A 72 kilómetros de Barcelona, si el viajero toma dirección a Sabadell por la C-58 y después de serpentear por varias carreteras comarcales, finalmente arribará a Mura, uno de los pueblos más bonitos de Cataluña, que sin duda le habrá merecido la pena por su pasado de origen medieval, sin duda latente en el trazado urbano y que impregna cada rincón del pueblo.
Mura y los íberos
Tomó su sólido nombre de una antigua muralla que, supuestamente, según nos cuenta las crónicas, ya existía en época de iberos y romanos. Mura nunca ha presumido de contar con una extensa población, pero varias desdichas a lo largo de su historia han menguado su número de habitantes, como la Peste Negra en los siglos XIV-XV, o la guerra de las Remensas (siglo XV), una revuelta popular contra las presiones señoriales.
La industrialización llegó a Mura por la instalación de una fábrica textil de hilados a principios del siglo XX que se mantuvo en vida hasta 1964. Su cierre determinó un cambio socioeconómico radical en el pueblo, ya que la población disminuyó considerablemente tras marchar muchos lugareños hacia las industrias de las poblaciones vecinas.
Mura es una población que vale la pena conocer y descubrir por la belleza de su trazado medieval, la armonía de su tejido urbano y la iglesia parroquial de Sant Martí, joya del arte románico (siglo XI), en resumidas cuentas.
Casi cualquier rescoldo del pueblo gira en torno al castillo. A su alrededor se articulan las empedradas y empinadas calles, plagadas de soportales, escaleras, estrechos callejones y rotundas casas de piedra. Mura es pequeña, pero tiene las características necesarias para hacer que cualquiera se pierda en ella.

El antiguo castillo medieval es poco más que una torre de vigilancia, pero fuera del trazado urbano merece la pena visitar la ermita de Sant Antoni y el Museo de la Vida Rural del Molí del Mig. La localidad se encuentra enclavada en al Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i Obac, lo que le confiere un entorno paisajístico plagado de sierras, torrentes, cuevas y fuentes que se pueden recorrer mediante los caminos y senderos indicados.
Una recomendación en particular para los amigos de los baños fluviales: la gorja del padre, un paraje donde el río presenta un espectacular salto de agua y una balsa apacible. Y, por supuesto, el resto de municipios de los Valls del Montcau: Navarcles, Pont de Vilomara y Rocafort, Sant Fruitós de Bages y Talamanca.
No lejos del pueblo barcelonés se encuentra el Puig de la Balma, un conjunto rupestre que también pudo haber sido un lugar de ritos y ceremonias druídicas y después templarias. Se trata de una masía construida el siglo XII horadada en la roca que ofrece servicio de alojamiento, restauración y un museo de gran valor histórico y antropológico.
Mura es también un pueblo de cine por varias razones: porque se ha mantenido intacto en el tiempo. Porque luce un idílico paisaje de postal. Porque en su pequeña escuela se dieron clases de cine a los niños en una experiencia piloto en Cataluña, llamada Cinema en Curs. Y porque ha sido escenario de numerosos rodajes de películas como Pa Negre, Ouija o Bruc, el desafío.

Si el viaje se realiza con los más pequeños, podrán disfrutar en Mura del aviario, donde podrán encontrar pavos reales, gallinas, gallos, patos, conejos, ocas y otros animales de granja viviendo al aire libre y con libertad de movimientos. El recinto está vallado con una reja metálica que permite a la gente observar a los animales desde el exterior.
En torno a un trazado de origen medieval se han configurado distintas localidades de la comunidad autónoma catalana. Ejemplos hay unos cuentos, desde Pals hasta Rupit, todos de indudable belleza y sobre todo historia que merece la pena conocer.

Dónde dormir en Mura: Residencia Puig de la Balma; Puig de la Balma, s/n; 08278 Mura (Barcelona); teléfono: 937433274.
Dónde comer en Mura: Restaurante Cal Carter; Plaça Tomàs Viver; 08278 Mura (Barcelona); teléfono: 938317036.