Todavía hoy podemos admirar lo que debieron ser los magníficos jardines del Alcázar sevillano, el más antiguo de los palacios de la Corona de España, e imaginar lo que fue una perfecta conjunción de lo islámico y lo clásico, de un arte puramente hispánico en una Sevilla que prosperaba gracias a las riquezas del Nuevo Mundo y al monopolio del comercio con las Indias, de esa Sevilla capital del comercio universal, puerto y puerta de las Indias.
De su lejano pasado musulmán se conserva la realidad tangible del patio almohade reconstruido en las Casa de Contratación, las mismas donde el oro de América llegaba siglos después y era descargado en carretas.
El antiguo Alcázar era un un conjunto de edificios militares, huertas y jardines que llegaba hasta el Guadalquivir, e incluía dentro de sus límites la Fábrica de Tabacos, el palacio de San Telmo, parte del parque de María Luisa o la torre del Oro. Poco a poco, a medida que crecía la población, fue reducido hasta llegar a las seis hectáreas actuales. Hoy, sus murallas lindan con el barrio de Santa Cruz y la Universidad.

El actual núcleo de edificios es básicamente de traza musulmana, aunque luego sufriera transformaciones. Sus orígenes podían remontarse a una antigua ciudadela romana, y desde luego ya existía en época califal. Del edificio primitivo aún se conservan las murallas, la puerta y el patio de armas. Después se convertiría en el palacio de la dinastía almohade, más tarde palacio gótico y después alcázar mudéjar.
El siglo XIV llegó de la mano del legendario Pedro I de Castilla, el Cruel, fascinante dueño y señor de este palacio y creador auténtico de sus jardines. Los mejores artistas de la época fundieron dos formas artísticas, el gótico y el almohade, hasta dar como fruto el mudéjar, la expresión material musulmana adaptada a los usos y necesidades castellanas.
Las obras más importantes continuaron en tiempos de Juan II, que mandó hacer la cúpula del Salón de Embajadores, y de los Reyes Católicos, quienes recibieron aquí a Cristóbal Colón cuando solicitó su ayuda para el descubrimiento de una nueva ruta hacia las indias.

Con Felipe II, en el último cuarto del siglo XVI, se levantaron en terrenos del Alcázar la Lonja, la Casa de la Moneda y la Aduana; se concluyó el Patio de las Doncellas y el corredor del Príncipe. Se trabajó sin descanso en los jardines del Estanque, del Príncipe, de las Flores, en el de las Damas y en el jardín de la Santa Cruz, que luego se llamó del Laberinto. Bajo el mandato de Felipe IV se creó la huerta del Retiro y como alcaide perpetuo el conde-duque de Olivares, el edificio vivió una de sus épocas doradas.
Los jardines del Alcázar sevillano son, sin duda, incomprensibles sin su pasado musulmán. El espacio es geométrico, regular, cerrado, con estanques y canales. En él se combinan sabiamente las texturas, los colores, la pared de estuco blanca, el follaje verde, el azul del cielo reflejado en el agua y se añade el detalle polícromo de los azulejos (mosaico, cuenca, cuerda seca y pisanos) Para permitir el riego y no encharcar los paseos y caminos enlosados, el elemento vegetal se sitúa en un plano inferior, lo que permite y potencia una sensual contemplación de estos jardines.

En los patios y jardines del Alcázar coexiste la simetría y la asimetría, que hacen de estos lugares una sorpresa contante, evitando las grandes perspectivas, usando efectos asombrosos por medio de cambios de nivel… Son los jardines de la Danza, del Príncipe, de Troya, de la Gruta, todos ellos alterados por el paso del tiempo. El gusto renacentista añade grutas, portadas, fuentes y sobre todo logra ese equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, entre la tradición y la modernidad de Sevilla.
Hasta 1755 no hubo grandes cambios en el Alcázar, cuando con ocasión del terremoto de Lisboa, y a causa de los daños sufridos, se rellenaron los cuadros del jardín el Crucero en el patio de María Padilla. De entre las maravillas vegetales que cabe destacar entre las que encierran los Alcázares sevillanos habría que señalar la Chorista, el Ginkgo biloba o árbol de los escudos y también el zapote bellasombra o árbol de los niños, y el Achras sapota, con las raíces aflorando.

Se sabe por las antiguas descripciones lo que debieron ser aquellos maravillosos jardines del Alcázar, de los que hoy ha desaparecido todo el cortejo de sátiros, ninfas, dioses y guerreros que los poblaron, testigos de la España cristiana, musulmana y judía. Hoy se engalanan para recibir al viajero que quiera conocer un poco más la historia de este lindo vergel.
Llega la festividad del Corpus Christi ahora a comienzos de junio, con fiesta oficial en Castilla-La Mancha y Madrid, y Sevilla emerge como un destino ideal para disfrutar del puente. Aparte de la belleza e historia que irradian los magníficos jardines del Alcázar, la capital andaluza presume de contar con otros muchos rincones cuyo pasado no desmerece en absoluto. Sin ir más lejos, junto a la colosal catedral gótica se localiza el Archivo de Indias, que custodia los 40.000 legajos y cerca de 3.400 piezas de mapas, dibujos y planos que generaron cuatro siglos de historia americana.
Pero no solo Sevilla; hay otras ciudades con buenas ofertas hoteleras para descansar unos días. Como la propia Madrid, donde recomendamos visitar lugares con historia como el Templo de Debod, el Palacio de Buenavista, el Museo del Romanticismo o la Gran Vía.

Dónde dormir: Hotel Alcázar; Avenida de Menéndez Pelayo, 10; 41004 Sevilla; teléfono: 954412011.
Dónde comer: Restaurante Iguanas Ranas Centro; Calle Santo Tomás, 7; 41004 Sevilla; teléfono: 954044552.