La más famosa de las ciudades perdidas asombra por la audacia de su emplazamiento. Pródiga en historia, la maravilla jordana de Petra todavía esconde bajo tierra gran parte de su legado.
Patrimonio de la Humanidad desde 1985, Petra no solo sorprende por la belleza de su paisaje escarpado y de sus monumentos excavados en la roca, sino también por una arquitectura mestiza que revela una rica e interesante historia.
Situada en pleno desierto, entre el mar Rojo y el mar Muerto, Petra fue una encrucijada comercial de primer orden. Capital de reino nabateo durante cinco siglos, la ciudad pasó después a manos romanas, bizantinas e islámicas.
Aunque habitada desde tiempos prehistóricos, Petra inició su esplendor en el siglo IV a.C., cuando los nabateos, un pueblo nómada y mercader del desierto arábigo, establecieron allí la capital de su reino. Los nabateos supieron aprovechar al máximo el potencial comercial de Petra. La integraron estratégicamente en la ruta de las especias y la hicieron parada obligatoria para las caravanas en su trayecto por el desierto, desde Arabia y el mar Rojo a Egipto, Siria y Líbano.

La ciudad logró atraer a los mercaderes de sedas, perfumes y telas. Previo pago, las caravanas encontraron allí comida, reposo y mucha agua. Los nabateos, maestros de ingeniería hidráulica, crearon un complejo sistema de embalses, cisternas y canales que irrigaban Petra. El resultado fue una ciudad rica y próspera que también despuntó por la monumentalidad de sus construcciones.
Petra vivió su mayor auge bajo el reinado de Aretas IV (9 a.C.-40 d.C.), pero el control del comercio que ejercía y su disponibilidad de agua llamaron la atención de los romanos. En el año 106 Trajano anexionó el reino nabateo y lo transformó en provincia romana. A partir del siglo III Petra decayó de manera progresiva.
De las 800 construcciones descubiertas en Petra, Khazneh Al-Faraun (‘Tesoro del faraón’) es la más conocida. Construido en el siglo I a.C., se cree que fue el sepulcro del rey Aretas IV. Su fachada, de dos pisos y 43 metros de alto, es de clara influencia helenística y está decorada con dioses nabateos y figuras mitológicas, mientras que el interior es una sala funeraria cuadrada desnuda.
A la ciudad de piedra o ciudad rosácea se accede por un desfiladero de casi dos kilómetros de largo y cien metros de profundidad. A lo largo de estas paredes y en la montañas y gargantas que rodean la urbe se hallan sus famosos templos, fachadas y tumbas excavadas en la roca, así como un teatro finalizado por los romanos que podía acoger a 3.000 espectadores.

Una maravilla histórica y arquitectónica como Petra no podía dejar de aprovecharse como escenario de película. Aquí se han rodado inolvidables escenas, como la de la película Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), donde el arqueólogo aventurero recorre a caballo el camino que lleva al Tesoro de Petra.
Desde su descubrimiento, Petra se ha instalado en el imaginario colectivo de Occidente como la ciudad perdida por antonomasia. Una fascinación que también han compartido los arqueólogos. Las primeras excavaciones se llevaron a cabo en 1929, y se han sucedido hasta la actualidad. No obstante, los expertos consideran que más de la mitad de los restos encontrados siguen ocultos bajo tierra.

Dónde dormir: Mövenpick Resort Petra; Tourism Street، Wadi Musa (Jordania); teléfono: 96232157111.
Dónde comer: Dushara; Queen Rania Al Abdallah Street, Wadi Musa (Jordania); teléfono: 96232156407.