De la catedral de Brunelleschi a los frescos de Masaccio en la capilla Brancacci, según la Unesco, Florencia contiene “la mayor concentración mundial” de obras de arte universalmente reconocidas”. Más allá de sus museos, sus iglesias y su urbanismo renacentista, la ciudad de la Toscana se abre al viajero para ofrecerle una urbe como hay pocas en el mundo. Si quiere un destino de viajes y turismo cultural, el objetivo su visita debe ser Florencia.
Junto a las antiguas Atenas y Jerusalén, Florencia resplandece en el mundo como un faro de civilización. Preñada de arte, ubicada en un paisaje espléndido, rodeada por un cinturón de armoniosas colinas, Florencia es también la expresión, a través de su historia, de todas las formas posibles de organización política.
En Florencia, el poder se encuentra entrelazado con los mecenas del arte, con la reflexión del pensamiento político (Macquiavelo), con el espíritu profético religioso, con el nacimiento de la lengua y de la poesía (Dante y Bocaccio); con las grandes expresiones de la renovación artística moderna que parten de Giotto; desde Botticello hasta Fra Angélico; desde Donatello hasta Miguel Ángel.
Historia de la ciudad
Los orígenes de Florencia se remontan a la época etrusca, cuando Fiesole, desde su colina, dominaba el valle. Algunos grupos de habitantes de esta última descendieron a orillas del Arno para fundar un poblado, pequeño, pero destinado a desarrollarse gracias a su envidiable situación, en la vía de comunicación directa entre el norte y el sur de Italia.
Los romanos muy pronto fundaron aquí una colonia, a la que dieron por nombre Florentia (destinada a florecer) La ciudad sobrevivió en los siglos más oscuros de la Edad Media y resurgió lentamente en el periodo de los emperadores carolingios.

Entre finales del siglo XIII y principios del XIV, Florencia se preparaba a convertirse cultural y económicamente en uno de los centros más importantes de Italia. Es el periodo de las grandes compañías de banqueros y mercaderes de la floreciente industrias de la lana y la seda.
El Puente Viejo
La ciudad toscana se articula en torno al río Arno, sobre el que se yergue el Ponte Vecchio. Diseñado por Taddeo Gaddi, originalmente el puente estaba flanqueado por cuatro torres a sus lados. Desde siempre acogió, bajo sus dos pórticos, a vendedores y mercaderes.
El punto de partida para visitar Florencia debe ser la Plaza de la Catedral o del Duomo. Este escenario onstituye el centro religioso de la urbe italiana; lo mismo que la Plaza de la Señoría, con su espléndido Palacio Viejo, que es el centro civil y político.
Catedral, baptisterio y campanario
En dicha plaza destacan tres de los edificios más monumentales y significativos del país: la catedral de Santa María del Fiore, con la célebre cúpula de Brunelleschi (de una altura de 114 metros y que puede verse desde cualquier punto de la ciudad, el antiquísimo Baptisterio (cuyas puertas han causado admiración durante siglos; sobre todo la del Paraíso, de Ghiberti) y el elegante Campanario de Giotto, que es al mismo tiempo una obra arquitectónica y de orfebrería.
Plaza de la Señoría
Se trata del corazón civil y político de Florencia desde hace ocho siglos. Nada menos. Aquí trabajaba Nicolás Macquiavelo, fue quemado el fraile reformador Savonarola y también se proclamó el plebiscito de anexión de Toscana a Italia en 1860. En el Palacio Viejo tiene su sede el Ayuntamiento.
La plaza cuenta con monumentos importantes, como la Fuente del Carro de Neptuno o la copia del David de Miguel Ángel. El Pórtico de los Lanzi constituye el símbolo de la democracia florentina. Es un museo al aire libre, en el que sobresale la escultura del Perseo en bronce.
Museo de los Uffizi
A la altura de los mejores museos del mundo, la Galería de los Uffizi alberga la historia de la pintura europea y su evolución. Entre las obras más importantes de la pinacoteca destacan la Virgen de Todos los Santos, de Giotto; la Adoración de los Magos y la Anunciación de Leonardo da Vinci; la terrible Medusa de Caravaggio; la Virgen del Jilguero de Rafael y, por encima de las demás, el Nacimiento de Venus y la Primavera de Botticelli.
El palacio Pitti
Es quizá el palacio más imponente de toda Italia. El monumento ofrece dos grandes atractivos para el viajero: es palacio real privado y al mismo tiempo alberga extraordinarias colecciones artísticas. En el pasado fue mansión de los Médicis y más tarde los Lorena. También sede de la corte de los Saboya, hoy es sede de exposiciones de ocho museos.

La iglesia de la Santa Cruz
La Basílica de la Santa Cruz es, sin lugar a dudas, una de las iglesias góticas más bellas de Italia. Desde hace siete siglos, época en la que la levantó Arnolfo di Cambio, constituye una cantera artística innovadora en la que han trabajado Giotto, Donatello o Canova. Aquí se encuentran las tumbas de Galileo, Macquiavelo, Alfieri, Rossini, Miguel Ángel, Foscolo o Ghiberti.
Santa María Novella
Es el templo de los dominicos. Comprende un magnífico conjunto religioso que comprende la iglesia, el campanario, los claustros y el cementerio. Aquí se celebró en el siglo XV el famoso Concilio de Florencia, donde enseñó uno de los máximos filósofos de la fe: santo Tomás de Aquino.
San Lorenzo de Médicis
Brunelleschi intervino junto al gran Miguel Ángel en la antiquísima iglesia de San Lorenzo, construida en el siglo IV de nuestra era. Su Sacristía Vieja, con esculturas de Donatello, es una joya del Renacimiento.
La Sacristía Nueva, templo realizado por Miguel Ángel, conocido con el nombre de las Capillas de los Médicis, está precedida por la Capilla de los Príncipes. Aquí esculpió el artista los extraordinarios Sepulcros de Giuliano de Nemours y de Lorenzo Duque de Urbino.
Galería de la Academia
Junto a la Gioconda de Leonardo y la Primavera de Botticelli, el David es una obra maestra absoluta del arte. Miguel Ángel lo esculpió a los 25 años, entre 1501 y 1505. La estatua, que tiene una altura de cuatro metros y diez centímetros, se expone en la Galería de la Academia. Sus venas son exageradas.
