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Marrakech despierta los sentidos. Cada tarde, Jemaa el Fna, la plaza que es Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, queda invadida por los olores del cordero recién cocinado en los puestos que se montan y se desmontan a diario. Mientras el viajero puede contemplar tal espectáculo desde alguna terraza de los alrededores, puede asimismo degustar un té a la menta como solo en Marruecos saben hacerlo.

Jemaa el Fna es un universo en sí misma; también despierta la imaginación. Casi todo es posible en esta enorme explanada que se abre al sur de la medina de Marraquech. A todas horas del día ocurren decenas de acontecimientos y se practican toda clase de actividades comerciales, culturales y de ocio. Al atardecer, las luces anaranjadas y el aroma de sus restaurantes atraen a cientos de locales y forasteros.

Qué ver en Marrakech

Frente a la plaza, de entre unas palmeras, emerge el minarete de Koutoubia, un torre de 70 metros de altura, hermana gemela de la Giralda de Sevilla y de la torre de Hassan de Rabat, construida por los almohades en el año 1150 tras conquistar la ciudad.

La singular plaza de Jemaa el Fna es el principal reclamo de Marraquech, pero no el único. Zocos, palacios, museos, talleres de artesanos y tiendas de las mil y una noche salen al paso mientras se camina por el sur de la medina de la ciudad africana. No es fácil orientarse en Marrakech. Por ello, antes de emprender el primer paseo, conviene que el viajero se provea de un mapa detallado de la ciudad antigua.

El sur de la medina es mucho más tranquilo que la plaza Jemaa el Fna, y menos transitado que la zona norte. El mejor lugar para iniciar la excursión es por una de las puertas de la muralla antigua, la de Bab Agnaou. Una vez cruzada, hay que tomar la Rue de la Kasbah para visitar las Tumbas Saadíes, donde reposan los restos de los miembros de la dinastía saudí, que reinó en Marruecos entre los años 1554 y 1669.

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Junto a la Place des Ferblantiers se encuentra el palacio El Badi, construido por el sultán Ahmed el Mansour en el siglo XVI. Aunque está en ruinas, los restos dejan adivinar lo que fue en el pasado: el palacio más esplendoroso de África, inspirado en la Alhambra de Granada.

La Mellah, el gueto judío de Marrakech, queda junto a la Place des Ferblantiers, y es una ciudad en sí misma. Data del siglo XVI, aunque hoy sus calles están habitadas por musulmanes. Al salir del barrio, hay que subir por la Rue Riad Zitoun el Jedid para llegar a la Rue Derb Si Said, donde se puede visitar el Dar Si Said, el palacio que en el siglo XIX se hizo construir el hermano del visir general Bou Ahmed.

En el zoco de los tintoreros el viajero queda deslumbrado ante el colorido de las telas colgadas al sol, mientras el oído trata de descifrar cuál es la mejor oferta de toldas las que gritan a los cuatro vinitos los comerciantes del zoco de Btana.

Al norte de la medina se concentran los zocos gremiales. Caminando por sus estrechas calles se descubre la verdadera esencia de la ciudad, una ventana al pasado donde los artesanos son los protagonistas. Se accede desde la Place Bab Fteuh, con un trasiego incesante con hombres que trabajan, negocian, compran, venden o simplemente regatean.

La próxima parada del viajero le lleva a la ciudad nueva, que tiene un aspecto más occidental y cosmopolita con anchas avenidas, comercios y tiendas de diseño, galerías de arte y discotecas. Comienza en el eje de la Avenue Mohammed V, fuera de la tradicional medina.

Marrakech mercado
Los zocos de Marraquech bullen de actividad cada día./ Imagen cedida por Shutterstock

Llega ahora el merecido descanso tras una jornada exhausta. Para dejarse tocar y conseguir una piel limpia y sin impurezas, hay que hacer una visita al hammam. Es más que darse un simple baño. Es ir a charlar con los amigos, a disfrutar del placer de vivir. Uno de los mejores baños árabes de Marraquech es el Hammam Ziani, por donde 3,5 euros el viajero podrá probar esta relajan experiencia.

Otra opción de descanso y relax pasa por escoger un alojamiento en el que poder pernoctar si la estancia del viajero se prolonga durante varios días. Los riads (antiguos palacios y casas tradicionales que pertenecían a la nobleza) se han rehabilitado para acoger al viajero.

A Marraquech se puede llegar en avión o en barco. El viajero amante del mar y de la contemplación sosegada sin duda se decantará por la segunda opción. Desde España tiene varias opciones para viajar al país norteafricano; por ejemplo, puede utilizar ok-ferry.es para reservar ferries a Marruecos. Y no solo aquí, sino a cualquier isla del Mediterráneo.

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Dónde dormir en Marrakech: La Mamounia; Avenue Bab el Jedid; Marraquech (Marruecos); teléfono: +2125243-88600.

Dónde comer en Marrakech: Restaurant le Marrakchi; 52, Rue des Banques; Marraquech (Marruecos); teléfono: +212 5244-43377.


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