Son como dos gotas de agua. Tanto en su aspecto físico como en el intelectual. Las hermanas María y Laura Lara (Guadalajara, 1981) forman un tándem del saber y del conocimiento que trabaja a la perfección. Doctoras en Filosofía, licenciadas en Historia y profesoras universitarias, sus currículums producen vértigo. No caben en esta página.
María, quien ya nos invitó en Lugares con historia a descubrir el Fuerte de San Francisco, es autora de obras como Reconquista, Enclaves Templarios
o El Velo de la promesa
. Por su parte, Laura, no le anda a la zaga. Ha escrito obras como Civilización y cultura en el mundo hispánico
o El despertar de Toledo en la Edad de Plata de la Cultura Española
.
Ahora, ambas, en su calidad de doctas, nos descubren la historia de un templo religioso que vio crecer al fundador de la Compañía de Jesús. Para más información, recomiendo su nuevo libro: Ignacio y la Compañía (Edaf), que ha obtenido el Premio Algaba.
La parroquia de Santa María la Mayor en la antigua Complutum constituye un lugar con historia, mejor dicho, la historia ha hecho que en su interior converjan todas las épocas entrelazando historias.
En primer lugar, atestigua el temprano esplendor de la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola en el tránsito del Renacimiento al Barroco, en aquella ciudad que atrajo al fundador a su regreso de Tierra Santa y, en cuyo Hospital de Antezana, todavía se conserva la cocina donde preparaba sus víveres.
No en vano es claro ejemplo de iglesia jesuita en cuya construcción participaron como artistas varios miembros de la Compañía. El templo nació como iglesia del Colegio Máximo, iniciando su construcción el arquitecto jesuita Bartolomé Bustamante en 1567, con cuyos planos trabajaría Francisco de Mora (discípulo de Juan de Herrera en El Escorial), si bien sería concluida en los años veinte del siglo siguiente por su sobrino, Juan Gómez de Mora. Y es que los problemas financieros ralentizaron las obras hasta que, en 1602, el mecenazgo de Catalina de Mendoza y Mendoza permitió relanzar la idea.

Como era costumbre, el modelo arquitectónico de Il Gesú de Roma está omnipresente: planta de cruz latina, con amplio presbiterio, cúpula sobre el crucero y capillas laterales comunicadas entre sí.
Para la fachada, Juan Gómez de Mora tomó como referencia la iglesia romana de San Giacomo degli Incurabili. El templo es símbolo de la Contrarreforma y sirvió de ejemplo para sucesivas iglesias jesuitas, como las de Toledo y Madrid.
La piedra berroqueña otorga belleza a esta fachada que por sí misma rebosa solemnidad. Las cuatro esculturas exteriores, creadas por el portugués Manuel Pereira, inspiran al visitante la mirada observadora y atenta del anfitrión que recibe en su morada.
En los intercolumnios del primer cuerpo se hallan San Pedro y San Pablo, mientras que en el cuerpo superior, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier coronan la creación de la Compañía. Como remate heráldico contemplamos el blasón de los Mendoza en cada entrada de las calles laterales.
La iglesia constituye un auténtico monumento en sí mismo, con retablo del jesuita Francisco Bautista donde lucieron los lienzos de Angelo Nardi, consumidos por un incendio durante la Guerra Civil, de modo que los cuadros actuales son de la autoría del Padre Manuel Palero.
A finales del siglo XVII se fundó la capilla de las Santas Formas como edificio de planta central anexo a la iglesia, a fin de conmemorar un milagro acaecido en 1597, siendo decorada su cúpula en 1698 por el pintor José Vicente de Ribera con figuras alegóricas y elementos genuinamente barrocos.
La expulsión de los jesuitas llevó consigo la pérdida de gran parte del patrimonio artístico, tales como los retablos y las rejas de las capillas laterales del templo. Aún se conservan el tabernáculo y una custodia situada en el altar mayor, exponente de la platería del Seiscientos, junto al magnífico retablo mayor ya citado.
Asimismo, el colegio sería remodelado bajo la dirección de Ventura Rodríguez, incorporando la escalinata de piedra a la entrada como nueva sede universitaria.
En la centuria decimonónica, al igual que otros espacios conventuales de Alcalá de Henares, el edificio colegial se convirtió en cuartel de caballería hasta los años ochenta del siglo XX en que se rehabilitó para acoger la Facultad de Derecho, inaugurada en 1991.
Hasta el mismo príncipe de los ingenios irrumpe en el acervo del templo. La Spanish Civil War, como dirían los hispanistas, salpicó indirectamente al manco de Lepanto, quien vivió en primera persona las principales batallas de su tiempo.
Y es que la denominación actual fue adquirida cuando la antigua parroquia de Santa María la Mayor (aquella en cuya pila fuera bautizado Cervantes en 1547) quedó destruida por un incendio en 1936, trasladando su sede a la que había sido iglesia jesuítica, permaneciendo sus restos como Capilla del Oidor.

Los jesuitas fueron misioneros de compás y estribo. En su concepción del ser humano, eran compatibles los adelantos científicos con el intento de devolver la dignidad usurpada a miles de kilómetros. Lo observamos en la película La misión, con las paradisíacas Cataratas de Iguazú como telón de fondo del Tratado de Madrid (1750) por el establecimiento de límites luso-hispanos en el área de las reducciones jesuíticas guaraníes.
Para un misionero jesuita no existían las distancias, como le sucedió a San Francisco Javier, cuando en 1549 se presentó vestido de embajador (poder que le había otorgado el rey de Portugal) ante el emperador de Japón, un ser aparentemente poderoso que resultó no ser más que un muchacho de 16 años que calzaba plataformas y atendía a las órdenes de un shogun.
Así, el copatrono de Navarra, se anticipó a la Paz de Augsburgo de 1555, sintetizada en el lema cuius regio, eius religio, esto es, que la religión de los súbditos sería la que tuviera el rey.
Ignacio, que tanto anheló las aulas complutenses y que educó/evangelizó por sus calles a los ‘iñiguistas’, hoy acoge en su estela, tras desamortizaciones e incautaciones, a feligreses en la parroquia y a estudiantes en la Universidad, entablando un diálogo tan eterno como la autenticidad de su legado vital.
Dónde dormir: Hotel El Bedel; Plaza de San Diego, 8; 28801 Alcalá de Henares (Madrid); teléfono: 918886726.
Dónde comer: Indalo Tapas Alcalá Centro; Calle de Libreros, 9; 28801 Alcalá de Henares (Madrid); teléfonos: 918824415.