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Más de 3.000 años de historia le contemplan. El Valle Salado de Añana, situado en el límite de Álava con Burgos, es uno de los ejemplos más representativos a nivel mundial de la historia de la sal, conocida desde la antigüedad como el oro blanco. Los romanos ya conocían los beneficios de este paisaje único y ya extraían el compuesto alimenticio de este antiguo mar al exponer el agua al calor del sol sobre eras o terrazas de madera que, en la actualidad, con cerca de dos millares, conforman un bello mosaico junto al pueblo. Sobre todo en verano, cuando la sal queda al descubierto tras evaporarse el agua, el valle parece nevado.

Valle Salado (Álava)

El rey Alfonso I el Batallador concedió a Salinas en el año 1126 carta de población y fueros. Los privilegios de la explotación de la sal se mantuvieron con el rey Alfonso XI. Históricamente, la sal ha gozado de una tremenda importancia para mantener los alimentos en conservación (hasta que se desarrolló el frío industrial) y se convirtió en la nómina de los antiguos trabajadores, de ahí la derivación de salario como pago de su empleo. En la actualidad, la sal sigue siendo indispensable en multitud de procesos industriales.

Canales, galerías, pozos y eras se suceden en el Valle Salado de Añana.
Canales, galerías, pozos y eras se suceden en el Valle Salado de Añana.

Si el viajero no ha visto nunca un salina, resulta un espectáculo lunar. Al amanecer los miles de cristales salinos hacen guiños al sol convirtiéndose en pequeños brillantes. Hay que llevar gafas de sol porque la blancura de las salinas de Añana deslumbra especialmente entre mayo y octubre, y eso que con la general decadencia del negocio solo funcionan unas 400 eras de sal, terrazas de madera sostenidas sobre pilares de lo mismo y cercas de piedra. Forman parte de un entramado laberíntico de canales, pozos y almacenes que se entremezclan.

En los buenos tiempos medievales, cuando la preciada sal valía más que el pan, pasaron de las 5.000 eras, y para todas daban agua los tres manantiales salinos que tiene el valle. La Corona, la nobleza y la Iglesia compitieron por ostentar el monopolio de la sal hasta que en el siglo XIX dejó de ser el gran negocio.

La existencia de sal en Añana se explica por el fenómeno geológico denominado diapiro. Consiste en la ascensión hacia la superficie terrestre de materiales más antiguos debido a su menor densidad, del mismo modo que una burbuja de aire inmersa en un líquido tiene un movimiento ascendente. Este proceso comenzó hace unos 220 millones, cuando las rocas evaporíticas del Triásico comenzaron a ascender a la superficie, arrastrando consigo los materiales que caracterizan el paisaje salinero.

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Los antiguos romanos ya extraían la sal de este valle.

El Valle Salado de Añana cuenta con un centro de visitantes que organiza las visitas. En julio se celebra una Feria de la Sal con representaciones teatrales, talleres de sal, exposiciones de artesanía y catas. También se puede probar la salmuera que fluye por el complejo entramado de canales que abastece al valle. Incluso sus propiedades medicinales en el spa que se ha acondicionado al efecto. La importancia y calidad que alcanza la sal extraída de Añana es tal que cocineros y chefs de reputado prestigio como Martín Berasategui, Joan Roca, Pedro Subijana, Eneko Atxa o Andoni Luis Aduriz la utilizan en sus restaurantes.

Después de ver el paisaje blanco no hay que dejar de visitar la iglesia de Santa María de Villacones y el convento de los Comendadores de San Juan de Acre, de la Orden del Malta. Si le gustan las leyendas y las cruzadas de los caballeros medievales, aquí se puede soñar con la búsqueda del Santo Grial. Tampoco queda lejos el salto del Nervión, la mayor cascada de España, que se precipita desde 270 metros de altura junto al puerto de Orduña.

La provincia de Álava permite al viajero seguir disfrutando de la historia después de recorrer el Valle Salado de Añana. Merece la pena visitar Laguardia. Otro enclave a recomendar es, sin duda, la antigua ciudad romana de Iruña Veleia, donde en 2006 tuvo lugar un descubrimiento que es aún motivo de polémica: aparecieron más de 300 ostraca (inscripciones sobre restos de cerámica) en dos casas del siglo II que contenían aparentemente jeroglíficos egipcios e inscripciones cristianas y, lo más sorprendente, una lista de palabras en euskera de los tiempos del Bajo Imperio (siglos III-IV) Dicho hallazgo, de confirmarse, proporcionaba 600 años más de antigüedad a la aparición de los primeros vocablos en lengua vasca escrita.

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Dónde dormir: Hotel Tudanca Miranda; Carretera nacional I, km. 318; 09200 Miranda de Ebro (Burgos); teléfono: 947311843.

Dónde comer: Restaurante Palacio de Añana; Los Ozpinas Plaza, 8; 01427 Gesaltza Añana (Álava); teléfono: 945567968.


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