En este monasterio todo es minúsculo, propio de Lilliput: celdas, refectorio, capilla, cocina y claustro. Propio de la filosofía austera que proclamaba san Pedro de Alcántara: “Que en vuestros edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza”. El viajero se desplaza en esta ocasión hasta Pedroso de Acim, a unos cuarenta kilómetros de Plasencia (Cáceres) para conocer el monasterio más pequeño del mundo que habilitó este monje franciscano a mediados del siglo XVI: San Pedro del Palancar.
El religioso transformó una pequeña vivienda en monasterio, de tan reducidas dimensiones (60 metros cuadrados más o menos según se cuente el grosor de los muros) que se le conoce como el Conventico. Resulta complicado de imaginar que en sus mejores tiempos llegara a vivir una comunidad compuesta por una decena de religiosos.

El conjunto arquitectónico y su decoración interior se caracterizan por la simplicidad y la sobriedad. Minúsculas estancias que sin duda sorprenderán al viajero que visite el cenobio.
Un estrecho pasillo conduce a la entrada del monasterio cacereño con una puerta de acceso tan pequeña y tan baja que el viajero debe estar muy atento para no golpearse la cabeza. De ella los propios oficiales afirmaban que “no dejase las puertas tan estrechas y baxas que no podían caver alguna persona por ellas sino era bajándose y entrando de lado”.
La celda del santo no podía ser más humilde. Ubicada en el hueco de la escalera, dormía acurrucado en cuclillas con la cabeza apoyada en un tronco de madera. El fraile se había propuesto mortificarse con aquellas estrecheces para purificar su alma. Allí escribió su Tratado de la oración y meditación.

En el refectorio los monjes se veían obligados a comer arrodillados y en el claustro, un patio con cuatro columnas de madera y un patio de luz, hay que entrar encogidos. La capilla está decorada con mosaicos y una talla de san Pedro. Un auténtico lugar con historia.
Fuera del Conventico, también así llamado, existe una fuente de aguas que algunos devotos consideran milagrosas y hermosas vistas de los valles del Jerte y el Alagón. Su rumor y el murmullo están presentes en un mundo de recogimiento y de silencio. Al igual que la higuera que plantó san Pedro, que hoy ha desaparecido, cuyos frutos, al parecer, curaban a los enfermos.
San Pedro de Alcántara fue amigo y consejero de santa Teresa de Jesús, un hombre tan humilde que renunció a convertirse en confesor del monarca Carlos V en su retiro de Yuste, lo que le hubiera supuesto honores y prebendas cortesanas. Sin duda.

Del lugar donde el ermitaño descansaba dijo santa Teresa: “Paréceme fueron cuarenta años los que me dijo había dormido solo hora y media entre noche y día. Lo que dormía era sentado y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, como se sabe, porque su celda no era más larga de cuatro pies y medio”
La provincia de Cáceres depara muchas más sorpresas con historia a un viajero ávido de experiencias que marquen sus sentidos. Dos visitas obligadas son Trujillo y Guadalupe. La primera localidad es la cuna de origen de dos afamados conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, Francisco de Pizarro y Francisco de Orellana. En Guadalupe el viajero puede admirar la belleza de su excelso monasterio, que está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Cómo llegar: El Convento del Palancar se encuentra a dos kilómetros de la localidad cacereña de Pedroso de Acim, en Cáceres. Para llegar, tomar la N-630, en el tramo que une Plasencia con Cáceres. En este tramo, entre Grimaldo y Cañaveral, un desvío por la Ex-371 conduce a Pedroso y a El Palancar.
Dónde dormir: Casa Rural El Postigo; Plaza del Posito, 6; 10829 Pedroso de Acim (Cáceres); teléfono: 699685030.
Dónde comer: El Palancar; Carretera el Palancar, s/n; 10829 Pedroso de Acim (Cáceres); teléfono: 927192033.
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De este pueblo extremeño siempre guardaré un grato recuerdo, porque en el fui muy feliz. Siempre recordaré con cariño a sus gentes a las que conocía mucho, hablaba con ellas cuando iba a la tienda a comprar o bien, cuando iba a misa a la iglesia del pueblo, que bajaba un fraile del convento del Palancar. A todos mi cariño y recuerdo. Sarita, nos acordamos mucho de ti. Muchos recuerdos para todos los vecinos. Paz y Bien