Emplazada en el estratégico estrecho turco de los Dardanelos, la legendaria Troya se convirtió en una próspera ciudad en la órbita del Imperio hitita, envidiada por sus riquezas. Desde que Heinrich Schliemann emprendió en 1870 sus célebres excavaciones en la colina de Hissarlik, el estudio de las ruinas de Troya ha estado siempre mediatizado por una una especie de ‘síndrome de la Ilíada’, esto es, por el empeño en encontrar las huellas exactas de lo que relató Homero en su gran poema épico.
Durante mucho tiempo esto condujo al error de pensar que Troya era una ciudad griega, y fueron muchos los arqueólogos que se esforzaron por relacionarla con las culturas del Egeo, con las que sin duda mantuvo contactos comerciales. Sin embargo, las más recientes investigaciones han demostrado que Troya estaba mucho más vinculada con Asia Menor y, en particular, con los hititas, el gran imperio que surgió en el interior de la península de Anatolia entre los siglos XVIII y XII a.C.
La escarpada Troya de la Ilíada se alzaba sobre el abrupto espolón que forma la colina de Hissarlik, una meseta de piedra caliza de 37 metros de altura con una superficie de unos 150 por 200 metros, situada seis kilómetros al este de la costa del mar Egeo y 4,5 kilómetros al sur del estrecho de los Dardanelos. Sus ruinas están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los arqueólogos han constatado que en el yacimiento se superponen hasta nueve ciudades de distintas épocas que abarcan los restos de más de tres mil años de historia continuada. El estrato denominado Troya VI (que tiene su continuidad en Troya VII), datado aproximadamente entre los años 1700 y 1180 a.C., es uno de los candidatos a ser considerado como el escenario de los acontecimientos relatados en la Ilíada.

En general, Troya VI responde a lo que cabe esperar de una ciudad de la Edad del Bronce de la península de Anatolia. Constaba de dos partes fundamentales: en lo alto de la meseta se alzaba la ciudadela, centro administrativo y religioso, protegida por una gran muralla de piedra; mientras que por la vertiente sur de la colina se extendía la ciudad baja, resguardada por un largo foso que circunvalaba toda la extensión. Tras el foso se alzaba una muralla de adobe en la que sabemos que se abrían al menos cinco puertas monumentales, bien defendidas por torres de vigilancia.
Los arqueólogos han comprobado que la ciudad baja se desarrolló precisamente en la época de Troya VI, con calles pavimentadas y canales de drenaje, lo que indicaría un aumento de la población justamente en ese momento. Se ha calculado que en las aproximadamente veinte hectáreas de la ciudad podrían vivir entre 7.000 y 10.000 habitantes. Tal densidad de población se explica por el auge económico de la ciudad, que aprovechó su posición estratégica dentro del sistema comercial del II milenio a.C. para convertirse en un importante centro de redistribución de bienes.
Parte de la población se dedicaba a la agricultura y al pastoreo, que constituían las principales fuentes de alimento, seguidas de la pesca y la recolección de moluscos. En el yacimiento se han encontrado inmensas cantidades de huesos de caballo. Parece que los troyanos se especializaron en la doma de caballos salvajes para su posterior uso militar.
La ciudadela de Troya VI, que en la Ilíada es llamada Pérgamo, debió de ser un gran complejo con construcciones de más de un piso de altura. Posiblemente combinaba las funciones de templo, palacio, tesorería y archivo, y seguía el modelo del palacio-megaron que se encuentra en la Anatolia hitita, la Creta minoica y la Grecia micénica, con una serie de edificios y estancias dispuestos en torno a un gran salón central.

La ciudadela estaba rodeada por una enorme muralla, la misma, cabe imaginar, desde la que el legendario rey Príamo contemplaba la batalla en la que su hijo Héctor comandaba las tropas. Contaba, además, con una red de túneles que garantizaban el suministro de agua de un manantial subterráneo.
La arqueología ha demostrado que Troya VI tuvo un final traumático. Hacia el año 1250 a.C., la ciudad quedó devastada por un desastre natural, seguramente un terremoto, pero fue reconstruida rápidamente por los mismos habitantes; de ahí que, recientemente, muchos investigadores prefieran hablar del siguiente estadio como Troya VII, pues existe una clara continuidad cultural con Troya VI.
La ciudad sufrió un ataque exterior, esto es, una guerra. ¿Fue esta la gran batalla narrada por Homero? Sin duda, Troya fue un enclave estratégico para las rutas comerciales hititas, lo que pudo haber despertado recelos entre los griegos micénicos, aunque actualmente es imposible asegurar que tuviera lugar el conflicto narrado en la Ilíada.
Sin salir de la propia Turquía, el viajero apasionado por la historia puede visitar otras ruinas excepcionales de una ciudad de la antigüedad: Éfeso, uno de los conjuntos arqueológicos más relevantes de Occidente. Fundada por Lisímaco, el sucesor de Alejandro Magno, en el siglo IV a.C., se convirtió bajo el dominio romano en el puerto más importante del mar Egeo.

Cómo llegar: Troya se encuentra ubicada al noroeste de Turquía a unos 30 kilómetros de la ciudad de Çanakkale, y se puede llegar a ella fácilmente por carretera, encontrándose señalizaciones que indican la salida para visitar las ruinas.
Dónde dormir: Hotel Helen Park; Cumhuriyet Meydanı Tekke Sok; No:10, 17100 Canakkale (Turquía)
Dónde comer: Wilusa Restaurant; İntepe,Tevfikiye, Çanakkale Merkez, Çanakkale (Turquía); teléfono:+90 286 283 0044.