En el lugar conocido como Guisando, en el Tiemblo (Ávila), se pueden contemplar cuatro figuras de animales realizadas en granito que sorprenden, entre otras cosas, por su esquematismo, su belleza plástica y sus considerables dimensiones de más de un metro y medio de alto por cerca de tres metros de largo. Los rasgos de las figuras de Guisando, que datan de los siglos II o I antes de Cristo, coinciden con las de un conjunto de esculturas a las que se ha venido en denominar verracos. Pero, ¿qué función tenían? ¿una finalidad mágica y religiosa? ¿la representación de divinidades protectoras de ganado? No lo tenemos nada claro en pleno siglo XXI.
Los verracos son cuadrúpedos zoomorfos que tienen en común la representación del animal en pie, en posición estática y con las patas alineadas; también resulta general que estos animales pétreos carezcan de rasgos anatómicos, hasta hacer muy difícil el reconocimiento de la especie a la que pertenecen, aunque generalmente se trata de toros (por las oquedades que presentan en la cabeza para la inserción de cuernos), cerdos y jabalíes.
Los verracos son típicos del centro de la Península Ibérica, contándose más de 400 figuras distribuidas sobre todo en Extremadura, centro de Portugal y Castilla y León, aunque la mayor concentración de esculturas se corresponde con las provincias de Zamora, Salamanca y Ávila. En general, se tiende a afirmar que los verracos son exclusivos de nuestro territorio (tal vez lo sean en la medida en que se los vincule con los vettones), pero hay esculturas muy parecidas en la región polaca de Silesia y también en Armenia.
Vinculados con los vettones
El hecho de que el territorio por el que aparecen diseminados coincida en su mayor parte por el área ocupada por la tribu de los vettones, la población indígena que ocupaba estas tierras cuando se produjo la conquista romana, hace que se les considere como la manifestación artística más característica de este pueblo.
Los Toros de Guisando se encuentran costado contra costado, formando una línea en dirección norte-sur, y todas ellas miran hacia el oeste, a la loma del cerro de Guisando. Se les atribuye una función mágico-religiosa destinada a favorecer la fertilidad y protección del ganado, sin descartar su utilización como señales demarcadoras de zonas de pastos de la aristocracia vettona.

Donde están situados los verracos ha sido un paso estratégico a lo largo de la historia, de la Meseta Norte a la Meseta Sur de la Península, utilizado para la circulación de ganado, ya que por allí pasa la Cañada Real, en desuso en la actualidad, pero fundamental en anteriores épocas. Cerca se encuentra una calzada prerromana y una necrópolis visigoda. ¿Sabía quien los colocó allí que estaban marcando el centro peninsular? Su orientación mirando al poniente brumal indica un cambio de estación por donde se oculta el sol en invierno.
¿Monumento necrológico?
No acaban aquí las hipótesis y conjeturas en torno a la función que ejercían estos verracos. El escritor Baltasar Cuartero y Huerta, en su obra El Pacto de los Toros de Guisando, tomando como referencia un plano de José Cornide (que se encuentra en la Real Academia de la Historia), afirma que los Toros de Guisando podrían ser parte integrante de un monumento necrológico, cuyos elementos arquitectónicos han desaparecido. Quizá la función de este monumento fuera fúnebre, que ejerciera de templo o panteón de personajes notables.
El historiador Manuel Gomez-Moreno, por su parte, considera a los verracos obras de las gentes prerromanas que levantaron fortalezas como Ulaca, las Cogotas, las Merchanas o el Castillo de Yecla, las cuales situaron en las inmediaciones de los poblados y junto a santuarios, manantiales o puentes con carácter esencialmente religioso y votivo, como las aras clásicas.
Diego Rodríguez de Almella, en su tratado Compilación de las batallas campales (1487), refiere cómo a la muerte de Escipión el Africano (en el año 183 a.C.) los hispanos se alzaron en armas, por lo que Roma envió contra ellos a un capitán llamado Guisando, quien, tras dura batalla en tierras de Toledo en un lugar llamado Cadalso, alcanzó una aplastante victoria, en memoria de la cual hizo labrar cuatro estatuas de piedra, a quienes en su tiempo daban el nombre de los Toros de Guisando.
Un lugar de poder
Lo que resulta llamativo, es que los Toros de Guisando se asientan sobre una zona de gran fuerza telúrica. En Guisando se dan ocasionalmente tormentas eléctricas, y no es de extrañar que en la antigüedad este emplazamiento fuera considerado un lugar de poder, un paraje utilizado por los pueblos primitivos para conectar con sus dioses, en pleno contacto con las fuerzas de la naturaleza.
Por lo que tampoco hay que descartar entonces su papel mágico protector de las personas. Los verracos jugarían un papel similar al que ejercían los leones alados que los antiguos persas situaban en las puertas de sus ciudades. Así parece evidenciarlo el toro labrado sobre una roca encontrado en la misma puerta de San Vicente de la muralla de Ávila.

Con probabilidad, y según los estudios más recientes al respecto, en época romana estos verracos formaron parte de un monumento conmemorativo, como parece atestiguar esta dedicatoria inscrita en uno de ellos: Longinus Prisco. Calaetq Patri F.C. (Longino lo hizo a su padre Prisco -de la tribu- de los Calaetios). Aunque se esculpieran en época prerromana, los verracos continuaron realizándose mientras los romanos ya controlaban casi toda Hispania.
Isabel, heredera de Castilla
No se trata de la única ocasión en la que el enclave de Guisando ha tenido un carácter conmemorativo. En este mismo lugar, muchos siglos después, en concreto en el año 1498, el rey Enrique IV de Castilla declaró heredera de su reino a su hermana, la infanta Isabel (que luego se convertiría en la Católica), despejando de esta forma el camino para que se unieran los reinos de Castilla y Aragón tras la boda de Isabel con el rey aragonés don Fernando.
El viajero que se muestre interesado en acudir hasta El Tiemblo, debe saber que los Toros de Guisando se encuentran en un recinto vallado que ha sido acondicionado y su visita es libre.
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Cómo llegar: Para acceder al lugar resulta necesario seguir desde Ávila la N-403 en dirección a la localidad de El Tiemblo. Una vez pasada la población, a unos cuatro kilómetros se llega a un cruce con una carretera local, que ya señaliza el recinto arqueológico. Si se sigue por esa carretera, a menos de dos kilómetros se alcanza el enclave en el que se encuentran las esculturas.
Dónde dormir: Cerroguisando; Urbanización el Pinar de la Atalaya, Av. del Miño, 45, 05270 El Tiemblo (Ávila); teléfono: 675453139.
-Hotel Toros de Guisando; Travesía del, Paseo de Recoletos, 30, 05270 El Tiemblo (Ávila); teléfono: 918627082.
Dónde comer: La Toscana; Plaza del Rucero, 3, 28680 San Martín de Valdeiglesias (Madrid); teléfono: 918610288.
-Casa Mariano; Paseo de Recoletos, 8, 05270 El Tiemblo (Ávila); teléfono: 918625245.