Kafka dijo de su ciudad natal que “es una madrecita que tiene garras”, un lugar que es imposible abandonar. Praga funde una belleza legendaria con la magia de su mezcla de estilos arquitectónicos. Una historia turbulenta desde su fundación, hace más de mil años, hace que también se la conozca como el ‘corazón de Europa’.
La mágica, dorada y mítica Praga, además de Kafka, es famosa por la Revolución de Terciopelo y sus magníficas cervezas. Praga es la reina de la música, la ciudad de las Mil Torres. A diferencia de Varsovia, Budapest o Berlín, arrasadas por las bombas, Praga salió casi ilesa de la II Guerra Mundial y se libró de las reformas de estilo estalinista.
Su centro es un batiburrillo de impactante arquitectura gótica, renacentista o barroca, pero también neoclásica, art nouveau y cubista. Al laberinto de calles medievales se unen parques fluviales, bares animados y cervecerías, clubes de jazz, salas de rock, museos, y galerías de arte en abundancia.
El río que le une
Si París tiene el Sena y Londres el Támesis, el Moldava cruza la espalda de Praga y fluye por su valle como el tiempo y la historia fluyen por las calles empedradas de la ciudad. La capital checa es una villa recordada incluso por los que jamás han estado allí por sus hermosos edificios, el reloj astronómico del Ayuntamiento y la tristeza que desprende el cementerio judío.

Son bastantes las cosas de interés que podemos disfrutar en la capital checa. Por eso, hay que prepararse a conciencia el viaje. Una guía de tres días en Praga (sí, en tres días es posible) es un aval de garantías que te permite recorrer todos sus rincones sin perderte casi nada. Por eso, ahora nos planteamos: ¿Qué se puede ver en Praga? Aquí van una serie de imprescindibles:
Puente Carlos
Una de las primeras cosas que el viajero debe hacer nada más llegar a Praga es andar la distancia que le separa del Puente Carlos. Si ha llegado muy pronto, tal vez tenga la oportunidad de ver las primeras luces del día desde allí, acompañado por sus torres góticas y las treinta estatuas que descansan en el puente. Es una obra maestra medieval de 500 metros de largo y 16 arcos.
El reloj astronómico
Por la calle Karlova se llega a la Staromestké Námesti (plaza de la Ciudad Vieja) Allí se encontrará con la imagen más emblemática de la ciudad: el reloj astronómico del Ayuntamiento. Se trata de una plaza seno de edificios de estilos arquitectónicos distintos. Atrae a una gran cantidad de público cada vez que da la hora, cuando salen las figuras de los doce apóstoles y otros personajes móviles que simbolizan la Vanidad, la Miseria, la Muerte y el Turco.
Barrio Judío
Cerca de la Prasná Brána (Torre de la Pólvora), que también hay que ver con calma, se encuentra el conocido Josefov, donde se puede ver el Viejo Cementerio Judío, sinagogas y el Ayuntamiento. Se trata del conjunto de edificios hebreos mejor conservado del mundo. Es un privilegio tener la oportunidad de pasear por sus calles y contemplar sus fachadas impregnadas de historia.

La Catedral de San Vito
Es un edificio que se tardó la friolera de mil años en construirla. La catedral más grande de la Bohemia es uno de los grandes templos góticos de Europa. Domina desde su magnífico emplazamiento el río Moldava y se yergue en el tercer patio del castillo de Praga. Cuando en 1344 Praga pasó a ser arzobispado, el rey Juan de Luxemburgo decidió levantar una iglesia mayor, digna de la ciudad. Y el resultado fue esta fastuosa catedral.
Castillo de Praga
Vista desde abajo, la fortaleza parece monolítica y colosal, pero una vez franqueada la entrada, se encuentra una ciudad dentro de la ciudad. Dispersos entre los numerosos patios y pintorescas calles del recinto, no solo están el Palacio Real y la catedral, sino otros palacios, una basílica románica y una serie de fortificaciones.
Praga se ha convertido en un destino todo el año. Pero las últimas semanas de primavera y finales del verano son las mejores épocas para visitarla. Suele hacer calor y es posible y es posible disfrutar de las terrazas de los bares y restaurantes. Volveremos.
