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A 64 kilómetros de Huesca se levanta un pequeño pueblo de los Monegros, cuyo monasterio resultó expoliado por la codicia de un arquitecto catalán, que arrancó en 1936 al menos 120 metros cuadrados de coloridos frescos románicos del siglo XIII.

El marchante de arte Josep Gudiol i Ricart, financiado con 4.000 pesetas de la Generalitat, arrancó las pinturas históricas que adornaban la sala capitular del monasterio de Villanueva de Sigena y se los llevó a Barcelona. Lo hizo sin el permiso de las monjas, refugiadas en las casas del pueblo, ni de la Dirección General de Bellas Artes de la República.

Para desprender las pinturas de la pared, Gudiol y sus acompañantes utilizaron la técnica del strappo: pegaron grandes telas de algodón sobre las pinturas que permitían su impregnación para, después, extenderse sobre otro lienzo. Se llevaron 64 rollos como si fueran alfombras que hoy valdrían unos 90 millones de euros. Los frescos plasmaban escenas bíblicas de influencia bizantina.

Durante la Guerra permanecieron en la Casa Ametller, en Barcelona, donde Gudiol había establecido su taller. Hasta que en 1940 aparecieron en lo que hoy es el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC)

En el año 1960 otro historiador visitó Sigena. Y llevó a cabo un segundo expolio. Se trataba de Joan Ainaud de Lasarte, director del MNAC. Viajó al pueblo aragonés y arrancó los frescos de la sala capitular que no se había llevado Gudiol.

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Pero Lasarte se llevó además una serie de pinturas profanas ocultas en otra salita, muy especiales porque no representan escenas religiosas sino batallas como la conquista musulmana de Jerusalén. 50 metros cuadrados más de frescos expoliados.

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Las pinturas expoliadas se exponen en el Museo Nacional de Arte de Catalunya.

No fueron los únicos viajes que padecieron las enormes pinturas. Según asevera la historiadora Marisancho Menjón, en 1970 siete plafones de los arcos cruzaron el Atlántico para ser expuestos en la muestra The Year 1200 en el Metropolitan de Nueva York.

En la actualidad, los Gobiernos de Aragón y Huesca andan enzarzados por el botín de guerra. Una jueza ha ordenado el regreso a Villanueva de Sijena de las pinturas 80 años después. Los frescos fueron expoliados en su momento, pero también hay que decir que ese ‘robo’ permitió que se salvaran de los bombardeos de la Guerra Civil.

La trepidante historia de estos acontecimientos conduce al viajero hasta el lugar originario de las pintura, el Real Monasterio de Santa María de Sigena. Fue fundado en 1188 por la reina Sancha de Castilla y catalogado como Monumento Nacional desde 1923.

Es el patrimonio más destacado de un pequeño pueblo oscense que apenas supera el medio millar de habitantes. Pero aparte de por sus frescos, Villanueva de Sigena es también conocida por ser el lugar de nacimiento del teólogo heterodoxo y científico Miguel Servet (1509-1553) Desde el año 2002 existe un Centro de Interpretación en la casa familiar restaurada, que es sede también del Instituto de Estudios Sijenenses Miguel Servet.

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Miguel Servet es una de las figuras históricas peor tratadas por la historia. El teólogo y científico español descubrió la circulación pulmonar de la sangre. Por ello fue repudiado por católicos y protestantes, considerado hereje y condenado a morir en la hoguera.

El viajero que ande interesado en descubrir más rincones con historia en la provincia de Huesca puede escoger entre varios destinos de interés; por un lado, dispone de uno de los mejores castillos que pueblan la Península: Loarre. También tiene la opción de visitar Ansó, donde se originó el tratado más antiguo que existe en Europa, el de las tres vacas.

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Dónde dormir: Hostal Alcanadre; Av. de Fraga, 8; 22200 Sariñena (Huesca); teléfono: 650554121.

Dónde comer: Villanueva de Sijena; plaza de España, s/n; 22231 Villanueva de Sigena (Huesca); teléfono: 974578187.


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