Sólo hace falta pasearse por el Monumento a los Descubrimientos del barrio de Belén en Lisboa para darse cuenta de que lo que ahora es un discreto país acurrucado en las afueras de Europa se convirtió en su día una de las potencias más grandes en cuanto a la colonización de nuevos territorios.
El afán viajero de los portugueses explica que no solo se puedan comer los famosos pastelitos de Belén en su lugar de origen; hay otro lugar, a muchos kilómetros de distancia, en el que se pueden encontrar estas sabrosas tartaletas de crema en cualquier esquina: Macao.
La península de Macao está unida a China pero administrativamente perteneció a Portugal hasta el 20 de diciembre de 1999, dos años después de que Hong-Kong dejase de ser colonia británica y tomase el rol de Región Administrativa Especial. Macao se convirtió así en la última colonia europea en Asia y pasó a compartir con Hong-Kong ese particular estado otorgado por el gobierno chino bajo la promesa de ser ‘un país, dos sistemas’.
Con un monumento en el que una joven china entrega una flor de loto a un joven portugués, en la llamada Plaza del Senado de Macao, se simboliza la larga relación de amistad que mantuvieron los gobiernos chino y portugués a lo largo de los años. Desde principios del siglo XVI Portugal estuvo intentando establecer en Macao un punto comercial en Asia.
Las relaciones comerciales entre países y la ayuda que los portugueses prestaron a los chinos para combatir la piratería hicieron que finalmente, en 1557, la dinastía Qing accediese a ceder la administración de Macao a Portugal. Los portugueses gestionaban la península pero estuvieron pagando una especie de alquiler, por haberse establecido allí, hasta 1863.

Los primeros pobladores del Macao portugués fueron los supervivientes de la llamada Masacre de Ningbo en 1542. Pese a que las relaciones entre lusos y chinos convenían a ambos, no estuvieron libres de hostilidades. Portugal quería el control comercial de la región china de Ningbo, llegando a utilizar métodos poco amables, a lo que China respondió con el exterminio de la población portuguesa. Se calcula que fallecieron entre 800 y 3.000 portugueses, y al parecer a los supervivientes se les permitió establecerse en Macao.
El establecimiento de los portugueses trajo consigo los años más prósperos de Macao. Era un punto estratégico en rutas como la que iba de Manila (Filipinas) a Goa (India) o, especialmente, la que unía la plata de Nagasaki (Japón) con la seda de Guangzhou (China) y que dejaba en Macao cuantiosas comisiones.
La edad de oro, de 1580 a 1640, coincidió con la unión entre los reinos de España y Portugal bajo Felipe II. Esto puso a Macao en el punto de mira de los holandeses, que también tenían intereses por Asia y, por este motivo, la Fortaleza de Guía fue una de las primeras construcciones que hicieron los portugueses.
Precisamente fue Felipe II el que bautizó a Macao como la ‘Ciudade do Nome de Deus’. Cuando la casa de Braganza recuperó la corona de Portugal, la noticia tardó dos años en llegar a tierras macaenses. Al enterarse, la colonia portuguesa mandó todo tipo de agasajos al nuevo rey y, en agradecimiento, Juan IV añadió un pequeño apéndice al eslogan de la ciudad: ‘Macao, Ciudad del Santo Nombre de Dios. No hay ninguna más leal’.

Macao fue un punto clave en los años de bonanza de las operaciones comerciales de los portugueses en Asia pero también un lugar fundamental para la religión cristiana en ese continente, puesto que se convirtió en un centro de referencia para los misioneros católicos. La consecuencia más notable es la catedral de San Pablo, construida a finales del siglo XVI. Sus ruinas y los 66 peldaños de piedra que dirigen a su portal son, junto a los grandes casinos de la ciudad, la imagen más representativa de Macao.
Otra de las construcciones religiosas que perduran es la iglesia del Santo Domingo, de la misma época que la catedral pero en mucho mejor estado de conservación. Estos dos edificios, junto a un total de 29 lugares del centro histórico, son Patrimonio de la Humanidad. Hoy en día la religión cristiana es minoritaria aquí, lo mismo que la población portuguesa, reducida apenas al 2%. Sin embargo, Macao es uno de los lugares del mundo con mayor crecimiento en los últimos años. Y eso es debido al boom de la industria por la que este pequeño trozo de tierra rodeado de mar es conocido en el mundo entero: el juego.
Macao ha sabido reinventarse a lo largo de los años. A la época de esplendor de los colonos portugueses le siguieron años oscuros en los que sirvió de punto de partida de los chinos que eran vendidos como esclavos y enviados a Sudamérica. Durante la Segunda Guerra Mundial se mantuvo neutral y sirvió de lugar de refugio multiplicando su población en cientos de miles de personas. Ha vivido altos y bajos hasta convertirse en Las Vegas de Asia.

En 1962, gobernantes y empresarios de Macao y Hong-Kong firmaron un trato llamado Sociedade de Turismo e Diversoes de Macau. La península se convirtió en el destino de los hombres de negocios hongkoneses que empezaron a desarrollar la industria que ha explotado en los últimos años. China, que durante años estuvo renunciando a volver a hacerse cargo de Macao, después de tomar el control en 1999, en 2002 acabó con el monopolio de casinos y empezó a conceder más licencias.
El Cotai Strip cambió radicalmente añadiendo todavía más contraste a una ciudad en la que convive la arquitectura colonial con el espíritu oriental, donde justo detrás de las ruinas de San Pablo se puede encontrar el templo budista de Na Tcha. En 2007 se construyó el primer gran resort, el Venetian Macao, una copia de la versión del mismo grupo empresarial que hay en Las Vegas.
Le seguirían otros complejos como el de City of Dreams que, además de casinos y hoteles, alberga una de las tres salas Poker Stars que hay en el mundo. La de Macao se está convirtiendo en todo referente, puesto que es de los pocos sitios del Continente en los que se puede jugar y atrae a aficionados de todos los puntos de Asia. El póquer es la seda y la plata del siglo XXI en Macao.
En 2013 Macao fue nombrada por The Economist como la segunda economía de crecimiento más rápido (por detrás de Mongolia), así que parece que esa pequeña península con más de medio millón de habitantes en menos de 30 metros cuadrados no va a dejar de crecer y añadir diversidad a una de las historias más peculiares y únicas de las distintas comuniones Oriente-Occidente que se han producido a lo largo de los años.

Dónde dormir: Pousada de Säo Tiago Macau; Avenida da Republica, Fortaleza de Sao Tiago da Barra; teléfono: (853) 28378111.
Dónde comer: Vida Rica at Mandarin Oriental; Avenida Dr Sun Yat Sen, NAPE, Macao; teléfono: (853) 88058918.