La capital de Portugal es frenética cuando el sol se pone, con bares de copas clásicos a los que poderse acercar, clubes de jazz y locales elegantes para sibaritas. Las opciones son tan diversas que cuesta saber por dónde empezar. Quizás con un gintonic en una terraza con vistas a la ciudad, viendo el ocaso del rey luminoso, para luego ir de tapas al Bairro Alto, rodeados de gente paseando y muchos locales.
Qué ver por la noche en Lisboa
Como opción añadida, el viajero puede ir a Casi do Sodré, antiguo barrio chino reconvertido en patio de recreo sofisticado, o a Boca, con bares con mucho ambiente. La noche lisboeta puede terminar en el ribereño Lux. Pero esto solo es de noche. Mañana amanece un nuevo día y comienza nuestra auténtica ruta por Lisboa.
Todo viajero que se precie puede recorrer los rincones más emblemáticos de la capital del fado en un itinerario con guruwalks en Lisboa. Visitas guiadas en español en las que solo se paga lo que se considera conveniente al final del recorrido. Un forma diferente de conocer los núcleos urbanos, pero muy enriquecedora.
Praça do Comércio
Cuatro son las visitas obligadas en la capital lusa: la Torre de Belém, el monasterio de los Jerónimos, el Castillo de San Jorge y la Praça do Comércio. Amplia, señorial, la plaza es como un punto de partida, o un punto de llegada. Supone la puerta de entrada a la Baixa, un distrito de formas rectilíneas surcadas por tranvías y atestadas de comercios.

El viajero que sigue en dirección al Bairro Alto se topa, como un armatoste añejo que parece haber salido de la nada con el elevador de Santa Justa (45 metros de altura) Algunas calles de Lisboa rezuman los tejados de otras. Es decir: si uno anda por la Baixa y se encuentra el elevador y lo toma, y sube metros y metros en él, al final del recorrido, cuando le parecía tocar el cielo y susurrar a las nubes, el elevador se detiene y, al abrirse las puertas, descubrirá el inicio de una nueva calle.
El barrio más típico
A la Praça Dom Pedro IV se llega subiendo Baixa arriba. En este espacio largo y urbano se puede tomar un café tranquilamente junto al Teatro María I. Perderse por las callejuelas de la Alfama, El Barrio más típico de Lisboa, también es interesante. Con el hallazgo de lugares donde comer y degustar comida portuguesa, algo que se agradece.
Otra de las opciones de las que el viajero dispone si parte de la Caixa es encaminar sus paso hacia el Chiado y el Bairro Alto: pasear, pasear y pasear. Ver, observar, subir, bajar, curiosear, grabar en nuestras pupilas los rostros de los edificios, la gente, los comercios, las calles empinadas, los tranvías que ascienden con esfuerzo por el lomo de la montaña…
En Chiado se recorre la apasionante historia de la ciudad. El viajero puede revivir el siglo XVI del imperio que convirtió a Portugal en una de las potencias del mundo por aquel entonces. Cuna de descubridores, navegantes y exploradores que han dejado su impronta en la ciudad lusa.
El castillo y sus impresionantes vistas de noche
De origen romano pero totalmente reedificado por los visigodos y los árabes, asoma su silueta sobre la falda de la montaña el Castelo de Sâo Jorge. La fortaleza se yergue en posición dominante sobre la más alta colina del centro histórico lisboeta, proporcionando de esta manera al viajero una de las más bellas vistas sobre la ciudad y sobre el estuario del Río Tajo.
El monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belém, ambos Patrimonio de la Humanidad, atraen hasta el barrio periférico de Belém, donde está el Monumento a los Descubridores en recuerdo de aquella legendaria era (50 metros de altura) El primero, de estilo manuelino, responde a los deseos del rey Manuel I de construir un panteón para la familia real. La Torre de Belém, del siglo XVI, fue construida para proteger la entrada del puerto a orillas del Tajo.
Tres millones de visitantes al año no pueden estar equivocados. La fascinación por Lisboa es algo especial. Algo que se siente en el interior y no se puede dejar escapar.
