Iglesias románicas, naturaleza, historia y esquí y deportes de nieve son las señas de identidad de este rincón del Pirineo leridano. Un lugar único en el mundo
Los aficionados al románico rural conocen bien el valle de San Boí, en la comarca de la Alta Ribagorza, porque seguramente no hay lugar en la cristiandad que presente mayor concentración de iglesias románicas por kilómetro cuadrado, un legado que está considerado Patrimonio de la Humanidad. También saben que el valle de San Boí no es, en realidad, un valle sino varios y que agrupa diversos pueblos (Castelló de Tor, Llesp, Coll, Pont de Saraís, Iran, Irgo, Igüerri, Gotarta, Cardet, Durro, Barruera, Tahull, Pla de L’Ermita, Boí, Erilla la Vall y Caldes de Boí)
Tierra de iglesias y frescos
Muchos de los deliciosos frescos que contenían las iglesias románicas han acabado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, lo que posiblemente los ha salvado del expolio, pues estaban dispersos para vigilarlos adecuadamente. Los frescos que el viajero ve hoy in situ son simples copias. A pesar de todo, el valle de Boí sigue siendo un lugar interesante, por sus iglesias, sus airosos tres campanarios y sus paisajes.

La iglesia más interesante, quizás, es es San Clemente de Tahull (siglo XII), que aunque haya perdido el famoso pantocrátor de su ábside, todavía conserva su campanario exento de seis pisos de altura y crecientes cuerpos de ventanas. A pocos metros hay otra iglesia igualmente famosa, Santa María de Tahull (siglos XI y XII), en su origen tres naves separadas por columnas, tres ábsides y esbelto campanario de cinco pisos. Aquí los murales (también copias de los originales) retratan el infierno y el Juicio Final.
En Boí, la iglesia de Sant Joan destaca por sus pinturas murales datadas en los siglos XI y XII. Por su parte, la iglesia de Santa María de la Nativitat de Durro tiene una única nave, ábside semicircular con retablo de estilo barroco y un pórtico lateral muy bello.
En Erill la Vall, la antigua capital de la baronía, el viajero puede admirar la iglesia de Santa Eulàlia, con su campanario lombardo de seis plantas, apodado ‘reina de las torres románicas’ y considerado el más esbelto del valle. Pero lo fundamental en el pueblo es visitar el Centro del Románico de la Vall de Boí, donde una exposición ayuda a conocer mejor la iconografía y las técnicas arquitectónicas que usaban en el Medievo.

Naturaleza e historia de la región
Los pueblos y templos dispersos del valle de Boí están envueltos por un manto de densos bosques que, en realidad, son la antesala de uno de los reinos naturales de los Pirineos: el Parque Nacional d’Aigüestortes i Lago de San Mauricio, que tiene uno de sus accesos en este valle. Los riachuelos que bajan de las lagunas glaciares surcan un paisaje de superlativos, modelado por glaciares en el período Cuaternario y coronado por cimas de más de 3.000 metros de altitud.
La historia del valle se inicia a principios del siglo IX con la creación de los primeros condados cristianos. Perteneciente en un principio al condado de Tolosa (finales del siglo VIII), que toma estas tierras bajo la protección de san Guillermo, primo de Carlomagno, su pasado quedó unido a la del condado de Ribagorza, cuyos condes fueron sus señores feudales durante dos siglos. Durante el siglo XI el valle fue incluido en el condado de Pallars hasta que fue anexionado por la Corona de Aragón en el siglo XII.
Durante muchos siglos fue un valle aislado y desconocido. La situación del valle, limítrofe con otros condados, permitió la creación de numerosos castillos, hoy en día muy mal conservados. Las numerosas iglesias que se construyeron en el área muestran la alta densidad de población que tuvo en su momento esta zona pirenaica con pisares nevados.

Esquí en Valle de Boí, su mayor atractivo
A unos 15 kilómetros del núcleo de Boí se encuentra la estación de esquí de Boí-Taüll. Dispone de las cotas más altas de los Pirineos (cota base 2.020 y cota máxima 2.751) donde el esquiador disfrutará de una alta calidad de nieve durante todo el día sin sufrir ni colas ni aglomeraciones, en un entorno natural privilegiado.
Como buen resort esquiable que se precie, dispone de una amplia variedad de alojamiento en Boí Taüll para disfrutar durante unos días. La estación ofrece un completo dominio esquiable, con 10 pistas verdes, siete azules, 26 rojas y nueve negras, algunas con desniveles de hasta 750 metros y sin pistas horizontales. Si al viajero le apasiona este deporte, debe saber que puede contratar ofertas de esquí y otros deportes de riesgo y aventura en agencias especializadas. Tanto en esta zona como en Andorra, Alpes, Sierra Nevada y otras estaciones de esquí.
Como alternativa al deporte blanco, el viajero puede visitar el recinto del balneario romano de Caldes de Boí. Es un lugar con historia donde podrá recuperarse del largo camino. Sus aguas termominerales manan a temperaturas que pueden alcanzar más de 50 grados. Esta zona termal cuenta con un total de 37 manantiales y ocupa unas 25 hectáreas.
La Vall de Boí es el lugar donde los Pirineos tocan el cielo. Un destino con historia de turismo familiar. La magia de su románico convive con una oferta de ocio amplia y variada, en la que se puede disfrutar de su rica gastronomía, del Parque Nacional de Aigüestortes y de sus fallas y fiestas, que se celebran en 63 pueblos de los Pirineos y Pre-Pirineos, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Un placer para los sentidos.
Dónde comer en Tahull: La Llebreta; Passeig de Sant Feliu, 14; 25527 Barruera (Lérida); teléfono: 973694042.
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Hemos visitado el Vall de Boí junto con sus pueblos y la verdad es que es un lugar que recomiendo visitar y pasar unos días. Su conjunto de pueblos pequeños, las Iglesias Románicas y su gastronomía hacen de este lugar uno paraíso a visitar.
Hola tocayo,
cómo no enamorarse de este lugar tan embriagador. Historia, patrimonio, gastronomía… lo tiene todo!
Gracias por tu aportación!
El Vall de Boí es uno de los lugares con más encanto de todos los Pirineos, uno de los lugares que tiene que estar en nuestra agenda de visitas. Además se puede disfrutar de las mejores rutas y para todos los niveles, recordemos que estamos en el Parque Nacional de Aigüestortes. Si a esto le añadimos la ruta de las Iglesias Románicas, además gastronomía reconocida en el mundo entero. Llegamos a la conclusión de que simplemente hay que ir, verlo y disfrutar en toda su totalidad.
Poco más que añadir a tu comentario Javier. Si todavía el viajero tiene dudas, que lo compruebe por sí mismo.
Gracias por tus palabras.