Entre Pinto y Valdemoro es ese lugar extraño en el que todos hemos estado alguna vez, aun sin saber dónde se encuentra en el mapa. Aunque el lugar sí existe realmente. De tanto evocar su nombre, este territorio incierto que lo mismo sirve para ejemplificar un pronóstico incierto que para nombrar una indecisión, ha terminado por convertirse en un lugar irreal, a mitad de camino entre la imaginación y el cuento. Un lugar tan impreciso como su propia localización real.
Tanto Pinto como Valdemoro existen y aparecen en los mapas; uno muy cerca del otro, separados por apenas seis kilómetros, en la provincia de Madrid. Esos seis kilómetros que atraviesan la autovía y la línea ferroviaria que unen la capital de España con el sur serian exactamente el lugar que nombra la frase hecha.
Pero, ¿por qué este lugar de paso fue elegido por la tradición oral para metaforizar la indefinición o un pronóstico incierto de futuro? Explicaciones hay unas cuántas. De ellas, la más extendida entre los vecinos de ambos pueblos es la que habla de un antepasado suyo que, amante de la bebida y frecuentador de las tabernas de ambos municipios, saltando un riachuelo que marcaba la frontera entre los dos al mismo tiempo que se jaleaba a sí mismo: «¡Ahora estoy en Pinto, ahora en Valdemoro!… ¡Ahora estoy en Pinto, ahora en Valdemoro!…», hasta que, una de esas veces, quizá con más vino encima de lo acostumbrado, se cayó en medio del arroyo, viéndose obligado a corregir su frase de ánimo: «¡Y ahora estoy entre Pinto y Valdemoro!».

El origen etílico de la frase se repite en otra explicación de ella, la que habla de Pinto y de Valdemoro como lugares productores de vinos de no gran calidad, pero sí muy populares en Madrid, cuyas clases bajas lo consumían por ser baratos y que ironizarían de esa manera sobre su graduación.
Aunque hay que decir, para disgusto de los vecinos de ambos pueblos, que ni en sus territorio hubo jamás tanta viña ni existió nunca un riachuelo lo suficientemente caudaloso como para que ninguna persona, por muy borracha que estuviera, se cayera en él.
Así que hay que acudir a versiones menos imaginativas; en concreto, a las que tienen por protagonistas a los reyes, como sucedía en Babia. En el caso de Pinto y Valdemoro, iban a Fernando III el Santo de Castilla, quien en el siglo XIII asistió, según proclama la historia, a la colocación de los hitos de la demarcación que asignó Valdemoro a Segovia y Pinto a Madrid, zanjando de esta forma una vieja disputa fronteriza entre ambos pueblos, cuyos monarcas, en sus desplazamientos de ida y vuelta a Aranjuez, solían parar a comer y a dejar que descansasen entre tanto los tiros de sus carrozas en una venta que había en el punto intermedio del camino, que coincidía con el del recorrido entre Pinto y Valdemoro. De ahí que se popularizara el dicho de que estaban en ese lugar cuando alguien lo quería precisar.
En la actualidad, la explosión urbanística y la transformación económica de Pinto y de Valdemoro les ha hecho pasar de tener 5.000 vecinos entre los dos a los más de 60.000 con que cuentan hoy cada uno. Pinto presume de ser el centro geográfico de la Península Ibérica. De ahí parece derivar su antiguo nombre, Punctum.
Entre sus puntos de interés para visitar cuenta con un torreón, único resto de la fortaleza del duque de Frías, la iglesia de Santo Domingo de Silos, construida sobre una antigua mezquita, de estilo gótico aunque muy adulterado por reformas posteriores, y la estación de ferrocarril, una de las primeras que hubo en España.
Valdemoro es un antiguo feudo de los obispos de Segovia y Toledo que adquirió para la corona Felipe II. En el casco viejo se conserva la iglesia de la Asunción, con elementos góticos, renacentistas y barrocos, fruto de numerosas reformas. En ella trabajaron dos famosos pintores, Goya y Bayeu. También tiene un caserón de la Inquisición que, en cualquier otro lugar, ni se publicaría siquiera.
La Comunidad de Madrid, alberga, aparte de Pinto y Valdemoro, otros enclaves con historia dignos de ser visitados. Buitrago del Lozoya es un buen ejemplo. Pueblo de caballeros, frontera de las dos Castillas o residencia del primer marqués de Santillana, Buitrago destaca por tener una muralla casi intacta. También merece la pena hacer una escapada a Torrelaguna, patria natal del cardenal Cisneros. Es un destino ideal para disfrutar de una escapada de fin de semana.

Dónde dormir: Hotel Valdemoro; Calle del General Martitegui, 21; 28342 Valdemoro (Madrid); teléfono: 918084254.
Dónde comer: Chirón; Calle de Alarcón, 27; 28341 Valdemoro (Madrid); teléfono: 918956974.