La llegada de Cristóbal Colón a tierras de un nuevo continente al que se denominó América a finales del siglo XV trajo consigo el descubrimiento, un año después, de la isla de Puerto Rico, la bella joya natural del norte caribeño. Digna de ser conocida por su pasado y los reclamos turísticos de los que presume.
Pero fue otro español, Juan Ponce de León, quien pasó a ejercer el dominio de la isla con mano firme y valiente. Fue el primer gobernador oficial de Puerto Rico, que se convirtió en posesión colonial española durante más de 400 años. Su huella sigue latente en la actualidad, pues en Puerto Rico se habla mayoritariamente el castellano, aunque el inglés crece en adeptos.
Hasta que llegaron los ingleses y con su dominio de los mares y océanos trataron de conquistar la isla. Aunque una nueva nación que por entonces emergía por aquellos tiempos, los Estados Unidos, entró en la historia puertorriqueña al hacer la guerra contra España y tratar de ocupar Puerto Rico a finales del siglo XIX.
Después de la guerra hispano-estadounidense, el 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el que Puerto Rico y el resto de los territorios coloniales (Cuba y Filipinas) del antiguo Imperio español se cedieron a los Estados Unidos, en abril, un año después.
En la actualidad, Puerto Rico es un estado libre asociado de los Estados Unidos, un territorio no incorporado con estatus de autogobierno. Pertenece a dicho país, pero no forma parte de él. Curioso, cuanto menos.

Al ser una isla, si existe algún reclamo para el viajero que visita Puerto es la excelente calidad de la que gozan sus playas. En las bahías bioluminiscentes de La Parguera, Fajardo y la isla de Vieques se da un curioso fenómeno: cada noche, estas aguas brillan al ser agitadas por el oleaje. Se debe a la reacción que experimentan unos microorganismos denominados dinoflagelados, que desprenden luz cuando entran en contacto con un cuerpo u objeto.
Precisamente, a Vieques se dirigen ahora los pasos del viajero. La también llamada isla Nena, localizada a diez kilómetros al sureste de Puerto Rico, presume de contar con los excelentes litorales de Red Beach, Blue Beach, Media Luna y Sun Bay. No hay consenso sobre el origen de su nombre, aunque sí de su historia. Los españoles expulsaron a los franceses que ocupaban Vieques en el siglo XVII, hasta que también pasó a manos estadounidenses como el estado que le acoge. En la actualidad presenta una amplia oferta de alojamientos.
De vuelta a la capital, San Juan, regresamos a la segunda ciudad más antigua del Nuevo Mundo. Nos adentramos en su bello casco antiguo, diseñado en el siglo XVI por los conquistadores españoles. De su impronta permanecen las fortalezas de San Cristóbal y el castillo de San Felipe del Morro (siglo XVI), ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

También merecen la atención del visitante otros monumentos de indudable interés, como la catedral de San Juan Bautista (1529), la fortaleza o palacio de Santa Catalina (residencia actual del gobernador de Puerto Rico), la capilla del Cristo, Casa Blanca (propiedad de la familia Ponce de León hasta mediados del siglo XVIII), el Capitolio, la plaza de las Armas, el Jardín Botánico de San Juan, el Museo de Pablo Casals o el Museo de las Américas.
Si se visita la isla, una de las escapadas que resultan obligadas para los amantes de la ciencia es la del Centro Nacional de Astronomía, en el que se halla uno de los mayores telescopios del mundo: 305 metros de diámetro, nada menos. Está en Arecibo.

Dónde comer: Barrachina; 104 Calle Fortaleza: San Juan, 00901 (Puerto Rico); teléfono: 1 787-725-7912.