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Capital de la Hispania Citerior y de la Tarraconensis bajo domino del Imperio, el nombre antiguo de la actual ciudad catalana se convirtió en una de las ciudades más importantes de la península Ibérica bajo el yugo de Roma desde el siglo I antes de Cristo. Se trata del más antiguo asentamiento romano establecido en territorio hispano.

La historia de Tarraco

Según Tito Livio, Tarraco cumplió un importante papel en la conquista romana de Hispania, pues “sirvió para separar del servicio militar a los veteranos, para repartir las fuerzas nuevas, para ordenar todo el ejército”.

Principal puerto del Mediterráneo occidental, desde allí partían las unidades militares hacia cada destino en la Península, además de servir de centro administrativo de la provincia Citerior.

En el el año 45 a.C. es cuando Julio César, después de derrotar a Pompeyo, otorga a la población la categoría de Colonia Iulia Urbs Tarraco. Más tarde, Augusto, como emperador, otorga la capitalidad a la ciudad en el 27 a.C., que no perderá en toda el transcurso del Imperio Romano.

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Tarragona conserva los restos de su antiguo circo romano.

En memoria de Augusto

Entonces, Tarraco se convirtió en capital de facto de todo el Imperio Romano. Allí nació el culto imperial cuando en el año 15 (uno después de la muerte de Augusto), y por iniciativa de una delegación de hispanos, Tiberio autorizó la construcción de un templo en honor del primer emperador, cundiendo el ejemplo en las restantes provincias.

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El desarrollo romano de Tarraco tuvo dos centros: uno, en la parte más alta de la ciudad, en torno al praesidium, mantuvo su carácter militar, esencialmente una fortaleza, mientras que el otro, del siglo II a.C., cerca de la desembocadura del río Francolí, se caracterizó por un importante desarrollo comercial y residencial de la zona.

Aquí hubo un foro, y en él una inscripción del año 71 a.C. en honor a Pompeyo. El foro se remodeló extensamente durante el mandato de Augusto.

Ya en el siglo V, las constantes incursiones visigodas culminan con la conquista de la ciudad por parte del Rey Alarico en el año 475 de nuestra era.

Un paseo por Tarraco

El paseo arqueológico por el conjunto de Tarraco, declarado Patrimonio de la Humanidad, debe iniciarse por las murallas (siglos III y II antes de Cristo), continuar por el anfiteatro, del siglo II y con aforo para 12.000 espectadores, el teatro y rematar con la visita al circo, uno de los mejores conservados del mundo. En torno a la plaza de la Font se conservan, y son visitables, las bóvedas que sostenían las gradas.

Bajando desde la Plaça del Rei por la Calle Santa Ana se empiezan a ver los restos del circo más pequeño de los conservados en toda la Península (315 x 115 metros); pero es también el más refinado en su estructura.

Ello se explica por su importancia oficial y política, ya que se halla vinculado directamente al foro provincial de la ciudad, en el centro de la misma, y no a las afueras, como es común en este tipo de monumentos.

Anfiteatro excavado en la roca

La ruta por el pasado romano de Tarraco, todo un yacimiento en sí, debe comenzar casi obligatoriamente por su anfiteatro, un edificio cuyas parte de sus gradas se excavaron en la roca y otra parte se realizó con opus caementicium (el hormigón romano). También lugares protegidos de todo el conjunto son los foros provinciales y coloniales o el cementerio paleocristiano.

El anfiteatro lo podrá localizar el viajero en el Parque del Milagro, junto a una playa entre las secciones superior e inferior de la ciudad, entre el circo romano y el Museo Arqueológico.

Bajo la catedral de Tarragona, los arqueólogos hallaron el templo de Augusto, quizá el primero construido a un emperador en todo el Imperio.

Su existencia se conoce a través de unas monedas romanas que lo reproducen y que se acuñaron en el año 15 después de Cristo con la imagen del mandatario en el anverso y la de un templo dedicado a este en reverso.

Otros dos monumentos antiguos, algunos a pequeña distancia de la ciudad, también merece la pena ser visitados. El primero de ellos es un magnífico acueducto de 21 metros de largo que cruza un valle a un kilómetro y medio de las puertas.

Al noroeste, sobresale un sepulcro denominado Torre de los Escipiones (siglo I a.C.). Y 20 kilómetros al Este destaca, asimismo, el Arco de triunfo de Bará, al borde de la Vía Augusta, quizás el mejor ejemplo de arco monumental de un vano que se conserva en nuestro país.

Tarraco: el más antiguo asentamiento romano en Hispania 1

También existe una Tarragona medieval y otra moderna y racionalista con su Rambla Nova, su paseo de las Palmeras y su Balcón del Mediterráneo. Pero eso merece otro nuevo capítulo. Un nuevo vídeo os muestra el encanto que conserva Tarraco.

El viajero interesado puede contratar una ruta guiada por la Tarraco romana, que incluye visita al foro, circo e impresionante anfiteatro romanos. Todo ello con unas espectaculares vistas al mar Mediterráneo.

Antes de comenzar la visita se puede obtener más información en mi libro La historia de Hispania en 50 lugares, de la editorial Cydonia.

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