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Nuestra cita viajera se cita hoy en un punto situado en el valle medio del río Aller, un lugar muy bello que, además de tener restos romanos, tiene un pequeño y maravilloso templo lleno de incógnitas. De hecho, sería difícil encontrar en Asturias un monumento con más enigmas que San Vicente de Serrapio, comenzado por su misma advocación, pues la Iglesia no parece tener más referencia a este santo que su propio nombre.

El concejo de Aller es uno de esos espacios que la imaginación puede recrear cuando se evocan paisajes de altas montañas, de verdes praderas, de rápidas corrientes de agua, que saltan mientras descienden con brusquedad buscando espacios abiertos. Cruzado por el río del mismo nombre, todo el concejo de Aller emite una gran belleza natural, en plena cordillera cantábrica, en la zona centro-meridional de Asturias.

Estas tierras estuvieron pobladas desde antiguo; de hecho, los escritos hablan de un dolmen que tuvo el propio Serrapio. En todo caso, el concejo cuenta con excavaciones de castros astures y de restos romanos, no en vano el cónsul Publio Carisio, comisionado para acabar con el citado pueblo entre el año 26 y el 22 antes de nuestra era, fue el impulsor de una vía militar estratégica, la llamada precisamente Via Carisia, que cruzaba la cordillera.

La iglesia de San Vicente de Serrapio o Serápio tiene un exterior que no destaca por su belleza que digamos. Sin embargo, cruzar su umbral significa penetrara en un abigarrado ‘museo’ de simbología esotérico-hermética de difícil parangón en nuestra península. Para muchos, esta iglesia románica asturiana construida sobre bases prerrománicas y, antes, sobre un santuario romano, es un compendio de saberes alquímicos dejados allí por los míticos caballeros del Temple.

Su fecha de construcción data de 884 y, templario o no, lo cierto es que este lugar está lleno de enigmas que por sí solos merecen una visita reposada. La titularidad del lugar parece referirse a san Vicent Mártie o san Vicente de Huesca, que, según el martirologio cristiano, fue atormentado y muerto en tiempos de Diocleciano, siendo uno de los instrumentos de tortura la cruz en aspa. Esta cruz la podemos encontrar en el interior disimulada en la pila bautismal románica.

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El dios Serapis, venerado en el Antiguo Egipto y representado por los romanos con el Can Cerbero a sus pies y con una serpiente, podemos verlo en San Vicente de Serrapio. Asimismo, se encontró en esta iglesia una lápida votiva consagrada a Júpiter. Del mismo modo, en uno de los canecillos del ábside se aprecia a un personaje con dos caras unidas mirando, al igual que Jano, cada una a un lado.

La iglesia de San Vicente de Serrapio fue, en origen, un templo romano dedicado a Júpiter, que después fue convertido en templo cristiano, prerrománico, que fue remodelado en la etapa románica y luego tuvo oras incorporaciones. Durante las obras de restauración de la iglesia, llevadas a cabo en la década de los noventa del pasado siglo, salieron a al luz tres calaveras sobre la pila de agua bendita.

Además, la simbología de las pinturas murales también sorprende. No solo hay referencias al Santo Grial, sino que diversas cruces han hecho que muchos estudiosos vean la mano de los templarios en el lugar. Las estrellas y las cruces de la bóveda que antecede a la sacristía no dejan de evocar otros tiempos y otras gentes.

En cuanto a lo del Grial, la referencia se encuentra en la pintura del ángel recogiendo la sangre de la muñeca del Cristo crucificado. Símbolos alquímicos en los canecillos, en los capiteles, en las pinturas, lo cierto es que hay muchas cuestiones por esclarecer y las obras de restauración, que dejaron al descubierto las pinturas murales, aún profundizan esta sensación.

La iglesia consta de tres naves y sus respectivos ábsides, que datan de los siglos XII-XIII, junto a la pila bautismal, la sacristía y la sala que antecede a la misma. Los demás elementos del edificio, portada y espadaña entre ellos, son del siglo XVII y del XVIII.

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Interior de la iglesia asturiana.

Espectacular es el capitel de la sirena que sujeta sus dos colas de pez y amamanta a un personaje que puede ser su cría. Según la mitología, los grifos (mitad águila, mitad león) eran guardianes de tesoros, especialmente del oro. Respecto a los basiliscos (mitad serpiente, mitad gallo), son emblema de maestría en el saber oculto. Todos estos elementos mitológicos están representados en capiteles de San Vicente de Serrapio, que pudo ser la sede de un colegio sacerdotal de un culto antiguo vinculado a Júpiter y Serapis. Para muchos, las dos enigmáticas lápidas con texto en latín que se hallan en la iglesia confirman esta idea.

San Vicente de Serrapio merece que el viajero se recree en su enigmática iconografía. Y no solo la románica. Las pinturas de los ábsides son del siglo XVII, pero también muestran detalles de mucho interés. Como la de la Virgen, representada en el ábside central. En otra pintura, un ángel recoge en un cáliz la sangre que cae de la mano del Crucificado. Todo resulta perturbador en este templo religioso.

Desde los valles de Aller puede el viajero aficionado por la historia prolongar su idilio con el pasado por tierras asturianas para visitar el Gijón romano o la iglesia de Valdediós, que quizá puede albergar la Mesa de Salomón. ¿Viajamos has allí para descubrirlo?

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Dónde dormir: Hotel rural El Fundil; Barrio el Pino, 16; 33687 El Pino (Asturias); teléfono: 985487032.

Dónde comer: La Casona; Barrio la Casona, 26; 33677 Nembra (Asturias); teléfono: 985485073.


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