascinación. Creo que es mucho más notoria la ignorancia sobre Tartessos que la fascinación que suscita. En realidad, el discurso nacionalista español no ha prestado atención al primer reino peninsular como referente. En la escuela no se aprende nada al respecto y poco en los estudios posteriores. Da la impresión de que los debates entre los expertos han generado una especie de stand by a la espera de que se alcance algún acuerdo. Pero no es esa la causa del menosprecio, o mejor, escaso aprecio. De hecho, un historiador alemán alentado por un romanticismo postrero, Adolf Schulten, buscó su propia fama imaginando un pasado glorioso para nuestra patria. Tuvo enorme predicamento en el ámbito académico, pero no logró popularidad. Nos brindó una historia de la que pudiéramos sentirnos orgullosos, pero no se produjo la transferencia de conocimiento, de modo que los libros de texto franquistas no aprovecharon esa circunstancia para inducirnos a un profundo amor a nuestra patria gloriosa. Y antes de que Schulten trascendiera como apropiación colectiva de los españoles, descubrimos que su Tartessos era una ficción más falseada que la de los griegos. La deconstrucción de Schulten aún no ha dejado espacio para el surgimiento de un nuevo modelo explicativo coherente y comprensible para esa necesaria transferencia a la sociedad.

Luego llegaron a la Península los griegos. ¿Por qué decidieron instalarse en la costa española?
Bueno, las razones son más o menos las mismas que las de los fenicios, pero no fue una instalación masiva. Acudieron en primer lugar al área productora de metales, la Ría de Huelva. Más o menos al mismo tiempo buscaban puntos de escala en el Ampurdán, tal vez para facilitar la conexión de Marsella con Tartessos. Pronto declina el comercio de los metales con Oriente y el modelo organizativo de Tartessos llega a su fin. Entonces los griegos intensifican su relación con el Levante, donde van emergiendo los principados ibéricos.
Aparte de Ampurias y Roses (Gerona), ¿fundaron los griegos más colonias o ciudades en la Península Ibérica?
La presencia griega en la Península no sigue los modelos de la ‘colonización’ griega. No hay necesidad de instalar gente en explotaciones agrícolas, de modo que los contactos son más bien de interés comercial, como un sistema de redes de contacto con agentes locales, como ponen de manifiesto algunos documentos muy interesantes.
¿Qué significa para la historia el mar Mediterráneo?
Pues para la historia de las gentes que vivieron en ese espacio económico lo es todo. Todo lo bueno y lo malo, que así se justifica el título de un libro famoso de Horden y Purcell, The Corrupting Sea. Para la Historia de América también tiene hondo significado a partir del siglo XVI, para la de Asia bastante poco hasta el siglo XIX. No me atrevo a decir nada más, porque no merece la pena insistir en banalidades. Hay que tener cuidado con nuestra tendencia mediterraneocéntrica que es muy perniciosa, en especial para los demás, pero también para nosotros.
Y hay que tener cuidado también con los creyentes en la máxima ciceroniana de que la historia es la maestra de la vida, o de bobadas como que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. El Mediterráneo es grande, pero el mundo lo es más. Ahora bien, el Mediterráneo, en sentido amplio, es un espacio económico y cultural, susceptible de vivir con un razonable equilibrio a pesar de su diversidad etnolingüística; la religión no puede ser la excusa para justificar la violencia, pero tampoco para rechazar la posibilidad de cohabitación con la otra mitad de las ranas de la charca, que diría Aristóteles.
¿Qué momento histórico del pasado de España considera más importante?
No soy mitómano. Me chirrían las percepciones de la Historia que transmite fenómenos como El Ministerio del Tiempo. Probablemente discrepo con lo que la mayoría considera importante. Si me preguntara por un interés personal le diría que la reflexión sobre las formas de contacto entre culturas me parece un ejercicio intelectual interesantísimo. El contacto de España con América es uno de los ejemplos más complejos y mejor documentados de cuantos podemos explorar. Lamento no conocerlo mejor.
De los lugares que ha visitado, ¿con cuál se queda?
¿Con cuál no? Es cierto que la libertad consiste en tener posibilidad de elección. Pero ahora mismo me siento más libre sin elegir, porque soy consciente de lo que significa optar en una circunstancia así.
Y para escribir un nuevo libro, ¿qué periodo o lugar escogería?
Estoy escribiendo un libro sobre el culto de Mitra en Hispania.
¿Siempre hay que estar replanteándose la Historia por los continuos y novedosos descubrimientos que se realizan?
No solo por eso, que sí, sino también porque cada instante histórico percibe el pasado de una manera distinta. Nuestra mirada al pasado le deja escarias indelebles y si estamos atentos a las marcas que dejamos tendremos la capacidad de percibir más complejamente la realidad.
¿Viajar es un placer?
Depende con quién.
De todos los lugares en los que ha estado, ¿cuál ha sido el que más le ha marcado?
El pasado.
¿Qué lugar le queda por visitar?
Muchos. Me duele mi alienidad en Latinoamérica.

¿Qué lugares recomendaría para visitar sobre todo por su historia?
El planeta Tierra.
¿Qué época de España encuentra más atractiva si tuviera que escoger un destino para visitar?
¿Un viaje en el tiempo? Estaría bien, pero ya nos lo han pisado los funcionarios del Ministerio del Tiempo y sus cerebros.
Cuando viaja, ¿es la historia y el patrimonio del destino que escoge uno de los principales motivos de su escapada?
Por supuesto.
¿Con qué reclamos cuenta nuestro país para ser visitado?
En primer lugar, el dios Sol. Después, el patrimonio cultural.
¿Considera que España es uno de los destinos más recomendables para conocer por su pasado histórico?
Depende de lo que a cada cual le interese, pero sí, en principio estaría de acuerdo con que el viaje ayuda a comprender si se estudia.
¿Por qué no se fomenta más el turismo cultural en nuestro país?
Porque sale más resultón el turismo de sol y playa. Sin embargo, no me cabe duda de que hay una fuerte demanda social por un tipo de turismo cultural que requiere una infraestructura que de momento no existe, por ejemplo, en guías especializadas, señalización en carreteras,…
¿Nos podría adelantar algún proyecto en el que esté trabajando?
Después del libro sobre Mitra en Hispania, luego vendrá otro sobre Cibeles que está bastante avanzado.